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Enfoque

Jorge Vargas Cullel | 7 de Febrero 2008

Con el triunfo electoral de su candidato presidencial Ronald Reagan en 1980, el Partido Republicano logró quebrar la extraña alianza que por décadas había permitido al Partido Demócrata ser el partido dominante en los Estados Unidos. Ellos eran, a la vez, el partido de los blancos sureños racistas y conservadores, que no perdonaban a los republicanos ser el partido de Lincoln, y el de los obreros e intelectuales progresistas del norte del país. Así siempre descolocaban a sus oponentes. Reagan desgajó el ala conservadora demócrata y estableció al Partido Republicano como un sólido partido de derecha. Y, de paso, sumió al Partido Demócrata en una crisis de identidad.

A partir de entonces los republicanos amalgamaron a conservadores, neoliberales y a “duros” en política exterior, en una aceitada maquinaria electoral que arremetió contra el Estado de bienestar construido por los demócratas. Más tarde, los fundamentalistas religiosos se insertaron en el partido y lograron que las “guerras culturales” contra el aborto, la homosexualidad y los inmigrantes ilegales ocuparan un lugar preeminente en su plataforma.

No es casual, por tanto, que los republicanos triunfaran en 5 de las 7 elecciones presidenciales celebradas desde 1980 y rompieran el prolongado dominio demócrata sobre el Poder Legislativo. Estos se convirtieron en un partido reactivo, atrapado por conflictos internos. Sus únicos éxitos fueron cosechados durante los años noventas cuando Clinton aprovechó una recesión económica y luego viró hacia la derecha al “robar” hábilmente reivindicaciones republicanas (como la austeridad fiscal).

Hasta que… bueno… llegó George W. Bush. Su ambición (confesada por su exasesor Rove) era montar una hegemonía republicana indiscutida mediante la instrumentalización de la guerra contra el terrorismo. Pero la combinación de guerras embarulladas en Oriente Medio y, últimamente, la amenaza de recesión económica han probado ser letales para el Presidente. Según la última encuesta NYT/CBS (9-12 enero 2008), solo el 29% de los estadounidenses aprueban su gestión –hay que remontarse a Nixon para tan bajos niveles– y apenas un 19% cree que la economía va en la dirección correcta. Los temas favoritos de los republicanos (valores morales, terrorismo y aborto) no concitan interés mientras que la economía y la guerra, que favorecen a los demócratas, son los más importantes.

¿Asegura esto el triunfo demócrata? Para nada: los republicanos han demostrado ser más hábiles en el terreno electoral. Sin embargo, las condiciones son propicias para un cambio político.

(La Nación)

Jorge Vargas Cullel | 7 de Febrero 2008

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