Por Nora Garita, socióloga
Si a usted lo asaltan en media calle, le roban el celular y los zapatos, sentirá probablemente una mezcla de rabia y de impotencia. Pero si usted pierde la calma le va peor: no solo no recupera lo perdido, sino que puede provocar una reacción horrible en el ladrón.
Lo mismo le ocurre a los países que combaten la violencia con violencia. Todos sabemos de un país cercano cuyas cárceles están llenas de mareros, que al salir de prisión actuarán como fieras sanguinarias. ¿O cree usted en el milagro de alguna cárcel de cuyas entrañas se vean salir angelitos tocando arpa?
Dice una encuesta publicada hace pocos días, que la mitad de los costarricenses está a favor de la pena de muerte para combatir el hampa. Resulta difícil creer el dato. Porque nuestros bisabuelos en el siglo XIX lograron abolirla por una razón muy simple: porque si hubiese un error y se mata a un inocente, esa vida es irreparable. Todos los países que la abolieron conocían muchos casos donde se supo la verdad demasiado tarde. Solo piense por un minuto que si el error cayera sobre un hijo suyo, ¿quién se lo repondría?
Pero claro, hay que hacer algo, queremos vivir tranquilos, queremos un lugar, un hogar sin temores. Entonces, reflexionemos juntos.
Si la violencia es una acción real o una amenaza contra alguna persona o grupo, no podemos limitarnos a pensar solo en la violencia delictiva. Hay violencia al interior de muchas familias, la hay cuando los medios de comunicación estigmatizan a un barrio (como si todos los de ese barrio fueran delincuentes), o cuando se cree que todo grupo juvenil es un grupo de maleantes. A veces la prensa condena a alguien sin haber sido juzgado, a menudo se trata a los migrantes con sospecha. Hay violencia social cuando grandes grupos de personas no tienen oportunidades para su pleno desarrollo como personas. Es decir, la violencia es un fenómeno con muchos rostros, muchas lógicas- y cada una de ellas puede tener explicaciones específicas y maneras particulares de combatirlas-. Así, si la mano dura debe detener el narcotráfico, la misma receta sería contraproducente si se aplica a infracciones juveniles. Jamás una campaña contra la violencia delictiva debe basarse en fomentar el miedo y la violencia, porque eso genera una bola de efectos no previstos y aumenta el mal que se desea combatir. En vez de recuperar la paz, lo que hace es manosearla.
Lo que sí se sabe a ciencia cierta, es que la creciente desigualdad en la repartición de la riqueza produce muchas formas de violencia. El Banco Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, lo han señalado. Ellos hablan de inequidad, que es la palabra empleada para decir que los ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres más pobres. En Costa Rica, el Estado de la Nación ha alertado sobre la creciente desigualdad en el reparto de la riqueza que se produce en nuestro país. Sería absurdo observar cómo la sociedad está creando grupos de excluidos y luego inventar formas de aprisionar sus malestares.
Entonces, ahí tenemos una vía para empezar la prevención de la violencia. El actual ministro de hacienda ha puesto orden a las finanzas públicas, ahora esperamos que impulse mayor justicia tributaria. Nosotros, como ciudadanos, ¿qué podemos hacer? Miles de acciones cotidianas. Inventar nuevas formas de solidaridad, nuevas maneras de estar juntos. Es decir, construir una cultura de no violencia.
En varios países se ha cambiado el concepto de seguridad humana por el de seguridad delictiva. Conforme los Estados fueron dejando atrás tareas de distribución de la riqueza fueron crearon más mecanismos de endurecimiento de penas y de crecimiento de los sistemas represivos. Del Estado Providencia al Estado penitencia. Es la filosofía de la tolerancia cero, que ha hecho crecer la cantidad de cárceles, de encarcelados, y no logra acabar con la multiplicidad de nuevas formas de violencia.
Más prevención o más represión: usted decide.
(Página Abierta - Diario Extra)
Columnista huésped | 24 de Abril 2008
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