Por Rolando Araya Monge
¿Qué es progreso? Corrientemente lo entendemos como desarrollo, evolución, avance. Adelantar hacia algo mejor, eso es. No decimos que progresa la delincuencia; buscamos otra palabra, y esta la dejamos para conceptos como el desarrollo de la infraestructura, la tecnología, el confort, la medicina.
Las concepciones mecanicistas de la cultura moderna y el pensamiento occidental nos confinan a verlo todo en términos materiales. Así, es progreso que haya más televisores, más computadoras, más carreteras, más urbanizaciones, más celulares y cosas parecidas. En todo eso ha habido más desarrollo y vemos al pasado con menos comodidades.
Los estudios sociales no incluyen indicadores como el índice de felicidad, o de la calidad de vida. Y es muy útil el de desarrollo humano que toma en cuenta la igualdad, la educación, la salud y otros. Dicho sea de paso, aunque el Gobierno anunció con pompa que había logrado reducir la pobreza, en desarrollo humano vamos para atrás, y en distribución del ingreso, mucho más. Se concentra aceleradamente el ingreso, pero en general, la mayoría de la gente diría que hemos progresado, y estamos mejor.
Veamos eso y preguntémonos algunas cosas de nuestra vida diaria. Pensemos en la situación hace un par de décadas. ¿Hay más, o menos delincuencia? ¿Hay más, o menos adicciones? ¿Hay menos enfermedades mentales? ¿Se puede salir a la calle sin miedo? ¿Hay mejor, o peor atención en las instituciones? ¿Hay más, o menos integración familiar? ¿Hay más vida comunal? ¿Pueden los niños jugar en el barrio, como antes? ¿Es mejor, o peor la educación pública? ¿Hay más, o menos desastres naturales? ¿Eran más limpios los ríos, el aire y las calles? ¿Y la política? ¿Teníamos más o menos ingobernabilidad, o fraudes electorales? ¿Había más corrupción antes, o ahora? ¿Hay menos presas de tránsito? ¿Hay más, o menos accidentes? ¿Hay menos violencia? ¿Más, o menos confrontación? ¿Es mejor la infraestructura? ¿Son mejores los edificios escolares? ¿Hay más degradación urbana ahora, o antes? ¿Hay más libertad de expresión ahora? ¿Somos más, o menos libres? Y lo más importante: ¿Es la gente más feliz ahora, o antes?
Ciertamente hay más centros comerciales, ha subido el Producto Nacional, hay más tecnología, pero el costarricense tiene más miedo, se siente menos seguro, es menos solidario, menos libre, menos feliz, en dos platos. Las ventas de medicinas para las enfermedades mentales suben. Hay más autos, pero se tarda más para llegar al trabajo. Para muchos niños, los helados son más altos, pero el vacío es más hondo. Nuestras casas son prisiones. Aunque se tenga más, se sufre más. Como vemos no es cosa de tener, sino de ser. Teniendo más, somos menos, más insignificantes, más esclavos de las tonterías que hemos ido creando para estar mejor.
¿Qué pasa? Muy simple: lo que llamamos desarrollo se basa en las concepciones materialistas que impone el economicismo, y no en una visión humanista. Hay menos amor, menos solidaridad, menos familia, menos comunidad, menos relación humana. La mayoría de las personas pasan horas en el televisor, sin contacto con sus familiares más íntimos. Eso produce neurosis, estrés, ira, violencia, accidentes, criminalidad, corrupción. Toda una cadena, pues todo está interrelacionado. Pensamos que el crimen es solo cosa de delincuentes, y no sabemos que depende del clima emocional colectivo. Cuando alguien dispara es culpable de matar, mas la neurosis colectiva de la violencia la estamos creando entre todos.
¿Progreso? ¿Quién sabe? Si hablamos de mejoramiento, de igualdad, de tranquilidad, de paz interior, de sensación de plenitud, lo dudo. Quienes pueden, ni siquiera tienen la quietud para disfrutar de la abundancia creada, viven horrorizados con lo que pueda pasar a sus hijos, a que les roben el carro o que los maten. Los más ricos andan con guardaespaldas.
¿Será esa la razón por la cual los jóvenes pierden la fe en la política? Seguramente. Pero todo suma a crear las condiciones para un gran cambio, una gran catarsis social, una gran transformación personal y colectiva; una revolución técnica que establezca un índice de crecimiento humano, no económico; otro para medir la calidad de vida y tener una economía al servicio del ser humano y la vida, no para contabilizar la acumulación de unos pocos. Quizás, las grandes amenazas que anuncian sirvan para hacernos ver la idiotez de llamar progreso a tanta cosa que más bien nos roba la felicidad.
(Diario Extra)
Columnista huésped | 5 de Marzo 2008
0 Comentarios