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El dedo "antimachista" del presidente Arias

Columnista huésped | 22 de Abril 2008

Por Víctor Hugo Acuña Ortega, historiador

Con sorpresa y malestar leí unas declaraciones del presidente Arias según las cuales hará todo lo posible para que quien lo suceda sea una mujer. Tras mi primera reacción, en un segundo momento de reflexión, pensé que las declaraciones no eran tan sorprendentes, ya que calzaban con el estilo del señor Arias en el ejercicio del poder, manifestado al menos desde que logró cambiar la constitución para alcanzar su reelección. De igual manera, me pareció que era más productivo transformar mi malestar en un intento de reflexión.

Efectivamente, el presidente Arias tiene una forma peculiar de mandar, la cual ha reaparecido en forma natural en el tema de su sucesión. Su estilo implica desconocer la prohibición expresa que tiene por ley de participar en política partidaria. Pero esto no parece preocuparle, ni es novedad porque en la discusión del referéndum sobre el TLC adoptó una clara posición parcial y partidista, mediante el uso de todo tipo de recursos. Quizás no sea necesario recordar el memorando de los señores Casas y Sánchez.

Pero la cuestión de fondo es el derecho que el presidente Arias se otorga a sí mismo, desde la altura distante en que ejerce su cargo. En su óptica es tanto su derecho como su obligación influir en la decisión de los ciudadanos respecto de quien le sucederá en el cargo. Esta convicción supone que él estima que está por encima de los demás ciudadanos y que él sabe mejor que ellos lo que les conviene y lo que es bueno para el país. En el caso del TLC repitió hasta la saciedad que el tratado era bueno porque él lo decía; a los ciudadanos lo que correspondía era hacerle caso. En el asunto que nos ocupa, critica el machismo, lo cual es por supuesto muy progresista, y esgrime el laudable deseo que pronto el país tenga una mujer electa como presidenta, pero con el objetivo de beneficiar a una persona específica, obviamente, de su beneplácito.

Habría muchas maneras de llamar esta forma de ejercicio del poder: caudillismo, paternalismo, patriarcalismo, verticalismo, elitismo o continuismo. A pesar de los blasones de servidor de la democracia y de la paz que ostenta el presidente Arias, conviene recordar que este estilo de hacer política, autoritario en fin de cuentas, ha sido muy frecuente en la historia republicana de Hispanoamérica y tiene entre sus cultores actuales a personas tan disímiles como el gran amigo de Arias, el presidente Uribe de Colombia, y el, menos apreciado, presidente Chávez de Venezuela.

La pretensión última del presidente Arias ha sido el intentar estar más allá del bien y del mal y por encima de la ciudadanía, bajo el supuesto de que es el elegido para salvar a este país de un pasado trasnochado. Es bajo este supuesto que hoy vivimos lo que podríamos denominar la “contrarreforma arista”, cuyo objetivo final es acabar con el llamado excepcionalismo costarricense. Estas declaraciones suscitan la inquietud de que la “contrarreforma arista”, además del desmantelamiento del patrimonio de reformas sociales de nuestro país, implique el recorte y el menoscabo de nuestra democracia, bajo el legítimo manto de la equidad de género y del combate del machismo. No hay duda que la señora objeto de preferencia del señor Presidente es muy respetable y competente y puede aspirar, como otras tantas mujeres como ella, a la primera magistratura; pero ni al país, ni a ella probablemente, conviene que sea mediante el dedo imperial e imperioso del presidente Arias.

(Página Abierta - Diario Extra)

Columnista huésped | 22 de Abril 2008

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