El perfecto burócrata
Publicado por Paul E. Benavides Vilchez en sep 14, 2011 en Articulos | 2 comentariosLos hay de cuello almidonado, de manga corta, de manga larga, de camisa blanca, también de cuello azul; con corbata o sin ella, con mancuernillas de oro o falsas. El perfecto burócrata no es una especie exclusiva de la fauna estatal sino que toca piano, escribe novelas largas y aburridas, ensayos, tragicomedias, columnas de opinión donde nunca pasa nada, nunca se mueve una hoja o palpita un incordio.
El perfecto burócrata está en la literatura, en el arte, en la política y en el sacrosanto mundo de la empresa privada. Y en los Tribunales de todo tipo. Redacta entreverados fallos pensando que con eso hace justicia y lo que hace es hacer más ruido, echar más leña a la hoguera, sumar más palabras al bosque de la incomprensión.
Uso la palabra burócrata en su sentido deformado e incorrecto, que da prioridad a la forma más que al contenido; que prefiere el procedimiento antes que el resultado del procedimiento; que opta por la ley antes que por los efectos que tendrá la ley para resolver los problemas concretos. El perfecto burócrata más que una persona es una forma de pensar y de sentir arraigado en éste país adicto de los formalismos, de los legalismos, enamorado de los “ismos” de todo tipo que permiten que todo se mantenga igual que siempre, en un “Gatopardismo” que sobre el mismo, Tomasi di Lampedusa se hubiera sentido muy halagado y sorprendido. Un fantasma generalizado recorre la mente del perfecto burócrata y es que sólo reformando los códigos y las leyes la realidad va a ser transformada. Pero resulta que hoy hay más leyes que hace diez años y no estamos mejor. Pero no piensa lo contrario es decir, que derogándolas se resuelven los problemas.
Porque la Ley es la Ley, afirma el perfecto burócrata y punto, sin haber leído a Kafka, lo cual es una enorme irresponsabilidad.
El perfecto burócrata defiende un esquema sin considerar si ese esquema funciona o no funciona. O el sistema, da lo mismo. El perfecto burócrata eleva las palabras del jefe a un nivel sagrado aunque sepa que se equivoca; repite al directriz de memoria y no le importa si la directriz sirve para algo o no sirve del todo. El perfecto burócrata se queda con lo establecido porque da seguridad, confort, clientela, la misma durante muchos años. Padece una severa enfermedad del alma pero no sabe o no se lo han dicho: el conformismo, la disciplina ciega –diferente a la sana disciplina– la defensa del nicho personal, de los intereses de grupo, la obediencia al Boss, al que manda, a la directriz, al que tiene el mango por la sartén. Al perfecto burócrata no le importa la complicidad con las formas aunque estén retorcidas, aunque no sirvan para nada. No hay una ley contra el perfecto burócrata como la hay contra el que comete una estafa. Debería haberla.
paul me interesa que se dirija mas a la provincia que te dio muchas cosas ahora es tiempo de articular muchas cosas que andan mal ,por ejemplo el no abrir las puertas de la antigua escuela argentina hoy museo de los heredianos, la feria del agricultor antiguo patio de beneficio de Ernesto gonzalez Flores .-
Paul:
Esa enfermedad del alma se llama tibieza:
es el tedio del prologo de Baudelaire a sus Flores del Mal.
Y es el cumplimiento de que hablaba San Josemaría: cumplo y miento. Hago como que hago, pero no hago.
Mística, tercer grado de la obediencia jesuita, santificación del trabajo. Ahí está la receta. Pero es que queremos seguir haciendo chocolate sin cacao, sociedad a punta de progresismo, y no de cristianismo.
Un abrazo. Ya ves. Tu nota sirve para eso. Para reflexionar y picar.
Gustavo