Los precios internacionales de alimentos básicos como el maíz y el arroz están por las nubes. Los expertos vaticinan que no bajarán en los próximos años. Varias instituciones internacionales hablan de la crisis alimentaria que esto puede significar para centenares de millones de personas. ¿Qué dicen ahora los economistas que recomendaron desmantelar toda la producción local de alimentos con el argumento de que era mejor comprarle a otro que los produjera más baratos?
Los expertos nos hicieron la siguiente aritmética: si al país A le cuesta 100 producir maíz y al país B le cuesta 75, entonces A debiera dedicarse a otra cosa y comprarle a B todo el maíz. Dijeron: “¿No ven que 75 es menos que 100?” Sin embargo, el mundo resultó más complicado. Hoy B le vende a A el maíz a 150 y ¡nada de caritas! Como el país A, digamos Costa Rica, desmanteló su aparato productivo, hoy no tiene otra opción que comprar el maíz al precio que sea.
Alguien dirá: “Muy fácil, volvamos a producir maíz”. La cosa no es soplar y hacer botellas. Si A se mete otra vez a producir lo hará para exportarlo y ganarse un pucho de plata en vez de consumirlo internamente como alimento. (Para los economistas que me siguen: 150 > 100 > 75).
Esto me lleva a la siguiente pregunta: ¿debe un país asegurarse un determinado nivel de producción de alimentos básicos, garantizarse reservas estratégicas? Mi respuesta es que sí. ¡Me importan un bolillo las matemáticas de pizarrón! Podemos discutir académicamente si la causa de los altos precios es la inexistencia de un mítico libre mercado agrícola. Mientras tanto, en política uno debe siempre prever medios para enfrentar los escenarios de riesgo. En alimentos, EE. UU. y Japón hacen eso. Ciertamente, un país está en una situación riesgosa cuando posee una amplia población de bajos ingresos y carece de opciones frente a una oferta de alimentos caros y escasos.
El problema, sin embargo, es cómo asegurarse adecuados niveles de reservas alimentarias (que no es lo mismo que autosuficiencia). Una salida fácil es reinstaurar subsidios que engorden a productores locales caros e ineficientes. Hoy, varios gremios presionan por eso -¡ah, la dolce vita!-, pero así volveríamos al pasado. Una alternativa es combinar mecanismos de mercado y políticas de apoyo a los productores. El apoyo (financiero, técnico) se daría solo para quienes sean eficientes y ambientalmente responsables. Para evitar que toda la cosecha se exporte, el Estado compraría una proporción de ella a un precio más bajo, como contraprestación del apoyo otorgado. En todo caso, bienvenida la discusión sobre cómo establecer reservas alimentarias estratégicas.
(La Nación)
Jorge Vargas Cullel | 24 de Abril 2008
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