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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 15 de Febrero 2008

No creo que a la gente que domina nuestro teatro le haya importado gran cosa el fallecimiento de Emilio Carballido, que se produjo en estos días.

Se trata de quien sin duda alguna era el primer dramaturgo mexicano, y uno de los primeros de América. Pero uno de los últimos sobrevivientes entre los que creían que el teatro es un noble género literario y no un pretexto para experimentos de espectáculo con frecuencia analfabéticos. Eso que llaman “propuestas”, que rara vez se convierten en “dispuestas” (El hombre propone y Dios dispone) y como propuestas pasan al archivo de lo que tuvo pocos días de vida.

En los buenos tiempos de nuestro teatro, las obras de Carballido tuvieron éxito. En el viejo, añorado Teatro Arlequín, dos piezas suyas tuvieron una recepción extraordinaria del público educado y la crítica: La Rosa de dos Aromas y Orinoco, bellos momentos de lucimiento de nuestras actrices, y estupendos ejemplos de un teatro puesto al servicio y cultivo del espectador alfabetizado y no de sí mismo, tal y como fue desde los tiempos de Esquilo hasta algunos años antes de nuestros días.

Por aquí anduvo Carballido alguna vez, y se conectó con círculos intelectuales, literarios y artísticos, pues a más de dramaturgo era un buen narrador. Dos novelas suyas: El Tren que corría y Las Visitaciones del Diablo, figuran entre las mejores, más curiosas y más originales que han salido en México en las últimas décadas.

En otros tiempos, ya grupos y teatros estarían preparando y anunciando piezas suyas como homenaje a tan ilustre escritor teatral. Estoy seguro de que en las capitales latinoamericanas del teatro: Buenos Aires, Montevideo, Santiago de Chile, México, se verán en estos días obras de Emilio Carballido. Aquí, los más viejos nos limitaremos a recordar los maravillosos momentos de teatro que tuvimos con Orinoco y con esa maravillosa, originalísima comedia que es La Rosa de dos Aromas.

(La República)

PERFIL: EMILIO CARBALLIDO

Por Aída Castro

Ciudad de México - “Para mí todo el acto literario es un placer, ya tengo unas 15 o más novelas, dos tomos de cuentos, algunos ensayos, antologías y colecciones de obras que me interesan mucho”, afirmó Emilio Carballido. “Escribo cuando se ofrece, me levanto a las once de la mañana o a las 12, pero si es necesario lo hago a las seis de la mañana y salgo a brincar a donde se pueda. Soy lo que se ofrezca, no quiero tener ni horario ni rutina, ni ser empleado de mí mismo”, expresó el escritor, poeta, cuentista y dramaturgo veracruzano en el 2002, tras recibir el Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón.

Emilio Carballido nació en Córdoba, Veracruz el 22 de mayo de 1925. Fue el primer alumno en cursar la maestría en Letras con especialidad en Arte Dramático, por la UNAM en 1949. Fue subdirector de la Escuela de Teatro de la Universidad Veracruzana y maestro de arte dramático en el INBA, la UNAM y varias universidades de Estados Unidos. Dos veces becario del Centro Mexicano de Escritores, fue asistente de Salvador Novo, de Fernando Wagner y de Seki Sano, lo que le dio una formación de fondo. Además, es considerado uno de los pilares del teatro contemporáneo.

Desde su perspectiva además del talento natural y de la formación, para ser un buen dramaturgo expresaba que se necesita tener oficio literario sensato, escribir bien, porque una idea puede ser muy buena, pero si no esta bien escrita no sirve para nada ni tendrá eficacia: “El dramaturgo es un poeta de la escena, nada más”.

Formador y promotor de nuevos autores mexicanos, fue becario del Instituto Rockefeller de Nueva York en 1950 y del Centro Mexicano de Escritores entre 1952 y 1956. Destacó como guionista de cine en más de 50 películas.

La obra más conocida de Carballido es como dramaturgo, pero también es autor de novelas, cuentos, piezas para ballet, óperas, y guiones cinematográficos. Antes de cumplir los 25 años de edad, su primera obra teatral fue puesta en escena: Rosalba y los llaveros, estrenada en Bellas Artes de 1950, bajo la dirección de Salvador Novo, quien era jefe del departamento de teatro, quería estrenar una obra para inaugurar la temporada internacional.

Carballido escribió obras de teatro a partir de 1948, de las que destacan: La zona intermedia (1948), La triple porfía (1948), Medalla al mérito (1949), Rosalba y los llaveros (1950), Las cartas de Mozart (1974), La vida de Chucho el Roto (1980), Tiempo de ladrones (1980). De su obra literaria se encuentran las novelas: La veleta oxidada (1956), El Norte (1958), Las visitaciones del diablo (1964), El Sol (1970), Los zapatos de fierro (1976 ).

Así como los cuentos: La desterrada (1956), La plaza después del combate (1956) y La caja vacía (colección de 10, 1962). Los guiones cinematográficos: Macario (basada en una obra de B. Traven, 1961), La adoración de los magos (1968), y Los novios (1970).

Formó parte de la generación que surge tras la de Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Rodolfo Usigli, quienes con la formación en 1928 del teatro Ulises inauguraron un movimiento de vanguardia y renovación teatral que hizo de México un país contemporáneo. A la de Carballido se le conoce como la Generación del medio siglo.

De ella destacan Héctor Mendoza, Luisa Josefina Hernández, Jorge Ibargüengoitia y el mismo Carballido, quien reconoce que la presencia en México del director teatral Seki Sano, alumno de Stanislavski, supuso una influencia de primera mano del realismo como técnica de dirección y actuación. Fue maestro de Sabina Berman y Víctor Hugo Rascón Banda a quienes reconocía como dos cabezas de generación.

En la obra del veracruzano, la presencia del mar es una constante. Fotografía en la playa es un ejemplo, fue reestrenada en Bellas Artes en 2004. Se trata de un texto “nostálgico que narra la historia de la separación de una familia en donde todo se vuelve frágil, un ya pasó todo y de repente se extingue”, explicó el autor.

Algunos meses del año los pasaba en su casa de la ciudad de México porque cada vez le gustaba más vivir en Xalapa con sus dos gatas. Al escritor le costaba mucho trabajo estar lejos del mar: “Me encanta el mar y cuando puede se filtra entre mis obras”, decía Carballido.

En 1995, Juan Domingo Argüelles cuenta que al preguntarle a Emilio Carballido si entre su amplia y variada bibliografía narrativa y dramática tenía un libro preferido, él le contestó: “No es precisamente que tenga un libro preferido o favorito, sino que hay cosas que solas se colocan en posiciones privilegiadas. Digamos que la recepción que tienen influye mucho en que uno las reestime. O, a veces, la falta de recepción hace que esté uno triste y las quiera más. De las novelas, El norte, por bien tratada, y El sol, por maltratada, son de mis consentidas. En teatro, Yo también hablo de la rosa, El relojero de Córdoba, Rosalba y los llaveros, que es la primera, y Rosa de dos aromas y Orinoco, entre las últimas”.

Su obra teatral fue admirada sin reservas por Rosario Castellanos, quien señaló: “en el teatro ha logrado la creación de obras más perfectas y admirables. En Emilio hay una cualidad esencial: la simpatía. Con ella se ha acercado siempre a sus criaturas para comprenderlas, para interpretarlas. Ella le ha permitido ir más allá de las meras apariencias para alcanzar el núcleo más verdadero de las leyes generales que rigen los fenómenos de la conducta y la personalidad humanas”.

En el 2002 recibió varios reconocimientos. En abril, el Ariel de Oro por su obra como guionista, recordado por textos como Rosa de dos aromas, Hacer el amor con otro y El Águila descalza.

Por ser “un literato siempre joven, propositivo, contemporáneo e innovador”; en mayo,obtuvo el Premio Nacional de Dramaturgia Juan Ruiz de Alarcón; y el 31 de julio, ingresó a la Academia de las Artes en una ceremonia que se llevó a cabo en el Museo Nacional de San Carlos.

En enero de 2003, Carballido superó una trombosis cerebral y una neumonía que lo mantuvo hospitalizado en el Centro de Especialidades Médicas de Xalapa, Veracruz y el hospital ABC de la ciudad de México. En el 2005, en el marco del festejo por sus 80 años y tras el estrenó su obra Lula y Perla (más la justicia), le fue colocado un marcapasos sin complicaciones.

El 16 de marzo de 2007, el dramaturgo veracruzano y Héctor Herrera, su pareja desde hace 20 años, solicitaron a la delegación Benito Juárez su registro como una sociedad de convivencia. Más adelante, el escritor veracruzano pidió a todos los estados del país abrirse a la Ley de Sociedades de Convivencia, especialmente a aquéllos que aún no lo han hecho, pues aseguró que de lo contrario “todos los inquilinos van a venir a México corriendo”.

(El Universal - México)

Alberto F. Cañas | 15 de Febrero 2008

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