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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 17 de Octubre 2007

Se perciben s�ntomas de que la actividad teatral que tanto nos enorgulleci� en las d�cadas del 60, el 70 y el 80 puede estarse recuperando.

Condenados por m�s de 20 a�os a ver porquer�as vulgares, atentados contra Shakespeare y experimentos que solo interesan a los experimentadores, noto s�ntomas de que San Jos� podr�a volver a ser una ciudad donde se puede ver buen teatro.

Las sucesivas producciones del Vargas Calvo, textos de autor costarricense montados por Mariano Gonz�lez con respeto, de las cuales cabe destacar las dos �ltimas, obras de Claudia Barrionuevo y Eduardo Z��iga, �sta �ltima a�n en cartelera, me inducen a estar pendiente de lo que all� ofrecen, con la seguridad de que son cosas hechas con seriedad.

A esto, que lleva ya un buen rato, hay que agregar el �xito de dos producciones recientes: Los �rboles mueren de pie, montada por Leonardo Perucci en el Auditorio Nacional para el Ministerio de Educaci�n y, en estos d�as, lo que acabamos de ver en el Teatro de la Aduana, a lo que paso a referirme.

Es una producci�n del Ministerio de Cultura (no puedo decir de la Compa��a Nacional de Teatro porque esa ya no existe ni tiene visos de resucitar). Y se trata de una obra importante de uno de los mejores dramaturgos contempor�neos: el norteamericano Arthur Miller, cuya primera obra, la que le dio fama, Todos eran mis hijos, puesta en escena impecablemente por Fabi�n Sales, con un respeto total al autor y a su drama, sin exhibicionismos directoriales, aditamentos o lo que llaman “adaptaciones”. El drama de Miller mondo y lirondo,

Versa (al igual que la pieza de Eduardo Z��iga que ofrece la Vargas Calvo) sobre la corrupci�n. Miller la ubic� en los a�os de la Segunda Guerra, en torno a un industrial que produce ciertos implementos para el ej�rcito norteamericano, y los entrega defectuosos causando incontables muertes. Dada la universalidad del tema, el director Sales y la dise�adora Pilar Quir�s han montado una escenograf�a y un ambiente en general que no ubica el drama geogr�ficamente, lo cual es un acierto porque le subraya su universalidad.

El reparto lo encabezan dos consagrados: Gerardo Arce y Eugenia Chaverri, que cumplen como uno lo espera, aunque quiz�s Arce disimula un poco la fuerza externa de su personaje, aunque le subraya sus debilidades interiores. Y ella espera el tercer acto para lucirse plenamente.

La pareja joven la hacen Marco Mart�n y Roc�o Carranza. Puede que en sus primeras escenas est�n un poco titubeantes (pudo deberse a la insistente y escandalosa lluvia que no dejaba o�r bien), pero crecieron, y en sus momentos finales de cl�max dram�tico su lucimiento fue en buena parte responsable de que el p�blico aplaudiera de pie al final. Ahora falta lo que ten�amos antes y ya no: que los cuiden, les busquen papeles y les permitan crecer.

El resto del reparto est� bien, pero sus personajes secundarios no tienen oportunidades, tal vez por la inexperiencia del autor, debutante en 1947.

Como ustedes ven, hay buenos s�ntomas en el deprimido teatro de nuestra capital. Ojal� persistan y podamos volver a sentirnos orgullosos de los espect�culos que se nos ofrecen.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 17 de Octubre 2007

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