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La Fiscal�a y los valores de nuestra Rep�blica

Columnista huésped | 7 de Noviembre 2007

Discurso de Fernando Cruz Castro, magistrado, al recibir el Premio Francisco Chaverri

Le debo mucho a tanta gente, mantengo una deuda con un pa�s que me brind� bienestar y dignidad. Soy hijo del Estado del bienestar que se logr� construir lentamente con la contribuci�n y el sacrificio de muchos conciudadanos. Vienen a mi memoria tantas personas que me apoyaron, me toleraron, me comprendieron y supieron disimular mis defectos y destacar mis virtudes. Realmente no creo que haya hecho nada importante, salvo cumplir con mi deber, as� es que no es necesario entrar en detalles sobre mi vida personal o profesional, prefiero recordar algunas ideas, propias y ajenas, que han inspirado mi vida, aunque sin lograr la excelencia que exige la eternidad, de la que cada uno tiene su versi�n.

Marco Aurelio (121-180), el sabio emperador romano dijo: “… Es propio del hombre amar incluso a quienes lo ofenden. Esto ocurre cuando piensas que son tus semejantes y que han errado por ignorancia y sin querer; cuando piensas que, en muy poco tiempo, ambos estar�is muertos, y que, sobre todo, no te ha perjudicado, pues no ha da�ado tu gu�a interior que contin�a como era”. Quiz�s resulte dif�cil amar a quien nos ofende, pero pens�ndolo bien, en la perspectiva de nuestra temporalidad, las ofensas desaparecen por la comprensi�n, por el paso del tiempo y porque no han cambiado nuestra gu�a interior.

En la Fiscal�a, muchas veces record� las palabras de Cicer�n, quien destacaba que “…la cortes�a nos procura amigos, la verdad, enemigos”. La ofensa, la verdad y la incomunicaci�n son parte de las estaciones que he recorrido en mi vida profesional. En este sint�tico e �ntimo recorrido, conservo intacto el agradecimiento a la sociedad costarricense, pues sin su apoyo y confianza no habr�a podido ocupar posiciones de privilegio en la fiscal�a o en la judicatura.

Tuve el privilegio de conocer a don Francisco Chaverri. Al hacer un inventario de mi juventud, hace treinta y dos a�os, ten�a veintis�is a�os, me viene a la memoria el recuerdo de quien fuera el primer jefe del Ministerio P�blico. Era impaciente, explosivo, vehemente, franco, �spero, pasional, valiente. Mi vida profesional se benefici� por el paso de don Francisco. Me estimul� mucho y lleg� a confiar mucho en mi trabajo. Capt� que por su impaciencia, no pod�a uno tardar mucho explic�ndole un asunto. Me sorprendi� que muri� a los cincuenta y nueve a�os, es decir, un a�o m�s que los que yo tengo ahora. Paradojas del tiempo, nos alcanza y nos permite asomarnos a la ventana de la eternidad. Cuando me comunicaron que me hab�an otorgado el premio que lleva su nombre, me invadi� la nostalgia, por el tiempo que se ha ido y por la forma en que nos vamos despidiendo. Este tr�nsito permanente, impone una irremediable nostalgia.

Tuve discusiones con don Francisco, algunas de ellas dif�ciles, pero nunca se molest�. Despu�s de la discusi�n, respet� mi punto de vista y la relaci�n y comunicaci�n se mantuvo fluida. Don Francisco fue un referente en mi vida y que cada vez que lo recuerdo a�oro el pasado, que convierte las experiencias en sue�os; la conciencia del presente nos arrebata ese sue�o, como si se hubiese perdido algo de la vitalidad desbordante que me acompa�aba en mi juventud. Los buenos tiempos, seg�n decimos, son el pasado que deforma una realidad que dej� de serlo. Recordar a don Francisco es como volver a los buenos tiempos, era m�s ingenuo, ten�a m�s vitalidad, mis padres estaban vivos y don Francisco asum�a, valientemente, una responsabilidad que luego me toc� asumir varios a�os m�s tarde. Era una de esas personas que hacen diferencia.

Pero debo reconocer que m�s all� de las nostalgias y los recuerdos, no puedo ignorar que el Estado costarricense, nuestra institucionalidad ha sido construida por muchos costarricenses, destacados y an�nimos, que nos han heredado un pa�s singular, aunque a veces pensemos que no somos gran cosa. Figuras como Juan Rafael Mora, Jorge Volio, F�lix Arcadio Montero, Ricardo Jim�nez, Rafael Angel Calder�n, Manuel Mora Valverde, Carlos Luis Fallas, Monse�or Sanabria Mart�nez, Jos� Figueres Ferrer, Rodrigo Facio, son parte de esos costarricenses destacados que junto con un pueblo esforzado nos heredaron este pa�s que con ligereza se dice que es ingobernable, pero quiz�s la ingobernabilidad provenga de los valores y tradiciones que se gestaron lentamente y que exigen convencimientos y no consignas. Al leer los conceptos y las ideas de los costarricenses que forjaron esta Rep�blica, es inevitable destacar algunas.

Don Ricardo Jim�nez, a prop�sito de la conversi�n de un cuartel en Escuela y que lleva el nombre de Juan Rafael Mora, expres� lo siguiente: “… Para m� el cuartel era el s�mbolo de los gobiernos fuertes, es decir, de los gobiernos tir�nicos: el s�mbolo, no del ej�rcito que sirve de escudo a las libertades y a la soberan�a de la naci�n, sino el s�mbolo del militarismo que es cosa muy distinta. ‘Esto matar� aquello’, dec�a V�ctor Hugo, y yo me dije: la escuela matar� el militarismo y si no el militarismo matar� a la Rep�blica. De nosotros se ha dicho que somos un pa�s que cuenta con m�s maestros que soldados y que transforma cuarteles en escuelas. Completemos la f�rmula y digamos: un pa�s que tiene m�s maestros que soldados y que transforma cuarteles en escuelas…”.

Tambi�n don Ricardo, cuando se enter� del decreto que disolvi� el Congreso, siendo Presidente del Poder Judicial, redact� una nota de renuncia dirigida a los miembros del Tribunal Supremo, en la que considera que tal acci�n es un ataque mortal a la Constituci�n, mencionado, textualmente, “Mi autoridad se deriva de ella, y se ha extinguido al extinguirse su fuente…”. Entre las curiosidades que menciona don Joaqu�n Vargas Coto, destaca que algunas personas iniciaron una campa�a con el prop�sito de regalarle una casa don Ricardo, pues viv�a en una casa de alquiler, muy modesta, por cierto. El veterano pol�tico, al enterarse de tal pretensi�n, expreso en un reportaje: “Si la idea en vez de ser la de regalarme una casa, fuera para adquirir una tumba, menos mal, porque una vez metido en ella no oir�a los comentarios de las gentes de que a don Ricardo lo entierran en una fosa regalada”. Esta es una muestra de la profundidad de nuestro esp�ritu republicano, que de todas maneras y por desgracia, no garantiza su inamovilidad.

De igual forma, una figura como Monse�or Sanabria, en una �poca dif�cil, se atrevi� a decir en 1938: “No hemos de perder de vista en estas cuestiones que lo que hay de justicia en las ideas comunistas- a ellas nos referimos tomado est� del cristianismo y calcado est� sobre las exposiciones de Le�n XIII y de P�o XI. S�lo que en el sistema comunista se hallan tales bondades curiosa y sarc�sticamente mezcladas, contra todas las reglas de la l�gica, con otras ideas diametralmente opuestas a ellas, que neutralizan y destruyen su efecto”. Qu� privilegio tuvo Costa Rica de poder contar con una persona de tan amplio criterio como Monse�or Sanabria, hace m�s de sesenta a�os, en una �poca en que no era usual analizar el comunismo desde una perspectiva anal�tica. Su actitud y sus acciones tuvieron un efecto determinante sobre la paz social que ha tenido Costa Rica desde mediados del siglo XX.

La menci�n de Monse�or Sanabria se vincula con la intervenci�n de otro costarricense destacado como Calder�n Guardia, quien al proponer las garant�as sociales, variando el papel tradicional del Estado, menciona en su mensaje que “el art�culo cincuenta y uno del proyecto es la base del nuevo concepto del Estado, que ya no puede limitar su acci�n a una gesti�n administrativa, pura y simple, ni a permitir el libre juego de factores que no pueden vivir ni progresar sin un cabal ordenamiento de los mismos. La armon�a social exige, antes que la abierta competencia de las grandes fuerzas econ�micas, la intervenci�n del Estado a fin de evitar que unas se impongan sobre otras, con detrimento del tranquilo desarrollo de la colectividad”. Este no fue un simple mensaje, se tradujo en una transformaci�n radical de la funci�n del Estado, dando lugar al Estado social costarricense. Otro hito en la construcci�n de esta Rep�blica en la que puede actuar un Poder Judicial y el Ministerio P�blico.

Don Jos� Figueres, sembr� tantas ideas y actitudes, que aunque el tiempo y la realidad parece que ha enterrado profundamente su legado, las ra�ces est�n presentes en muchas conciencias y acciones del pueblo costarricense. Sus inquietudes sociales las resumi� muy bien cuando en cartas a un ciudadano destac� un lema de la revoluci�n mejicana que mencionaba: “nadie tiene derecho a lo superfluo mientras haya quienes carezcan de lo indispensable”. Seg�n dec�a, este es un de los lemas m�s hermosos del socialismo. Sin aplicar un socialismo extremo, no hay duda que Jos� Figueres le imprimi� a la pol�tica costarricense una visi�n que ya se hab�a comenzado a gestar desde Jorge Volio y otros costarricenses. Fue extraordinario que no s�lo suprimi� al ejercito oficial, sino que tampoco convirti� al grupo militar ganador, en otra casta militar. Respecto del pacto fundamental y el cambio social, expres� ideas de profunda vocaci�n democr�tica, cuando se�al� que “La Constituci�n debe entenderse como obra de conjunto, e interpretarse siempre de la manera que m�s favorezca la moral y los derechos ciudadanos. El juramento que se exige al Presidente de la Rep�blica no es s�lo el de acatar la Constituci�n y las leyes, como un aut�mata, sino el de aplicar su discreci�n, proceder con sentido de responsabilidad y cumplir fielmente los deberes de su destino. Yo cumplo fielmente los deberes de mi destino, cuando contribuyo por todos los medios posibles, a que nuestro sistema pol�tico mejore, sin detrimento de ning�n derecho ciudadano, y a que no se quede atr�s del sistema econ�mico, del sistema social, y de todo el pensamiento democr�tico contempor�neo”.

Todas las ideas que en una apretada s�ntesis he citado, constituyen un monumento, una herencia hist�rica que inspiran los valores de nuestra Rep�blica. Se trata de un privilegio que hemos tenido los costarricenses, en el que con las imperfecciones e inconsistencias inevitables, hemos podido forjar un sistema pol�tico que se tradujo en un cambio social que le dio paso a instituciones, valores y actitudes. En ese contexto pol�tico tan privilegiado he podido ejercer, con dignidad, funciones en el Poder Judicial. No todo ha sido miel sobre hojuelas, pero estimo inevitable recordar a algunos de los forjadores de esta Rep�blica tan singular, cuyo fundamento y vigencia debemos defender con plena conciencia de esta herencia hist�rica que forjaron los costarricenses distinguidos, algunos de ellos conocidos, como los que he citado, y otro grupo gigantesco de conciudadanos que murieron en el anonimato, pero que dejaron un legado precioso y valioso. Por esta raz�n las funciones que he ejercido se han convertido en un privilegio, porque muchas personas crearon la atm�sfera pol�tica y social que me permiti� alcanzar dignidad personal y profesional. No pod�a dejar de mencionar actitudes y valores tan importantes, que son los que han marcado mi ruta en la Fiscal�a y en la judicatura.

Sin embargo, el Ministerio P�blico enfrenta amenazas y vulnerabilidades. Siempre trae malas noticias, porque al fin y al cabo, el drama penal no significa ning�n privilegio o progreso. En principio, si persigue a los sectores marginados, tiene pocos problemas. Diversos factores, entre ellos los medios de comunicaci�n, convierten la persecuci�n penal en parte del espect�culo que permite a todos los sectores sociales, ubicar, en alg�n sitio, la maldad. La persecuci�n de los sectores marginados nos permite a todos los grupos sociales, considerarnos muy correctos, muy buenos. Alguna persona socialmente desfavorecida asume la maldad y la personifica. Empero, los problemas m�s dif�ciles los enfrenta la Fiscal�a cuando debe perseguir los delitos de poder, la delincuencia dorada, el crimen organizado. En esos casos, enfrentar� algo m�s que a un defensor. Ya no es un caso aislado, sino que confronta a organizaci�n pol�tica, a una organizaci�n delictiva, a una opini�n p�blica que hoy le aplaude, pero ma�ana, por razones fundadas o no, juzga a la Fiscal�a con dureza e intolerancia. Si enfrenta a la delincuencia vinculada con el poder, se convierte en un enemigo pol�tico muy vulnerable. No cuenta con la base social y econ�mica que tienen los grupos que se sienten perjudicados por una investigaci�n o acusaci�n. Las viejas lealtades y simpat�as se organizan para desprestigiar, criticar y descalificar a la cabeza visible de la Fiscal�a, en este caso, el Fiscal General. Tambi�n se recurre a las amenazas, el acoso psicol�gico. Ning�n funcionario estatal est� tan expuesto al desprestigio, la descalificaci�n y el ostracismo pol�tico que puede sufrir el Fiscal General, cuando se le ocurre investigar o indagar sobre las cifras doradas de la delincuencia. Estos casos tienen una trascendencia que supera la discusi�n en estrados judiciales. Al igual que se manejan las campa�as pol�ticas, tambi�n en estos mega-procesos en los que se cuestiona a personas de relevancia pol�tica, se podr�a aplicar la misma estrategia, pues resulta inevitable, en virtud de los juicios paralelos, que la defensa tenga dos v�as: la judicial y la medi�tica. No es una campa�a complicada, porque el funcionario cuestionado, no tiene la experiencia y la agilidad que poseen quienes saben muy bien como tratar a un enemigo pol�tico, que en eso es lo que se convierte el Fiscal, que se le ocurre investigar los actos delictivos vinculados con el abuso de poder. El Fiscal debe vencer todas las garant�as que tutelan al imputado, investigar y probar el il�cito penal. Es una empresa compleja; por esta raz�n es muy vulnerable. El control del poder no deber�a quedar circunscrito a la persecuci�n penal, que siempre est� condicionada por inevitables y saludables limitaciones, se requiere una intervenci�n m�s eficaz del control pol�tico, que en los �ltimos a�os, pr�cticamente ha desaparecido.

La Fiscal�a no puede convertirse en la �nica respuesta contra el abuso de poder. En los casos de mayor trascendencia social y pol�tica, la Fiscal�a queda mal con un sector si acusa; de igual forma, queda mal, si no acusa. En el primer caso, entre las cosas que se puede decir, es que pretende levantar su imagen utilizando abusivamente su poder; cuando se abstiene de acusar, se afirma que busca el aplauso y los reconocimientos de los l�deres del partido que result� beneficiado, agradecimiento que se traducir� en alg�n ascenso. Y todo estos dolores de cabeza, �para qu�? Le ir�a mejor si s�lo persigue a la delincuencia com�n, porque confirmar�a el imaginario colectivo que asume que la maldad y la incorrecci�n corresponde, exclusivamente, a un sector social.

En medio de este panorama, siempre he pensado que el Fiscal General es pol�ticamente vulnerable, salvo que adopte el camino f�cil de concentrarse en la investigaci�n y persecuci�n del delito convencional. La vulnerabilidad crece por el hecho que la figura visible del Ministerio P�blico, es el Fiscal General. Estas son meditaciones que he hecho al recordar experiencias que tuve en la Fiscal�a y en las que analic� todas estas posibilidades. Es una misi�n dif�cil, en la que los antagonismos pueden surgir con facilidad. La judicatura puede antagonizar con el Fiscal, de igual forma la c�pula judicial, los medios de comunicaci�n, las organizaciones pol�ticas. Es importante ahondar en una evaluaci�n del Ministerio P�blico como �rgano extra-poder. Presenta, indudablemente, particularidades que lo diferencian de cualquier otro �rgano de control o fiscalizaci�n. He insistido en este punto, porque me parece que todas estas tensiones deben evaluarse con el fin de fortalecer el �rgano de la acusaci�n.

La construcci�n de nuestra Rep�blica, con una herencia hist�rica tan rica, permite edificar un Ministerio P�blico que ya posee una trayectoria valiosa y ejemplar. Las personas que han recibido esta distinci�n que hoy se me concede, como Jos� Mar�a Tiberino Pacheco, Jorge Segura Rom�n, son una buena muestra de los logros de un Ministerio P�blico que recoge las mejores tradiciones de un estado de Derecho que se ha forjado con los ideales y las acciones de muchas personas que ya no est�n, pero que marcaron una ruta de valores y actitudes.

Me siento privilegiado y muy honrado por esta distinci�n que se me otorga. Es un honor ser un servidor del Estado en un pa�s que puede recordar, con orgullo, a l�deres que fortalecieron la democracia social y pol�tica, minimizando los reductos del autoritarismo. Los desaf�os que debe vencer un Fiscal General que pretende controlar el abuso de poder, son muy grandes, por esta raz�n no estar�a de m�s que tocara madera, con la gracia y la iron�a que describe Joan Manuel Serrat.

Columnista huésped | 7 de Noviembre 2007

1 Comentarios

* #2724 el 7 de Noviembre 2007 a las 09:04 AM David Fallas dijo:

Me impresiona el reconocimiento que hace don Fernando de la forma como en Costa Rica se pudo unir lo mejor del pensamiento de don Manuel Mora, de Monse�or Sanabria, de don Pepe, del Dr. Calder�n Guardia, de don Rodrigo Facio y tantos m�s que menciona, para as� lograr el Estado social del que somos hijos e hijas. La raz�n por la que esto me impresiona es porque en estos tiempos muchos “hacen la cruz” e imploran el vade retro contra ese Estado social y contra el pensamiento que lo cre� (al cual hoy suelen calificar como “obsoleto”, “superado” o hasta “trasnochado”). Hace apenas unas semanas se arremet�a en serio contra los “comunistas”, los “socialdem�cratas a la antigua”, los “socialcristianos de los cuarenta” y los “curas cuadrados por las a�ejas enc�clicas sociales” (todas estas expresiones me llegaron por diversas v�as). As� que encontrar hoy a una autoridad como don Fernando Cruz, Magistrado de la Sala Constitucional, reivindicando p�blicamente estos valores, me hace revivir la esperanza de que el concepto de un Estado social en Costa Rica, a�n no haya sido borrado de las instituciones.

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