Por Fernando Dur�n Ayanegui
Dado el vulgar conocimiento de que las micosis de los pies son altamente contagiosas, persistentes y recurrentes, es normal que las personas se prevengan de ellas usando alg�n ung�ento preparado para tal efecto. Mas, al parecer, ni los individuos ni los grupos son tan precavidos contra una infecci�n m�s grave, m�s contagiosa, m�s persistente y m�s recurrente: el racismo en todas sus variantes, incluida la m�s complicada, la del antisemitismo.
El racismo es una dolencia cuyos s�ntomas primarios pueden ser tan sutiles, tan imperceptibles y tan poco dram�ticos como la dulce picazoncita inicial de los “yuyos”, a la que muchos no le ponen cuidado porque, entre otras cosas, rascarse con la punta del zapato suele ser placentero aunque desde el punto de vista de un observador, o del m�dico del infectado, el espect�culo puede resultar tan desconsiderado como deprimente. En cierta ocasi�n, al comentar entre amigos las matanzas que ciertos pueblos de Ucrania y el C�ucaso perpetraron, motu proprio, en contra de los jud�os tan pronto como los nazis ocuparon aquellas regiones y a�n antes de que llegaran de Berl�n las terribles �rdenes de exterminio que luego costar�an la vida a millones de jud�os de la URSS, uno de mis interlocutores observ�, en aparente estado de inocencia, que los sangrientos pogromos fueron la reacci�n de aquellos pueblos contra sus explotadores econ�micos. Mi amigo, pues, no sabe –o no recuerda– que ese es uno de los argumentos m�s socorridos de los neo nazis revisionistas en sus intentos por justificar el genocidio de los jud�os sovi�ticos o, por lo menos, de minimizar la dimensi�n de aquel crimen, justificaci�n que, por supuesto, no podr�a aludir a los exterminios nazis de otros grupos como los gitanos, los enfermos mentales y los homosexuales. Pero, si al ocurrir la ocupaci�n alemana de Ucrania y el C�ucaso, lo que imperaba ah� era el r�gimen bolchevique y no el sistema capitalista, �con qu� se come eso de que los jud�os eran tenidos por “explotadores econ�micos”?
Mi amigo, entonces, es de los se limitan a rascarse. Y no es el �nico en nuestro pa�s: al informar inicialmente sobre las declaraciones racistas del premio N�bel de Medicina de 2007, James D. Watson, repudiadas casi un�nimemente por la comunidad cient�fica mundial, los redactores de algunos diarios entrecomillaron la palabra racistas como si despu�s de las afirmaciones de Watson hiciera falta una prueba org�nica para saber que ese individuo es un racista escatol�gico. Un d�a de estos �nos informar�n que “tal vez” Hitler fue “racista” o “antisemita”?
(La Naci�n)
Columnista huésped | 28 de Octubre 2007
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