Por Juan José Sobrado
Pese a reconocer su excelente retórica, creo que el optimismo del discurso del Presidente respecto al manejo de la crisis alimentaria, de energía y de inversión que se viene, no tiene fundamentos reales.
Conociendo la valentía y habilidad con que se le enfrentó con éxito en su primera administración a los desplantes imperialistas de Reagan, esperaba que hiciera lo mismo con Bush. Este último es el responsable de una desacertada conducción económica y política -según economistas de la talla de Paul Samuelson y del 71% de su pueblo que lo repudia-, la cual ahora afecta a toda la economía mundial.
Bush y su política del gran garrote y del anarcomercado convirtieron hasta los alimentos en mercancías especulativas que amenazan con el hambre a la humanidad. Que el precio del arroz se haya triplicado no se puede deber a que los chinos lo coman, porque siempre lo han comido, o a un aumento en el consumo de petróleo, sino a la toma de los yacimientos de Irak en una guerra injusta y mentirosa. Algo parecido pasa con el trigo y el maíz, convertidos en objetos especulativos de los peores.
Me parece que don Oscar cometió el error de hacerle caso a los mismos consejeros económicos extremistas de Bush, y que el camino de la rectificación nacional debe empezar por fomentar un verdadero libre mercado, pero sin anarquía y sin privilegios.
Asimismo, creo que debe dejar de seguir adorando dioses falsos como el de la concesión de obra pública. Antes que en el espejo desastroso de Alterra, véase en el del ICE, al que tuvo el mérito de permitirle invertir.
El camino apropiado, además del buen orden fiscal que es su indiscutible mérito, es el retorno al sentido común: abandonar las buenas intenciones huecas de contenido, así como los mitos falsos que hasta el propio Adam Smith condenó.
(Página Abierta - Diario Extra)
Columnista huésped | 9 de Mayo 2008
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