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Enfoque

Jorge Vargas Cullel | 27 de Diciembre 2007

Ahora que, por fin, algún rayo de sol se cuela entre los nubarrones grises y nos recuerda que estamos en un país tropical, pienso en lo que para mí es la mayor agarrada de chancho del año. El premio va para [silencio por favor] … la siempre postergada modernización del transporte colectivo de la Gran Área Metropolitana. En esta materia una vez más llegamos a un 28 de diciembre, Día de los Inocentes, con las manos vacías, aunque, como siempre, nuestras autoridades hablaron de proyectos fantásticos a lo largo del año: qué están viendo como ponen trenes de superficie modernos; qué ya empieza la sectorización del transporte, que exigirán estándares de calidad.

El 2007 no fue, sin embargo, una tomadura de pelo más. Este año vencían muchas concesiones del servicio de autobuses, una coyuntura inmejorable para forzar su mejora. Llegó el momento tan anunciado y el Estado no estaba preparado para hacer otra cosa que bajar la testuz ante los empresarios de transporte. El 1º de octubre, la Viceministra y Presidenta del Consejo de Transporte Público declaró: “La sectorización no avanzó en las anteriores administraciones y ahora no se pueden lograr avances importantes en 15 días”. ¿Resultado? Las concesiones se prorrogaron por otros siete años.

En el ambiente festivo de fin de año, todo esto se podría tomar a chunga, un indicador más del folclor tico junto con las insoportables corridas de toros. Se podría, repito, si no fuera porque la triste realidad de nuestro transporte público afecta la vida de millones de personas y su mal funcionamiento deprime las actividades económicas y la calidad de vida en el Área Metropolitana. Los usuarios no son, por supuesto, “gente linda”, esos rubitos que compran chuzos de último modelo, pero son muchos y merecen respeto. Lo peor es que en este tema ya se sabe lo que debe hacerse: los estudios del ProDUS de la Universidad de Costa Rica (2001), del PRUGAM (2006), con fondos de la Unión Europea, y la propuesta de sectorización del transporte (2004) del mismo MOPT, dan pautas claras sobre la reforma del servicio.

Al renovar las concesiones de los buseros, las autoridades afirmaron que introdujeron requisitos de calidad de servicio y que rediseñarán rutas –esto último se encuentra “en análisis técnico”–. ¿De veras? ¿Dónde queda Disneylandia? Un país urbanizado, que gasta en petróleo lo que le ingresa en inversión extranjera, necesita un excelente servicio de transporte público: ahorramos plata, mejoramos ciudad y vivimos mejor. Es una locura que el mal servicio de buses estimule cada vez más la compra de carros y empuje a los pobres al transporte informal.

(La Nación)

Jorge Vargas Cullel | 27 de Diciembre 2007

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