El vino sólo está pendiente, don Rodrigo
Publicado por David Fallas Redondo en dic 10, 2009 en Articulos | 0 comentariosNos vimos por última vez en agosto pasado, durante la presentación de dos libros de mi apreciado amigo Gerardo Trejos. De pie, alrededor de una mesa, copa de vino en mano, compartimos una larga y alegrÃsima conversación, la cual versó esencialmente sobre sus amistades en Turrialba. De memoria impecable, con sonrisa sincera, sencillo, con sólidas convicciones, de trato amable, abierto a las demás personas, enamorado de Costa Rica y de doña Estrella, asà vi entonces al ex Presidente Rodrigo Carazo Odio. No imaginaba que serÃa la última ocasión en que estarÃa al lado del gran patriota.
Mi paso por esta Tierra está marcado, desde muy temprana edad, por la polÃtica nacional. Crecà en una familia en que el verde y el blanco de Liberación Nacional fueron como otro miembro más, pues durante mi infancia y adolescencia, mi papá fue militante activÃsimo de esa agrupación … eran los dÃas en que la socialdemocracia se consideraba algo valioso y los liberacionistas se sentÃan orgullosos de profesarla. En ese contexto, recuerdo perfectamente una visita del entonces candidato don Luis Alberto Monge a casa (en mi cabeza retengo hasta la pijama que tenÃa puesta cuando llegó el distinguido visitante), durante la campaña que finalmente perdió ante don Rodrigo, quien a la luz de ese hecho entró a mi vida.
Durante la administración Carazo (1978 a 1982 … mejor facilito los datos, pues en mi quehacer universitario, he percibido que entre los jóvenes cada dÃa se presentan más casos de aprendizaje de corto plazo, que caduca al concluir las pruebas de bachillerato), el paÃs vivió una terrible crisis, que no era costarricense, sino mundial (¿acaso hay gobernantes de ese perÃodo exentos de crÃtica ácida?). El perÃodo fue durÃsimo, pero no porque don Rodrigo haya enfrentado al Fondo Monetario Internacional, sino por la realidad económica planetaria que estalló a finales de los años setenta. AsÃ, el aplastante apoyo con que la Coalición Unidad llegó al poder, fue diluyéndose, hasta quedar muy debilitado el Presidente.
En 1982, el electorado decidió dar la oportunidad al nuevo amanecer prometido por don Luis Alberto Monge, administración que caló mucho en mÃ, por la participación que en ella tuvo mi papá desde la Asamblea Legislativa … algo que mis compañeros de escuela y colegio aún mantienen muy vivo. Por supuesto, todo lo difÃcil de aquellos años (explotado incluso en la campaña de 1986) tenÃa, en el imaginario popular, un solo responsable: Carazo.
Pues bien, asà crecà yo. En los ochenta, mi casa era un hervidero polÃtico (local, sÃ, en Desamparados, pero hervidero al fin). Era frecuente el trato con don Luis Alberto o sus ministros (con uno de ellos Ãbamos frecuentemente al Estadio Morera Soto); se recibió allà al ex Presidente don Daniel Oduber (por cierto, en una cena con él conocà yo la paella y el vino); y hasta tratamos a Don Pepe (hay una lindÃsima foto con él, en la que aparece una margarita en su cabeza … durante una plaza pública a finales de 1985 o los primeros dÃas de 1986). Pero pese a todo ello, en casa no habÃa fanatismo, en el sentido de que papá criticaba lo que no le parecÃa de su partido y reconocÃa lo positivo de los entonces rivales. AsÃ, recuerdo muy bien cómo alababa actuaciones de don Rafael Ãngel Chinchilla o don ElÃas Soley, que implicaban “levantarle los chingos” a los gobiernos de ese tiempo.
Igualmente, en casa se respiraba respeto por don Manuel Mora, don Rodrigo Gutiérrez, don Eduardo Mora, para mencionar algunos (tanto asÃ, que don Arnoldo Ferreto le entregó a papá uno de sus pases para recibir al Papa Juan Pablo II, de modo que con ese nombre en mi prendedor, estuve de primero en el espacio de los Diputados, recibiendo el saludo papal). Incluso se respetaba a los más poderosos contendores de aquel entonces, dirigentes todos de la Unidad Social Cristiana, empezando por don Rafael Ãngel Calderón.
¿Y qué tiene que ver todo esto con don Rodrigo? Pues bien, he relatado parte de mi ambiente doméstico, para destacar que pese a la afinidad que, por papá, se vivÃa con los socialdemócratas que entonces habÃa en una agrupación polÃtica, siempre hubo espacio para reconocer los méritos de otros. De allà que no sea de extrañar que haya escuchado a papá decir que “en medio de todo, Carazo hizo muchas cosas buenas”. Es esta expresión la que me abrirÃa los ojos a la grandeza del ex Presidente.
Fue en los noventa, en la Facultad de Derecho, cuando tuve mi primer contacto directo con los Carazo, pues era compañero de un nieto y una nieta de don Rodrigo, Esteban y MarÃa PÃa. Además, don Mario era profesor de Derecho Privado. Conocà luego a don Ãlvaro y a sus hijas, Eugenia y Julieta. De esa forma, poco a poco fui acercándome a la familia Carazo Zeledón y fui interesándome por conocerla. Es entonces cuando llegó a mis oÃdos, por referencia de alguien que es hoy alto negociador comercial de Costa Rica, la noticia del libro *Tiempo y marcha*, de don Rodrigo. Lo leà y me apasionó, convenciéndome yo mismo que papá tenÃa razón.
Pero mi acercamiento con los Carazo Zeledón aún tenÃa camino por recorrer. En 1995 ingresé a la DefensorÃa de los Habitantes, siendo su titular Rodrigo Alberto (a quien quito el tÃtulo de don, pues lo considero comprendido en uno -para mÃ- más alto: el de amigo). En medio de informes y de giras, a través de la actividad incesante del Defensor de los Habitantes, conocà a Gabriela, MarÃa y Anelena (no recuerdo haber conocido a Carolina en aquellos años), quienes, junto con doña Lorena, dieron aire familiar a la gestión de mi apreciado Rodrigo Alberto.
Es en esas condiciones que finalmente conocà a don Rodrigo y a doña Estrella. El primer contacto fue en algún asunto oficial, pero luego, me parece que con ocasión de una actividad de Esteban, alrededor de una mesa de billar, pude conversar con el ex mandatario.Y a partir de allÃ, ya pude tratarlo con cercanÃa en las distintas ocasiones que nos encontramos.
No soy yo quien va a juzgar la administración Carazo (eso se lo dejo a los historiadores de verdad … o sea, no a cualquiera … mucho menos a los que se quedan en puro método). Pero sà me atrevo a decir que durante mucho tiempo se han desconocido sus obras. Aparte de ser un infatigable promotor de la paz mundial (creador de una Universidad para tal fin antes del Premio Nóbel al Presidente Arias), don Rodrigo también llevó a cabo importantÃsimas obras de infraestructura (¡Y a puro MOPT! ¡Sin concesiones ni concesionarios!), dejando claro, como bien rezan las respectivas placas, que fueron “construidas por el pueblo” y no por él.
Mas su importancia como Presidente radica especialmente en otro pilar de su gestión: la dignidad. Ese es quizás su principal legado. Desde las luchas contra ALCOA, don Rodrigo siempre puso primero a Costa Rica, entendiendo que la verdadera riqueza del paÃs la produce la clase trabajadora y no los gerentes del gran capital, por lo que aquella no puede ser desatendida para beneficiar más a estos. Quizás si otros hubieran seguido esa lÃnea de pensamiento, no tendrÃamos hoy una brecha social tan amplia … y eso que la lÃnea de pobreza es tan generosa hoy dÃa, que oficialmente no son pobres miles de personas que sufren muchÃsimo para poder satisfacer sus necesidades básicas.
Esa dignidad, tan caracterÃstica de don Rodrigo, por dicha es contagiosa. Creo que quienes participamos en la lucha contra el TLC y tuvimos la oportunidad de escucharlo en los mitines del No, absorbimos algo de la “insania” que significa no entregarse a las corrientes del pensamiento único que nos vende un mundo unipolar, sin historia, sin ideologÃas, rendido a los pies del gran capital. De allà que puedo decir hoy que en materia de dignidad, mi tendencia es caracista.
AsÃ, con esa convicción en mi ser, nos encontramos en agosto último. Tras el recorrido por Turrialba y felices por el rato compartido, en que hasta de olla de carne hablamos, mencionamos la posibilidad de tomarnos luego otras copas de vino, ya sea en su casa o en la de Rodrigo Alberto, quien también estaba en la mesa. En estos últimos dÃas, mientras convalecÃa en el hospital, expresé a mi amigo que me gustarÃa mucho hacer realidad esa planeada reunión. Ya no se pudo.
Anoche, en la vela, recordaba con el mayor de los Carazo Zeledón el anhelado convivio. Le dije que bueno, ahora las copas serán con él. Pero consciente de que mi presencia en este mundo es temporal, confiado en la vida en el más allá, espero encontrarme de alguna manera al ex Presidente. Por eso, le digo a don Rodrigo, que el vino sólo está pendiente.