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Enfoque

Jorge Vargas Cullel | 8 de Noviembre 2007

El triunfo de �lvaro Colom en la segunda ronda de las elecciones en Guatemala es quiz� m�s importante por lo que no fue (la victoria del exgeneral Otto P�rez Molina) que por lo que el nuevo gobernante podr� hacer durante su administraci�n. En un pa�s que hace poco sali� de una guerra civil donde el Ej�rcito aplic� la t�ctica de la tierra arrasada, P�rez Molina ofreci� mano dura para enfrentar los problemas de inseguridad ciudadana y corrupci�n.

Me pregunto: �pero no fue la mano dura que se practic� por d�cadas, una de las causas de la angustiosa situaci�n que hoy vive ese pa�s? El acto de fe que P�rez ped�a a la ciudadan�a era creerle que, si antes la mano dura provoc� mucho da�o, esta vez iba ser diferente. Pero �por qu� pensar que ahora ser�a ben�fica?

No nos hagamos ilusiones. Cierto que Colom ha ofrecido cosas nuevas dentro de la pol�tica guatemalteca. Ha dicho que la pol�tica social ser� un eje de su gobierno y ha ofrecido combatir la delincuencia, respetando el Estado de derecho. Bien por eso. Sin embargo, el presidente electo es una figura relativamente d�bil, apoyado por un partido infiltrado por elementos cuestionables, y operar� dentro del sistema de partidos m�s fr�gil y vol�til del �rea. Adem�s, encabezar� un Estado institucionalmente d�bil, atenazado entre el poco inter�s de promover el desarrollo humano y la incapacidad para hacer frente a las amenazas del crimen organizado.

Un amigo me coment�: “Idiay, Jorge, as� las cosas, �no era mejor que ganara el exmilitar? Al menos, P�rez Molina tiene buenos contactos dentro del Ej�rcito, uno de los poderes f�cticos en ese pa�s, y buena entrada con los capitales fuertes. �No es preferible la autoridad predecible, aunque con fines cuestionables, que una autoridad d�bil e impredecible, aunque con mejores ideas?”.

Mi respuesta es “no”. Prefiero la apuesta de Colom. Veinte a�os despu�s de Esquipulas, es inconveniente que la mano dura vuelva al poder en uno de nuestros pa�ses. Significa precarizar todav�a m�s a una fr�gil democracia y aceptar la contemporaneidad con tufo a d�ja vu. Tampoco conviene a Costa Rica que se forme un eje duro de derecha Guatemala–El Salvador, los dos pa�ses m�s grandes de la regi�n.

Con Colom tendremos un muestrario de gobernantes, al estilo de todo como en botica, que hace m�s interesante el equilibrio regional. Pero, sobre todo, Colom es la esperanza, por tenue que sea, de que la pol�tica guatemalteca puede enrumbarse por mejores senderos. Es un gobierno que inicia en un buen momento econ�mico y con m�s recursos para hacer obra. Con un poco de pericia, tal vez logre probar a sus conciudadanos que ellos pueden conseguir algo mejor que repetir la historia.

(La Naci�n)

Jorge Vargas Cullel | 8 de Noviembre 2007

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