Cuando el presidente Arias habla de las “vacas flacas” que se vienen, no puedo dejar de pensar en las “vacas gordas” que se fueron. Me las imagino como un hato de pochotonas rumiantes lecheras, rollizas, de mirada plácida, colochitas y todo. Y, por supuesto, pienso en un gran festín con bistecs y generosas libaciones para el mundo entero. En otras palabras, tremenda pachanga. Pues bien, el implícito (bíblico) de las “vacas flacas” es que tuvimos “vacas gordas” en Tiquicia. Ah, ¿sí? ¿Dónde fue la fiesta? Si la hubo, me parece que, en todo caso, la mayoría de la población no fue invitada.
¿Cuál sería nuestro período de “vacas gordas”? Encadenamos tres años de rápido crecimiento económico; la pobreza disminuyó (finalmente) en el 2007 y de afectar al 20% de los hogares pasó a fregar al 17% de ellos; los salarios reales de la población (finalmente) se levantaron un poquito en el 2007 -aunque están volviendo a caer en los últimos meses-; y el desempleo disminuyó un tanto (aunque el subempleo, que también algo decreció, se mantuvo bastante más alto). Si esas son “vacas gordas”, convengamos en que, para la mayoría de la gente, esas vaquillas fueron bastante escuálidas. Recuerdo, cuando güila, que decían: “Patee la bola con toda su fuerza”. Entonces, uno le daba duro y el porterillo inevitablemente se burlaba: “¿Eso es todo lo que tiene?” Lo mismo con las implícitas “vacas gordas”: ¿eso fue todo?
Los años que van del 2005 al 2007 fueron los mejores de toda la década, pero trajeron pocos dividendos sociales. Se cayeron antes de que maduraran los frutos. Por supuesto que, con perspectiva de economía política, tengo claro que hubo sectores ganadores como los exportadores, los profesionales liberales, los agentes del sector inmobiliario y los bancos, entre otros. Ahí sí hubo “vacas gordas”. Lo digo sin ponzoña ni nada: simplemente como un dato de la realidad. No en vano, durante la era de las “vacas gordas”, la desigualdad social se quedó pegada al techo.
Se nos anuncia la llegada de las “vacas flacas”, arriadas por factores externos como el alto precio del petróleo, de los alimentos y los problemas económicos de Estados Unidos. Para la gente de a pie, estos rumiantes “pintan” horrible: si durante los buenos tiempos vieron migajas, ahora pagarán los platos rotos de los malos tiempos. O sea, “sóquense la faja”, que la pobreza va para arriba y los salarios para abajo. En la Costa Rica de la plata dulce, los dados están cargados: unos siempre pierden, con “vacas gordas” o “flacas”. ¿Estamos comprando los numeritos para una estampida? Espero que no, y que las élites económicas y políticas entiendan que jugar de vivo suele salir caro.
(La Nación)
Jorge Vargas Cullel | 8 de Mayo 2008
1 Comentarios
Las únicas vacas gordas que visto son las que están exhibiendo en el bulevar de San José,creo que a propósito fueron hechas y traídas en este tiempo que se nos anuncian vacas flacas y para que como efecto psicológico las sigamos viendo de apariencia gordas y bonitas por afuera pero por dentro son huecas,sin nada de carnita, o sea están infladas, igual que nuestra economía con inflación de casi 11 %, tasas de interés sobre ahorros del 5%, y la reducción de la pobreza ( ???? ) reflejada en los aumentos de los tugurios en las periferias de las provincias, y todo rodeado de un alto grado de inseguridad que el gobierno no sabe si es irreal( según la Ministra de Seguridad Janina Del Vechio) o real ( Según Oscar Arias), que es en lo que estoy de acuerdo con el señor Presidente Arias.