Por Miguel Picado, presbítero
Bajo el pomposo título de “Con la fe no se juega”, (La Nación, 19 de noviembre), don Jaime pontifica y se coloca a sí mismo como defensor de la cristiandad. Ceremonioso afirma: “En estos meses la Iglesia sufrió el golpe más duro que haya sufrido en nuestra historia”. (Se refiere a los meses del TLC). Y a reglón seguido ofrece estadísticas, pero de años anteriores. Su falta de rigor lógico da pena. ¡Espabílese don Jaime!
Luego, sin que tenga ninguna relación lógica con la plural participación de eclesiásticos en el torno al TLC, don Jaime saca a relucir lamentables e injustificables situaciones del clero de los Estados Unidos. El procedimiento es del todo irracional, pero busca producir un efecto emotivo en los lectores desprevenidos. Don Jaime, escuche: los lectores ingenuos ya no existen. Mejor nuestro médico se limitara al ejercicio de su profesión.
Señala el médico extralimitado que la fe cristiana está siendo asediada por el secularismo. El diagnóstico se queda corto porque no indica la causa principal del secularismo: la cultura del capitalismo, hedonista, derrochadora, que ignora el pudor, el respeto a las tradiciones, que ve en la creación sólo materia prima para el enriquecimiento de las transnacionales, que quiere patentar los organismo vivos, incluso los microorganismos, los embriones humanos incluidos. Quisiera conocer la opinión de don Jaime sobre el Tratado de Budapest, que forma parte de las leyes de implementación del TLC. Ojalá no se esconda. Y después, repitiendo como grabadora la retórica que puso a circular Mr. George Bush para llevar la guerra a Iraq, aquella de las armas de destrucción masiva y otras mentiras universales, para todos desmentidas salvo para don Jaime, nos receta que “un islamismo militante quiere terminar con nuestra fe”.
Luego de tan larga como innecesaria introducción, don Jaime sale con que algunos curas aseguraron que votar por el Sí iba contra Dios.
Los 94 presbíteros (cifra muy inferior a la totalidad del clero que está contra ese tratado) que firmamos un juicio ético contra el TLC, nunca dijimos, ni siquiera insinuamos, que votar por el Sí iba contra Dios. Redactamos y firmamos un juicio ético sobre el TLC. Primero se analizó el texto del tan famoso como lamentable tratado y se ubicó en el contexto nacional. Los resultados así obtenidos se juzgaron a la luz de la doctrina social de la Iglesia. No redactamos un documento religioso, sino ético, con el que se puede estar de acuerdo o en desacuerdo, sin necesidad de ser creyente o no. Ofrecimos razones, no argumentos de fe.
El médico extralimitado lamenta que nuestros obispos no hayan denunciado “a estos curas”. Espabílese don Jaime: la Iglesia no es una fábrica donde el gerente puede disponer hasta del voto de sus trabajadores y trabajadoras, según se demostró ampliamente en el proceso de referendo, manipulación de las conciencias que, según parece, a nuestro médico le parece muy decente y apropiada. Tampoco es la Iglesia un partido político al estilo de Liberación Nacional, donde la táctica del miedo sirve para quebrar voluntades, incluso de los alcaldes, según dictó un célebre memorando acatado al pie de la letra. Don Jaime, si no ha averiguado que la Iglesia no se gobierna ni como una empresa ni como un partido político, absténgase, por favor, de escribir sobre ella.
Columnista huésped | 12 de Diciembre 2007
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