Por Alexander Mora Mora, diputado
Han transcurrido más de 46 años desde aquel 31 de enero de 1962, cuando en la VIII Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de la Organización de Estados Americanos, celebrada en Punta del Este, Uruguay, se aprobó —entre otras— la resolución que expulsaba a Cuba del sistema americano con 14 votos a favor (Costa Rica entre ellos), un voto en contra (Cuba) y seis abstenciones (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador y México).
En aquella época pudo haber sido entendible esa actitud continental y la nuestra también. El marco imperante era el de la Guerra Fría, que tendía a calentarse, especialmente con los hechos acaecidos entorno a la crisis de los misiles, donde Cuba jugó un papel preponderante en el conflicto ideológico entre la Unión Soviética y Estados Unidos, a finales del año 1962.
Con el pasar de los años, ya a principios de los 70, varios países latinoamericanos, ente ellos Chile, Argentina y Perú, restablecieron relaciones plenas con Cuba. Lo hicieron en un ejercicio íntegro de sus soberanías y escuchando los dictados de la “real politick” imperante en aquellos momentos, leyendo, con atención los primeros signos de cambio que se sucedían y que nos condujeron poco a poco hacia nuevas vertientes de entendimiento, que nos han traído a las costas de lo que ahora denominamos mundo globalizado.
A la fecha solo dos países de América Latina no mantienen relaciones diplomáticas con Cuba: El Salvador y Costa Rica. No está de más afirmar que en un acto de respeto a las decisiones propias y soberanas del gobierno cubano y del principio universal de no intervención en los asuntos internos de otros Estados, casi todos los países latinoamericanos fueron, uno a uno, recomponiendo sus relaciones con Cuba, hasta llegar en estos días de febrero a escuchar al presidente Manuel Zelaya anunciar su decisión de reactivar plenamente las relaciones diplomáticas entre Honduras y Cuba, luego de designar por primera vez en 45 años un nuevo embajador en La Habana.
El mundo de hoy ya no se rige por ideologías filosófico político económicas inamovibles, estamos hablando de que en el mundo actual globalizado, donde las fronteras van cediendo, las concepciones ideológicas rígidas (sí es que aun quedan) pasan a un segundo plano. Así ha quedado demostrado con la histórica decisión, muy aplaudida, del presidente de la República, Óscar Arias Sánchez, de establecer relaciones con la República Popular China.
Es necesario y urgente que Costa Rica rompa con este último tabú y se sume a la mayoría aplastante de naciones de nuestro entorno geográfico inmediato y del mundo, que mantienen una relación fluida con Cuba. Y sea dentro del marco de las relaciones plenas donde Costa Rica reafirme su vocación de tender puentes para el logro de respeto a los derechos humanos y la armonía internacional.
(La Prensa Libre)
Columnista huésped | 15 de Marzo 2008
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