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Un tributo a Jorge Debravo

Luko Hilje | 29 de Enero 2008

Vuelvo a Debravo. Y, ¿cómo no hacerlo? Si decir Debravo es decir vida, amistad, justicia, tierra, fraternidad, amor, naturaleza, sexualidad, patria, humanidad y tantas cosas más que encarnan fenómenos, valores, conceptos y sentimientos hondos, que nos resultan preciados y eternamente vigentes. Y digo que vuelvo a Jorge -prefiero llamarlo así, por serme más familiar-, pues en el año recién concluido escribí varios artículos sobre él por la prensa, en conmemoración del 40 aniversario de su muerte.

Pero esta vez lo hago para anunciar una buena nueva: la reciente aparición de la publicación que, con el título Jorge Debravo, un hombre palabra, hizo la Revista Comunicación (del Instituto Tecnológico de Costa Rica), correspondiente a un número monográfico suyo dedicado a la memoria de tan querido poeta.

Debo confesar que yo desconocía la existencia de dicha revista, hasta que hace poco más de dos años me invitaron al acto de entrega de un número monográfico dedicado al sabio naturalista y filósofo Alexander Skutch. En él se recogieron las ponencias que varios de nosotros presentamos en un simposio organizado poco después de su muerte, en la Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica. No cabe duda de que esos 12 textos de aproximación a sus aportes representan lo más completo escrito sobre él hasta ahora y, sobre todo, un excelente estímulo para que algún día se acometa la ingente tarea de analizar de manera integral y exhaustiva su rica y provocadora obra, concentrada en los ámbitos biológico, conservacionista y filosófico.

Fue entonces cuando conocí a la Lic. Teresita Zamora, su directora, quien por cierto me invitó a escribir una semblanza del médico y naturalista alemán Karl Hoffmann -cirujano de nuestras tropas en la Guerra Patria-, la cual apareció al año siguiente. Y, en una conversación de corrillo con ella y su colega filólogo Gabriel Vargas, de súbito empezamos a hablar de los poetas turrialbeños, y especialmente del querido amigo Marco Aguilar.

En tan propicia coyuntura, les comenté que, con el poeta y promotor cultural Erick Gil Salas, en octubre de 2000 habíamos hecho una amplia entrevista a Marco, de la cual publicamos un extracto en el Semanario Universidad en agosto de 2004 con el título Jorge Debravo, en la mirada de Marco Aguilar, pero que el texto original era mucho más rico y, además, ponía a ese testigo de excepción que es Marco, en primera persona. Y, de inmediato, se me ocurrió sugerirles que hiciéramos un número monográfico dedicado a Jorge, encargando a varios autores la preparación de materiales originales o inéditos.

Dinámica, entusiasta y diligente, Teresita pronto me avisó que estaba anuente a concretar esta iniciativa y, hecho el contacto con Erick, éste se dio a la tarea de reunir los materiales pertinentes. Yo contribuí apenas con sugerirle al amigo escritor Luis Enrique Arce que preparara un artículo sobre la presencia de Jorge en San Isidro de El General; aunque fallé en conseguir que alguien escribiera uno análogo sobre su estadía en Naranjo.

Y… bueno, por fin, a mediados de diciembre de 2007, en el propio año de conmemoración del 40 aniversario de su lamentable muerte, salió a la luz el tan ansiado número, gracias a la colaboración de numerosos autores, contactados por Erick o Teresita. En un acto muy hermoso, lleno de calidez y excelsa música, y en presencia de Margarita Salazar, viuda de Jorge, se hizo la entrega de esa edición especial, allá en el Tecnológico.

En sus 82 páginas, profusamente ilustradas, e incluso con fotografías poco conocidas, aparecen entrevistas con personas que trataron a Jorge, como su entrañable amigo Marco, el recordado poeta y maestro don Isaac Felipe Azofeifa, y ese escritor y gran promotor cultural que fue don Chico Zúñiga. Pero, también, nuevas interpretaciones de la obra de Jorge, en lo técnico y lo humanístico, por parte de Magda Brenes Papayorgo -quizás la mayor estudiosa de su obra-, Francisco Rodríguez, Oscar Montanaro, Maribel Madrigal y Adriano Corrales.

Muy llamativo me pareció, por heterodoxo y revelador, el artículo del amigo William Solano sobre la condición de estudiante superdotado que fue Jorge, a pesar de que -por razones geográficas y económicas- debió encarar tantas dificultades para expresar su potencial intelectual. Y, sin duda alguna, es hermosamente humano el texto sobre el periplo por tierras generaleñas que con gran meticulosidad Luis Enrique Arce rescató, mediante numerosos testimonios orales de quienes compartieron con Jorge horas laborales o de cultura y poesía en esos hermosos parajes sureños.

¡Qué lindo sería poder un día recapitular su estadía en Naranjo, mi pueblo natal! De ésta, en la revista aparece una foto tomada de un añoso periódico -que Marco nos facilitó-, de Jorge leyendo poesía en el parque de dicha ciudad. Y sé que, durante esa época -porque lo pregunté a doña Nidia, su esposa-, él frecuentaba al poeta, abogado y compañero de ideales Arturo Montero Vega, quien incluso le dedicara un poema, intitulado Debravo, tras la muerte de su querido amigo.

Lástima que ese poema no fuera incluido -supongo que por razones de espacio, pues apenas seleccionaron cuatro, de Alfredo Cardona Peña, Laureano Albán y Mario Picado- al final de la revista, como tampoco aparecieron sendos poemas de Marco y Julieta Dobles, de altísima calidad literaria y gran hondura humana. Pienso que algún día valdría la pena recopilar todos los poemas que se han escrito sobre Jorge, tal vez aprovechando la coyuntura de la publicación de sus obras completas, que pareciera se concretará este año.

En fin, lo bueno es que ya disponemos de este número especial de la Revista Comunicación, que sin duda nos permitirá aquilatar de manera aún mejor el significado de la fecunda y vigorosa senda que Jorge supo abrir, con su gran calidad poética, pero también entendiendo de manera visionaria -con lo generoso que fue con sus colegas coetáneos, y que todos le reconocen- que por ella transitarían muchos otros, aunque él ya no estuviera.

Terca y omnipresente en su obra, a tiempo le advirtió a la muerte que no lo podría vencer excepto físicamente, quizás adivinando que su labor de hermano mayor -en la acertada calificación del escritor Adriano Corrales- se perpetuaría a través de tantos otros poetas -por supuesto que no de algunos curiosos y mezquinos egos que persisten y se solazan en sus afanes por descalificarlo-, como de veras ha ocurrido desde que él partió.

Luko Hilje | 29 de Enero 2008

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