Con satisfacción enorme, casi con emoción, leí el artículo que ha escrito en La Nación en estos días la cantante Maritè Valenzuela, preocupada por el tinte que le están queriendo dar a la noble y hermosa lengua castellana, unas cuantas mujeres que la ignoran, que ignoran su historia, y que no saben (debe ser que salieron de tercer grado) que el género gramatical no tiene ningún parentesco con el género biológico, porque si no fuera así no hablaríamos, pongo como ejemplo, de las tortugas, las águilas, las cebras, las jirafas, las palomas, las focas, las hienas, las mulas y las ballenas, sin que a nadie se le haya ocurrido creer que estamos hablando sólo de las hembras.
Así ha sido y así lo entiende toda la humanidad, puesto que el género gramatical existe en casi todos los idiomas civilizados (absolutamente en todas las lenguas romances), y hasta donde mi conocimiento alcanza, el único donde el género gramatical prácticamente no existe, es el inglés. Incluso hay algunos, como el alemán, que tienen tres géneros: femenino, masculino y neutro. Pero en ningún idioma se está presentando esta cosa que estamos padeciendo aquí, y que no la padecen otros países de habla hispana como alguien podría creer.
Es curioso que mientras eso ocurre, ciertos términos puramente femeninos parecen ser rechazados por la gente interesada. He escuchado a ciertas actrices decir que prefieren ser llamadas actoras, y las poetisas de nuestros días aspiran a que las llamemos simplemente poetas (tal vez luego a los masculinos les querrán decir poetos, uno qué sabe). Así como actriz la quieren desaparecer, cayó en desuso aviatriz, que hasta 1940 más o menos era muy común.
En todo caso, siempre, pero siempre, hemos sabido que palabras terminadas en o como ciudadano, y palabras terminadas en a como artista, incluyen a todos los seres humanos que tienen derecho a ellas. Y lo mismo cuando decimos todos, incluimos a todos, y no hay necesidad de decir eso tan feo y antiestético de “todos y todas”.
Las damas que me leen, saben bien que cuando hablo de mis lectores, están ellas incluidas, porque lo digo en buen castellano. Lo otro, además, es desperdiciar caracteres, en estos momentos en que el número de caracteres es tan importante para la relación entre los columnistas (fíjense bien que no dije columnistos) y el periódico que nos acoge.
(La República)
Alberto F. Cañas | 28 de Mayo 2008
3 Comentarios
Comentario pertinente y oportuno. Gracias don Beto.
Admiro profundamente a don Alberto, y por eso quiero decirle lo que pienso. Creo que géro gramatical es también un hijo del patriarcado, sistema que por más de 5000 años ha invisibiliza a las mujeres, las que sí estamos empezando a reclamar nuestros espacios. (los otros animales no pueden hacerlo de manera explícita, me refiero también a los ballenos) ¿Porqué cree usted que no se les ocurrió hablar genéricamente y decir mujer en lugar de hombre? talvez eso hubiera implicado hablar mas de mujeres científicas, o decir honestamente quién era la verdadera protagonista de la creación de muchas cosas que tuvieron que ponerlo a nombre de un hombre? La vida y por ende la historia es dinámica. Alegar que decir ellos y ellas o las y los, quita espacio en un periódico es un argumento muy pobre. Usted sabe don Alberto, que visibilizar a las mujeres corre el peligro de estar dándole un espacio con nombre propio a la mitad e la población y eso puede dar miedo a muchos hombres. Gracias
También siento un profundo respeto y admiración por don Alberto y por eso le expongo lo que pienso. La “economía” del lenguaje que ahora se usa como pretexto para criticar la revolución del castellano, hacia uno más inclusivo, nos ha salido bastante cara a las mujeres durante miles de años, quienes por la “palabra” hemos estado ausentes de la historia, a pesar de ser protagonistas, por mucho que ahora se pretenda que sí estábamos incluidas. El castellano es un lenguaje riquísimo, vasto, pero acuñado por el patriarcado, que desde siempre definió sus reglas partiendo de una determinada visión autorizada y patriarcal del mundo, que perpetuaba el ideal masculino en el poder de definición de las cosas (el lenguaje, creo yo es precisamente eso), en especial de aquéllas que denotan y connotan situaciones de poder, dominio, gloria, status, a pesar de muchas “concesiones” (como ballenas, mulas y otras), sencillamente porque el hombre era el centro del universo. Hoy se puede hablar de jueza, presidenta y ciudadana, por ejemplo, gracias a la evolución y revolución en la sociedad para reconocer el derecho de las mujeres de ocupar tales puestos y roles, ejerciendo el poder, pues antes eran impensables. El lenguaje debe avanzar para ser reflejo de la realidad, porque es dinámico y no una estructura que se imponga y a la que hubiera de rendirse culto. Su belleza y riqueza pueden evolucionar y facilitar la inclusión y la igualdad sin que se resquebraje su esencia. Poner obstáculos artificiales de espacio físico no es válido cuando se trata de reconocer espacio vital a la mitad de la población y reflejarlo cuando nos comunicamos.