Por Raúl Francisco Arias Sánchez, historiador
• Segunda entrega del trabajo de investigación presentado a la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica, como requisito de ingreso como académico de número
José María Montealegre: ¿médico o cirujano?
Nacido en San José, el 19 de marzo de 1815, José María Montealegre fue hijo primogénito del entonces funcionario del Imperio Español destacado en la Factoría de Tabacos: Mariano Montealgre Bustamante, y de la señora Jerónima Fernández Chacón.
Llegado don Mariano de Guatemala, en 1809, y valiéndose de las influencias que daba el estar en posesión de un importante puesto político, pronto se integró a la elite josefina, cañera y tabacalera, siendo uno de los primeros, si no el primero, que tomó ventaja de los yacimientos auríferos del Monte del Aguacate durante la bonanza del ciclo minero, entre los años 1820 a 1840. Al cabo de quince o veinte años de explotar las minas de oro en asocio con dos ingleses conocedores del oficio, John Meir Gerard y Richard Trevithick, consiguió amasar una enorme fortuna que le permitió figurar entre los primeros grandes cultivadores y exportadores de café, durante los ciclos chileno e inglés, en las década de 1830 a 1850.
Teniendo la conciencia cierta de que Costa Rica no ofrecía las mínimas condiciones educativas para que sus hijos se formaran profesionalmente, en 1827, don Mariano decidió enviar a sus dos hijos mayores, José María y Mariano, con apenas 12 y 11 años respectivamente, a estudiar a la lejana Inglaterra, centro cultural del mundo civilizado de la época.
De la vida que llevaron en Londres los dos niños se sabe muy poco, excepto que vivían en una especie de colegio interno en el sector conocido como Highgate. De acuerdo con esta versión, varios años después de permanecer en Inglaterra José María estudió medicina en Edimburgo, mientras que Mariano se inclinó por la carrera de ingeniería, formándose al lado de los famosos constructores de ferrocarriles George y su hijo Robert Stephenson.
Recientemente y gracias a algunas consultas hechas tanto en la Universidad de Edimburgo como en la Universidad de Aberdeen; surge una valiosa información que complementa lo anteriormente señalado. En los archivos de la Universidad de Aberdeen, específicamente en Marischal College, existe un registro académico con la indicación de que los hermanos Montealegre, José María y Mariano, cursaron el primero, segundo y tercer año de estudios en Artes, entre los años de 1831 y 1835, graduándose ambos en ese año. Y que además, en 1833 se les unió su hermano Francisco (de menor edad), cursando los mismos estudios a partir del segundo año, graduándose en 1837.
El Marischal College era una universidad autónoma de la ciudad de Aberdeen, en tiempos en que los Montealegre estudiaron allí, existiendo muy cerca la también universidad denominada King´s College; uniéndose ambas en el año 1860 para formar la actual Universidad de Aberdeen.
Los registros indican entonces que José María tenía dieciseis años cuando ingresó al College (nacido en 1815), Mariano quince (nacido en 1816), posteriormente Francisco de catorce (nacido en 1819). Los estudios en Artes eran y siguen siendo en el medio británico el área conocida por nosotros como Humanidades; debiendo entenderse los tres o cuatro años de estudio de los jóvenes Montealegre en Aberdeen como de preparatoria, equivalente al Bachillerato en Humanidades que se otorgaba en la Universidad de Santo Tomás, en Costa Rica, donde ingresaban niños de trece y catorce años de edad graduándose a los diecisiete o dieciocho, para luego continuar con los estudios universitarios propiamente dichos.
José María Montealegre egresa del Marischal College en 1835, partiendo al parecer hacia Edimburgo, distante a unas cuatro horas a caballo de Aberdeen, permaneciendo en dicha ciudad hasta 1837, cuando termina su formación como cirujano. Su hermano Mariano encamina sus pasos hacia Londres, donde se formó como ingeniero empírico al lado de Robert Stephenson, ya que no existía aún la carrera universitaria de ingeniería civil. Por su parte, el menor de los hermanos, Francisco, permanece en Aberdeen estudiando hasta que se graduó, en 1837, el mismo año en que José María obtuvo su diploma de licenciado en cirugía.
El expediente histórico en Aberdeen dice que los costarricenses estudiaban en condición de alumnos privados, es decir, pagando la totalidad de los gastos de estadía, matrícula y alimentación; monto que era cubierto por el padre Mariano Montealegre. Efectivamente, su padre les enviaba dinero para pagar la colegiatura y gastos personales por medio de una oficina comercial de exportación de café de Costa Rica, que funcionaba en la capital británica, propiedad de don Mariano.
A los tres hermanos Montealegre les tocó mirar, al menos tangencialmente, el horror y las injusticias sociales de que era objeto la naciente y paupérrima clase obrera inglesa, producto directo de la descarnada Revolución Industrial, germen del capitalismo industrial que dominaría el mundo contemporáneo.
A los veinte años de edad, José María Montealegre llegó a Edimburgo, con la intención de ingresar en la Facultad de Medicina de la Universidad, el mejor centro de formación médica que existía entonces a nivel mundial. Era la Universidad del Dr. John Rutherford, el padre de la medicina clínica, gestor del llamado “Método de Edimburgo”. También era el sitio donde habían descollado ilustres médicos como Robert Cullen y Alexander Monro I. Era nada más y nada menos que el centro académico donde había nacido la medicina moderna.
El joven se matriculó en el curso de invierno o winter session, adquiriendo las tarjetas de matricula para asistir a los primeros cursos de Anatomía, Fisiología, Botánica y Química. Sin embargo, por razones que no están suficientemente claras, ya que su nombre no aparece inscrito en los registros de alumnos aprobados en ninguno de los niveles de formación en la carrera de medicina, decidió retirarse de las aulas universitarias; optando por seguir la formación de cirujano.
Entre 1835 y 1837, asistió a cursos en academias privadas y conferencias, en Edimburgo y al parecer también en Aberdeen. El eminente médico Dr. Álvaro Montealegre, afirma haber hallado evidencias de que su ancestro permaneció estudiando en la Universidad de Aberdeen, entre 1831 y 1834, cubriendo tres años como estudiante de medicina; lo cual es incorrecto, según lo expuesto en páginas anteriores.
Al cabo de escasos dos años de permanencia en Edimburgo, Montealegre finalmente aplicó a la examinación teórico-práctica exigida por el Colegio de Cirujanos de Edimburgo. De esta forma, en 1837 recibió su licencia para ejercer la cirugía en Gran Bretaña. El diploma de licenciado era, en palabras de la directora de la Biblioteca del Real Colegio de Cirujanos de Edimburgo, Marianne Smith, “un diploma conferido para una calificación médica básica, en función práctica de quienes no podían afrontar o no deseaban seguir una carrera universitaria”. En otras palabras, un cirujano no poseía el mismo estatus profesional de un doctor en medicina.
No existe ninguna duda de que Montealegre obtuvo su diploma de cirujano en Edimburgo, como tampoco hay margen de duda de que nunca obtuvo el grado de doctor en medicina de la Universidad de Edimburgo; como claramente lo señala la señora Irene Ferguson, encargada del Archivo de la Universidad de Edimburgo. Sin embargo, como licenciado pudo aspirar a convertirse en miembro del Colegio, lo que no hizo; tal y como se indicaba en la certificación enviada por el Dr. Roger Smith, en 1986.
El historiador Carlos Meléndez afirma en su obra que le fue absolutamente infructuosa la tarea de constatar efectivamente la fecha de ingreso de Montealegre al país, suponiendo ante tal circunstancia, que el hecho debió de ocurrir en algún momento del año 1839, utilizando como referencia el artículo publicado por Francisco María Iglesias, año de 1887, en el periódico La República, con motivo del fallecimiento de José María Montealegre, acaecida en los Estados Unidos.
No obstante, un documento existente en el Archivo Nacional de Costa Rica contiene información que permite considerar como muy probable el año de 1837 como el momento en el cual Montealegre regresó al país. En 1842, redactó un dictamen médico para su progenitor, dando fe pública de que a él le constaba personalmente, desde hacía cinco años atrás, que su padre padecía de una dolencia que define como “determinación de sangre a la cabeza”.
Una vez en el país, el joven y elegante recién llegado fue presentado ante una aldeana sociedad josefina que lo recibió con muestras de curiosidad y de admiración. Posiblemente recibió la bienvenida no sólo de sus familiares y de los gobernantes de turno, sino también de quienes fueron sus amigos de infancia. Entre el momento de su llegada, suponiéndose en 1837, y 1840, prácticamente no se sabe nada de su vida, excepto que contrajo matrimonio con la señorita Ana María Mora Porras y que posiblemente se dedicó a atender las fincas cafetaleras de su padre.
En el año 1842, don José María aparece dando consulta en asocio con el médico francés doctor Victor de Castella. La sociedad duró algunos años, posiblemente hasta que Castella se marchó del país o falleció, alrededor del año 1850. En algunos certificados médicos extendidos de forma conjunta, se denota entre ellos una muy buena relación personal. El doctor Castella se refiere a su colega como el facultativo doctor Montealegre, aunque su discurso parece mucho más científico que el empleado por su socio costarricense, quien iniciaba sus dictámenes con la leyenda “José María Montealegre doctor en medicina E.”, correspondiendo esta última letra en mayúscula a “Edimburgo”; en alusión al orgulloso distintivo de los médicos graduados en la más importante Facultad de Medicina de la época.
Resulta interesante observar que no habiendo obtenido el grado de doctor, aunque si obtuvo un prestigioso “licenciamiento” como cirujano, no hiciera constar en ningún momento de su vida privada o pública su verdadera formación, siendo conocido por la generalidad de sus contemporáneos como el doctor Montealegre.
El ejemplo más claro de la imagen que proyectaba Montealegre como médico lo da su amigo y servidor incondicional por muchos años, Francisco María Iglesias, en la reseña necrológica del ex Presidente, sosteniendo que este había obtenido el título de “Doctor en Ciencias Médicas de la Universidad de Edimburgo”, demostrándose fehacientemente que dicha afirmación es del todo inexacta, además de extraña. Siendo el señor Iglesias un hombre de amplia cultura y habiendo visto en alguna ocasión el diploma profesional de su biografiado, tuvo que comprobar que el mismo no mencionaba grado académico alguno, ni estaba membretado por la Universidad de Edimburgo, sino por el Real Colegio de Cirujanos.
En el tiempo en que don José María hizo su ingreso a Costa Rica, todavía no existía el Protomedicato de la República, fundado por el Presidente Juan Rafael Mora y el Dr. Nazario Toledo, en octubre del año 1857, como órgano encargado de examinar a los nuevos profesionales graduados en el extranjero, aunque ya para entonces las autoridades municipales tenían el deber de corroborar la autenticidad de los atestados de los médicos que deseaban ejercer en Costa Rica.
No hay evidencia de que tal procedimiento se haya aplicado con Montealegre, aunque si se hizo rigurosamente en el caso del médico nicaragüense Lic. Marcelino Argüello, año de 1836; debiendo presentar su diploma ante las autoridades, para obtener el permiso de ejercicio legal. El caso del Lic. Argüello ilustra el hecho importante de que los médicos que ejercían en Costa Rica durante la primera mitad del siglo XIX se identificaban con el grado académico obtenido, fuese este de Licenciado o Doctor.
Por la razón anterior es que los primeros médicos costarricenses graduados en Guatemala fueron el Lic. Jesús Jiménez, Lic. Andrés Sáenz, Lic. Bruno Carranza, Lic. Cruz Alvarado, Lic. Manuel María Esquivel y Lic. Lucas Alvarado. Ninguno antepuso nunca el título de doctor al de su nombre.
A propósito del Protomedicato, la mayoría de los médicos citados ocuparon el cargo de Protomédico de la República, o bien formaron parte del órgano rector de la medicina nacional. Algunas publicaciones médicas y la tradición histórica del Colegio de Médicos y Cirujanos, aseguran que José María Montealegre ejerció como Protomédico, aunque ninguno de los autores lo ha podido ubicar temporalmente. Una vez más, la historia se ha sustituido por el mito, ya que puede afirmarse sin temor a equívocos, que este señor nunca dirigió los destinos del gremio de los médicos costarricenses.
Pero más allá de su formación como doctor en medicina o como cirujano, a José María Montealegre debe de valorársele por su obra y su legado a la posteridad. Debe de evaluarse con ojo crítico lo que hizo realmente en su campo profesional y en la política nacional. Sólo así tendrá justificación el sitio de honor que algunos han intentado levantar en su memoria. Así como el reciente trabajo de investigación, serio y analítico, de al menos un historiador, reconociendo y separando la verdad histórica del mito. No se trata, como dice algún autor, de desacreditar al primer cirujano del país y al gran hombre público sólo por antojo, sin sustentarse en suficientes evidencias probatorias.
Veamos, se ha dicho muchas veces que desde su regreso, Montealegre se dedicó a atender sus negocios privados, relegando a un segundo plano el ejercicio de la medicina; por lo que no hay forma de sustentar el criterio de que poseyó una vida profesional que pudiese calificarse de extraordinaria. De hecho, no hay referencias documentales sobre curaciones o cirugías de cualquier clase practicadas en alguna ocasión por Montealegre.
Una de las escasas fuentes de información existentes que se tienen corresponde a su nombramiento como cirujano en el híbrido ejército costarricense-salvadoreño, que el invasor Francisco Morazán creó para recuperar su perdida posición como Presidente de la ya para entonces desaparecida República Federal de Centroamérica. Morazán no pudo enviar a sus tropas a luchar a tierras centroamericanas, gracias al oportuno derrocamiento jefeado por el viejo militar “Tata” Pinto, en septiembre de 1842. Truncando así la posibilidad de que el cirujano Montealegre demostrara su experto conocimiento médico y quirúrgico.
Entre 1842 y 1850 encontramos al doctor atendiendo algunas consultas que le planteaba el gobierno sobre problemas de sanidad pública. Estas tareas siempre las realizaba acompañado por el Dr. Castella; su socio de consultorio y compañero de directiva en la anquilosada Junta de Caridad de San José, creada en 1845 para solucionar graves problemas de salud pública, en especial la construcción de un Hospital general en San José. En 1852, ante la inercia de la Junta, la administración Mora Porras adquirió el terreno para construir el Hospital San Juan de Dios, procediendo con premura a levantar el edificio con planos diseñados por el ingeniero alemán Franz Kurtze, abriendo sus puertas en mayo de 1856; justo en el momento en que dio inicio la guerra heroica del pueblo costarricense en contra del poder filibustero que amenazaba la Patria desde Nicaragua.
Extrañamente, durante los aciagos años de guerra y la presencia del cólera, el buen doctor desapareció del escenario nacional. Una publicación reciente afirma que en 1857 Montealegre se encontraba en Filadelfia, Estados Unidos, “practicando adecuadamente su profesión”. Siendo hallado en aquella gran ciudad norteamericana por el Dr. Nazario Toledo, quien le refirió la triste situación médica y financiera por la que atravesaba el país, tomando entonces la decisión de regresar a su patria para salvarla del colapso, lo cual se consumó cuando otros derrocaron a Mora y Montealegre asumió la Presidencia de la República.
Esta versión hay que tomarla con mucho cuidado, considerando la tensa y explosiva situación que existía en ese momento entre el gobierno morista, del cual formaba parte importante el Dr. Toledo, quien fue siempre muy cercano y leal al Presidente Mora, y el poderoso grupo de los hermanos Montealegre, a raíz de la guerra librada en contra del filibusterismo. Por otra parte, no hay ninguna evidencia histórica de que Toledo hubiese visitado los Estados Unidos, aunque sí se mantuvo muy ocupado viajando a Guatemala y Chile, cumpliendo misiones diplomáticas por encargo directo del mandatario, nombrándolo como Ministro de Relaciones Exteriores en abril de 1858.
La versión en cuestión presenta otro gran problema de fiabilidad, y es que el autor no cita la fuente de donde tomó la información, intuyéndose, al revisar la bibliografía general, que se basó en dos artículos publicados por el señor José María Barrionuevo Montealegre en la Revista Médica de Costa Rica. Pero sucede que en ninguna de las dos publicaciones se hace mención al supuesto encuentro de don José María y don Nazario; haciendo que el relato adolezca por completo de valor historiográfico. Lo más significativo del asunto es que de haber sucedido un acontecimiento tan notorio, sería del dominio de historiadores tan versados en el tema como don Rafael Obregón y sobre todo del propio don Carlos Meléndez. Y lo cierto es que ninguno de los dos hace referencia al hecho en sus obras ya clásicas.
Ni antes ni después de la apertura del Hospital en San José, el doctor Montealegre se dignó acercarse a la institución para ofrecer sus grandes conocimientos como médico o como cirujano. No existe evidencia alguna que indique que haya atendido pacientes o realizado alguna operación quirúrgica dentro del nosocomio. Tampoco pidió nunca un sitio para colaborar en la organización del incipiente hospital, aportando su rica experiencia de haber servido como practicante del gran Royal Infirmary de Edimburgo. De igual forma el mundialmente famoso “Método de Edimburgo” nunca fue propuesto por Montealegre para ser implantado en el país.
La realidad es que son muchos los aportes que pudo haber hecho en materia de medicina clínica y salud pública. Pero jamás emitió criterio científico alguno que condujera a dar solución a los graves problemas que enfrentaba la Costa Rica de su tiempo. En realidad, la gran reforma hospitalaria y el inicio de la medicina científica en el país tuvo que esperar hasta la llegada del primer médico-cirujano costarricense graduado en Europa, el eminente Dr. Carlos Durán Cartín; después de culminar su carrera con máximos honores en el Guy´s Hospital de Londres, Inglaterra, en el año 1874.
Heredero de una gran fortuna que le dio posición social y ciertamente una rica formación cultural a la inglesa, José María Montealegre fue, no obstante, profesionalmente obscuro, sin brillo alguno ni méritos sobresalientes que lo distinguieran como el doctor en medicina de Edimburgo que decía ser. Por el contrario, siempre se mantuvo alejado de la organización médica nacional y de todo lo que involucrara la atención de pacientes enfermos.
(continúa)
Columnista huésped | 24 de Junio 2008
1 Comentarios
Muy bueno el aporte de don Raúl Arias en su segundo artículo sobre el Cirujano de Edimburgo, donde indica que fue muy poco el aporte del sr. Montealegre a la medicina nacional, más bien indica que fue el sr. Carlos Durán el primer médico cirujano graduado con honores en el exterior y que una de las clínicas periféricas de la Caja Costarricens de Seguro Social lleva su nombre, el sr. Montealegre queda relegado a un segundo plano en cuanto al ejercicio de su profesión y que descolló en el manejo de los negocios de su padre don Mariano como lo fue el cultivo y comercialización del café.-