Por Ricardo Radulovich, proyecto Huertos Marinos, UCR - [email protected]
Hay una muy sentida preocupación a nivel mundial de que la agricultura no alcanza ya para suplir la creciente demanda de alimento. Por otro lado, la pesca en el mar ha llegado a niveles insostenibles y continúa mermando por sobreextracción. La situación mundial podría ser muy preocupante si no existiera una excelente alternativa, que es cultivar el mar, un abundante y accesible recurso, tremendamente subutilizado, que cubre el 70% del planeta.
Hace milenios los seres humanos pasamos de ser cazadores/recolectores a agricultores. Sin embargo, respecto al mar hemos tardado hasta ahora, cuando la agricultura y la pesca alcanzan sus límites e incluso amenazan con disminuir, para cambiar nuestra posición y pasar de solamente pescar y recolectar a cultivarlo.
Este cambio hacia al mar viene dándose ya por décadas, en lo que se ha llamado la revolución azul, para resaltar su analogía con la revolución verde de la agricultura. De acuerdo con la FAO, la acuicultura, de la cual la maricultura a mar abierto es la de mayor potencial, ha crecido de menos de un millón de toneladas en la década de los 50 a 60 millones de toneladas en el 2004 con un valor de 70.000 millones de dólares, y aumenta rápidamente.
De esta producción el 92% se da en Asia, particularmente en China y Japón, el 4% en Europa y un 4% en todo el resto del mundo. Es decir, descontando la acuicultura en estanques en tierra, y salvo Chile que ha desarrollado cultivo del salmón en jaulas en el mar (aprovechando una vez más la tecnología de países desarrollados de clima templado), la maricultura en nuestro hemisferio es, cuando mucho, embriónica.
Más aún, el cultivo de plantas acuáticas, de las que destacan las algas marinas, con una industria de millones de toneladas y miles de millones de dólares para alimento humano, productos químicos (como los que se usan en pasta de dientes, helados, cremas y un cuanto hay) y otros usos, se da solo en Asia (98% del total); es decir, el resto del mundo no ha entrado en esto, aunque en muchos países se cosechan las algas naturales.
Las algas marinas tienen quizás el mayor potencial para solventar los problemas de la humanidad en lo que sería una nueva agricultura en el mar, que no requiere trabajar el suelo y cuenta con toda el agua que necesita.
Notablemente, las algas marinas podrían producirse para bioenergía neutra en carbono, tanto por el uso de su biomasa (en forma análoga al bagazo de la caña) como para producir biocombustibles. En estos momentos, por lo menos dos grupos en el mundo, uno en Japón y nosotros, estamos trabajando hacia ese objetivo. Nuestros cálculos preliminares indican que con solamente el 3% del área de los mares se podría producir bioenergía para sustituir los combustibles fósiles, fomentando de paso la vida marina.
Así, el cultivo en el mar, tanto de animales como peces, camarones y moluscos en jaulas, canastas y otros encierros, como el de algas amarradas de líneas flotantes y otros mecanismos, es algo que se conoce y practica extensamente en otras partes del mundo y es menester que lo desarrollemos aquí, en vista de las limitaciones mencionadas de la agricultura y la pesca, la necesidad de sustituir los combustibles fósiles, y la inseguridad que proviene del cambio climático.
Si definimos la agricultura como la captura sistemática de energía solar y carbono y su transformación en productos útiles al ser humano, vemos que no hay diferencia conceptual entre trabajar en el mar o en la tierra—aunque sí hay sus diferencias prácticas.
Un país como Costa Rica, que tiene dos mares y solamente en el océano Pacífico tiene 11,4 veces su área terrestre y limita con Colombia y Ecuador, está idóneamente situado para cultivar el mar.
Se han realizado ya varios avances, incluyendo los nuestros del pasado, con distinto grado de éxito, pero aún no se ha dado un paso definitivo hacia ello. Con solo decir que la Ley de Pesca y Acuicultura, de la cual aún no existe reglamento, es sumamente omisa y restrictiva respecto a la acuicultura, sobre todo en el mar, se desprende que desarrollar el cultivo del mar no ha sido considerado de importancia hasta ahora.
Sin embargo, el potencial es enorme y la Universidad de Costa Rica, la Universidad Nacional, e INCOPESCA cuentan con la capacidad y experiencia para dar pasos firmes en desarrollar el manejo del mar que necesitamos, ecológico y equitativo, y en armonía con otros usos como el turismo.
Nosotros, en el proyecto ‘Huertos Marinos’, que estamos recién arrancando con financiamiento del programa Development Marketplace del Banco Mundial, tenemos precisamente el objetivo de avanzar en ello, incluyendo pesca responsable, con pobladores costeros de bajos recursos, y para ellos, particularmente del golfo de Nicoya, e invitamos a personas y a sectores interesados a contactarnos o visitarnos al sitio maricultura.net para que unamos esfuerzos.
(La Nación)
Columnista huésped | 28 de Abril 2008
1 Comentarios
Una de las repetidas frases del gobierno suele ser que Costa Rica será un país desarrollado para el 2020. Pues bien, si no somos capaces de invertir en este momento al menos un 1.5% del PIB en investigación y desarrollo (ID), y si no contamos con un plan realista y paulatino para estar invirtiendo al menos el 2.5% del PIB en ID en el 2020, la tal frasecita se une a la parafernalia de demagogia que suelen vociferar los gobernantes de turno. Y esa inversión, está claro por la situación nacional y el contexto mundial actual, debe ser dirigida a diversos campos, pero, sobre todo, al desarrollo del sector alimentario en general, al sector energético (apuntando al desarrollo de energías limpias, en vez de mirar hacia la destrucción ambiental que mira el gobierno en conjunto con China) y al sector salud. Esperamos con ansiedad que de una vez por todas los políticos de turno se avoquen a tomar decisiones más científico-racionales que ideológico-políticas e intuitivas (por no decir: zafadas), a las que nos tienen acostumbrados.
Carlos LT
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