Por Javier Solís, periodista y exembajador - [email protected]
No podemos aceptar como válidas las explicaciones de Janina del Vecchio ni el silencio de los obispos católicos de Costa Rica, en relación con el caso de Anna Moscarelli. La señora ministra de Seguridad Pública debe renunciar y, si no lo hace, el presidente Arias debe cesarla inmediatamente. Todo por las más elementales razones morales.
El periódico La Nación ha probado, entre otras cosas, lo siguiente: 1º que la señora Moscarelli manejó dineros de empresarios legados a la mafia italiana; 2º que la señora del Vecchio avaló sus actividades económicas y usufructuó de su amistad; 3º que del Vecchio mintió a la hora de recordar ese aval y esa amistad; y 4º que los obispos católicos de Costa Rica también se vincularon al dinero de origen mafioso, a través de la señora Moscarelli.
Éstos les deben una explicación a sus fieles y a sus sacerdotes. Un mínimo de transparencia a la hora de manipular el dinero que reciben de los creyentes y un mea culpa por su pecado de avaricia y la flagrante falta de respeto de su fe religiosa. No engañarlos diciéndoles que la productividad del capital queda justificada por las obras piadosas que financia.
Estarían diciendo que el fin justifica los medios, lo cual es una aberración moral y religiosa. También tendrán que responder ante la justicia del pueblo por sus violaciones a la ley.
Pero doña Janina, ahora investida como ministra de Seguridad Pública, debe dejar el cargo y no precisamente por incompetencia -dijo que la inseguridad ciudadana era un problema de percepción, no real-. Debe dejarlo porque ha perdido toda credibilidad para cualquier cargo, por haber tratado de engañar a los ciudadanos y de mentir sobre sus relaciones con la señora Moscarelli. Su último alegato de ignorancia sobre los vínculos mafiosos de su amiga y empleadora no hace más que hundirla. ¿Qué tal si se comporta como ministra igual que lo hizo de embajadora? Las consecuencias serán devastadoras para el futuro de todos. ¿Cómo le vamos a creer que ahora sí investigará, sí reconocerá a los narcotraficantes, sí cumplirá con sus responsabilidades?
Desgraciadamente en el gobierno de Oscar Arias subsiste la cultura de la corrupción de los “leales”, de los “de confianza”, de los verdiblancos de hueso colorado, no obstante las declaraciones de condena y rechazo del mismo Presidente. Ser del gobierno o cercano al mandatario es una patente de corso para el beneficio personal, para los negocios, para la apropiación de los bienes públicos.
Recomendar a un mafioso es legítimo, hacerse millonario como cónsul, repartirse miles de millones públicos, sobornar a un diputado o dar información falsa para conseguir una pensión.
No hay que investigar. No hay que cumplir con requisitos técnicos ni morales ni cívicos. Es el “playboyismo” y el cinismo de tener la mayoría. Es la ética del famoso Memorándum. La misma escuela de Bush. Todos ellos creen que el pueblo es tonto, ignorante y corrupto.
La señora Moscarelli, por su parte, ha encontrado en un espacio radial llamado “Charlemos” un buen apologeta. No es una pésima empresaria, no ha andado en malas juntas, no se ha prevalido de la estulticia de los obispos, no ha violado ninguna ley. Ahora es víctima: “ha sido objeto de reiterados chantajes por parte de regidores de la Municipalidad de Carrillo; sufrió la hostilidad y persecución de un alto exfuncionario del ICT; también la intervención atropellada de Tributación Directa; el allanamiento de la Fuerza Pública a uno de sus hoteles; la estafa de un predicador evangélico; así como una encarnizada competencia desleal”. ¿Por qué en vez de “madrina” no recurrió a la ley?
Todo huele a podrido en este asunto. El peligro de gangrena es altísimo. Hay que ver si el presidente Arias mete el bisturí.
(Página Abierta - Diario Extra)
Columnista huésped | 6 de Mayo 2008
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