¿Para qué sirve el puesto fronterizo de Peñas Blancas? ¿O el de Paso Canoas? Sabemos que se tratan de un par de pocilgas donde rondan personajes que vuelan bajo –dentro y fuera de las oficinas– y funcionarios amohinados que parecen estar cumpliendo una condena penal.
Además, con su suciedad y tufo a miseria y plata fácil, ambos lugarejos dan vergüenza como cartas de presentación de nuestro país. En un mundo regido por la estética y la justicia, lo dicho sería suficiente para borrar estos sitios del mapa. Sin embargo, como estamos en este valle de lágrimas, entiendo que estas cavilaciones no contestan la pregunta inicial.
Mi respuesta: los puestos fronterizos son inútiles, no sirven; por eso propongo demoler estos y todos los puestos que tengamos en las fronteras con Panamá y Nicaragua. No sirven para controlar el movimiento de personas entre países; basta caminar unos 500 metros para cada lado de estos lugares para pasar, a pata o en carro (Paso Canoas), hacia el otro lado. Todo el mundo lo sabe y todo el mundo lo hace.
Hace ya rato que las personas borraron las fronteras. ¿Que nos vamos a inundar de nicas? Si se trata de atajar personas, ataja más goles el portero de la selección de Costa Rica en un partido contra Brasil que el puesto de Peñas Blancas.
Los nicaragüenses que querían venir ya están aquí. Como flujo, la migración se ha estabilizado. Los mercados de trabajo nica y tico están integrados: este año estamos necesitando cerca de 50.000 trabajadores nicaragüenses. Y, si más nicas quieren venir, de todas maneras lo harán. Además, sin los puestos tendríamos una gran ventaja: le quitamos el negocio a los coyotes.
¿El control de las mercancías? Estoy seguro de que en conjunto con nuestros vecinos podemos diseñar controles más eficaces que un empleadito fronterizo revisando furgones, diligencia a veces complicada porque, como a menudo se le pierden los lentes, no ve lo que tiene que ver y no hay una óptica cerca.
El punto de fondo es que nuestras fronteras son porosas y no tenemos plata ni voluntad para construir un muro como el de los gringos (inútil, por lo demás). Entonces, actuemos en consonancia. Con una cédula debiera bastar para moverse libremente hacia nuestros países vecinos y desde ellos. Siempre podemos reforzar los puestos policiales cercanos a las fronteras para mantener el orden público. Como complemento, hay muchos proyectos de cooperación transfronteriza que podrían impulsarse, en las áreas de salud, educación, producción y conservación ambiental. Transformar nuestras fronteras en ejemplos de integración real nos conviene. Además, hasta ganaríamos en estética.
(La Nación)
Jorge Vargas Cullel | 20 de Diciembre 2007
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