Por Amalia Chaverri, filóloga
La respuesta “hay cosas que deben quedarse en la selva…” que dio Ingrid Betancourt a la pregunta de Larry King alusiva a experiencias relacionadas con el sexo durante su cautiverio en la selva, no debe pasar inadvertida. Si Ingrid Betancourt hubiera abierto la más mínima rendija a esa trampa (así lo veo yo) que le estaba tendiendo Larry King, se hubieran desatado una serie de noticias morbosas, retorcidas y hasta obscenas sobre un tema -de por sí rentable en el mundo de las noticias- que también hubieran desplazado a todas las demás, ahora en el tapete, basadas algunas en conjeturas (y especulaciones) sobre el futuro político, ideológico, y hasta familiar de la ex prisionera.
Dejando de lado lo que será el futuro de esta valiente mujer, con esta respuesta ella defendió en forma solidaria, sincera y humanitaria, su mundo privado y el de sus compañeros. Esta respuesta excepcional muestra un admirable rasgo de su personalidad: el respeto por las acciones individuales y privadas que pudieron haberse dado en un contexto inusual, de excepción, insólito y desacostumbrado, opuesto a una sociedad “normal” -tal y como asumimos la nuestra- e inclusive tomando en cuenta espacios sociales de fuerte marginación como son las cárceles.
Con esta respuesta Ingrid Betancourt pondera el respeto a lo más íntimo, propio, profundo e intransferible, que es la conciencia moral, la subjetividad, la intimidad y el derecho a lo privado.
Lo expuesto me ha llevado a imaginar que estar en esas condiciones adversas y extremas donde es obligatorio vivir irremediablemente juntos pero, paradójicamente, aislados del mundo, es como viajar a otra dimensión del tiempo, del espacio, de los valores y de la propia intimidad. Es un viaje cuya brújula apunta hacia otra dirección donde todo se vuelve relativo, el contexto psicosocial es otro, y se desmembra el vínculo con la realidad que se vive en el “afuera”.
Me surge la hipótesis de que en ese “habitat” se forman y se manifiestan - explícita e implícitamente - nuevas reglas de convivencia, para hacer soportable, y vivible el diario vivir (valga la redundancia), así como comprensible el comportamiento de sus habitantes, los secuestrados políticos; de no darse lo anterior, la destrucción del grupo sería inminente.
Desde una perspectiva amplia y personal (que me corrijan los abogados) la respuesta de Ingrid Betancourt atañe al derecho privado, entendiendo en este caso concreto (es otra hipótesis) la opción de guardar su intimidad y la de sus compañeros, en un mundo donde los medios la infringen constantemente. No es competencia de quienes no hemos vivido esas situaciones extremas, ser jueces de todos sus actos. Buena enseñanza deja Ingrid Betancourt.
(La Nación)
Columnista huésped | 22 de Julio 2008
4 Comentarios
Interesante artículo de la privacidad de Ingrid(y de todo mundo), esta es una clara demostración de solidaridad humana y de templanza de caracter, ¿acaso puede alguien preguntar esa solemne estupidez a una mujer que estuvo 6 años en la selva sin esperanzas reales de volver al mundo con sus convencionalismos? ¿Puede Larry King imaginar lo que es esa experiencia de vida y de muerte? La respuesta de Ingrid Betancourt debería mover a los periodistas de oficio a la reflexion, hay cosas que ni se preguntan ni se responden.
Justamente asi debe ser la vida de los seres humanos, en cautiverio o en libertad. Libertad que en muchos casos no lo es. No es problema de otros la vida privada de cada uno de nosotros Interesarse por ello, como el hecho de formular la pregunta deja mucho que desear del entrevistador y a la vez enseña su falta de etica y poco respeto por su entrevistado o entrevistada en este caso. Nunca he entendido esa morbosa actitud del ser humano de averiguar la vida intima de las personas. Talvez un entendido en la siquis humana tenga una respuesta a ello.
Es un principio de pudor y decencia. Un caballero no pregunta semejante cosa.
¿Pero que puede importar la decencia frente al imperativo de sostener un rating de audiencia?
Estoy seguro que Ingrid conoce la rutina mercantil que impregna la cultura norteamericana, y su pasion por reducir todo al coctel de sexo con violencia.
Probablemente para Larry King Ingrid no tenga el significado de un drama profudamente humano, sino, simplemente, el de un producto en demanda. Un producto al que habia que hacer lo mas atractivo posible a una audiencia avida de historias que producen chismes, libros y peliculas.
Talvez algun artista silencioso y con talento pueda darnos alguna maravilla a partir de esta historia, pero me costaria pensar que Larry King pueda tener las mismas pretenciones que Sthendal, Tolstoy, Flaubert o Marguerite Duras.
Larry King es profesional para otras cosas. Una mano invisible asigna, de manera eficiente, sus talentos y pretensiones.
Doña Leda, no soy entendido en el Psique humano, pero si creo que básicamente lo que lleva a un “astro” de las entrevistas a ser tan estúpido, como en el caso concreto de Larry King e Ingrid Betancourt, es el áfán de notoriedad, el sindrome de Don Perignon que padece la sociedad moderna. Los grandes periodistas de épocas idas como Jack Alexander, Dan Rather, Alberto Cañas, Rodrigo Fournier y muchos mas, no son vendedores de grandes masas y su estilo no cala dentro de esta sociedad enferma y nihilista. Creo que Ingrid es una mujer que representa esta vez a todas las mujeres cautivas del mundo, merece el respeto de los hombres. Espero que alguna vez alguien le de un “hastaqui” a Larry King y lo deje hablando solo cuando hace ese tipo de ridiculeces. Aqui hay muchisimos “larrykines” (y larrykinas) ojala les den una leccion los entrevistados.