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TLC: probar que en Costa Rica anochece a las 3 de la tarde

Columnista huésped | 15 de Septiembre 2007

Por Fernando Herrera, profesor de la Universidad Nacional - [email protected]

El Tratado de Libre Comercio entre Rep�blica Dominicana, Centroam�rica y Estados Unidos es un documento escrito por especialistas y t�cnicos muy dif�cil de comprender para el pueblo. No obstante los expertos de las universidades (UCR/ UNA/ ITCR/ UNED) han logrado entenderlo con sus investigaciones y estudios advirti�ndonos de las inconveniencias; raz�n por la cual esas instituciones, en particular la UCR y el ITCR, han recibido los peores ataques de toda su historia de parte de Arias y hasta del Tribunal Supremo de Elecciones.

Los tratados comerciales entre Estados Unidos y Latinoam�rica datan del siglo XIX. Fueron instrumentos de comercio y de injerencia que crearon m�s dependencia en nuestros pa�ses obligados a respaldar sus intereses estrat�gicos en el mundo. El enclave bananero (United Fruit Company), en el per�odo 1884-1984, fue el primer gran mercado que sirvi� a sus intereses pol�ticos.

El enclave es por definici�n una econom�a dentro de otra econom�a, una grande que succiona a la peque�a. El TLC es la versi�n moderna del enclave: hoy no es la United Fruit Company la que hace los negocios, sino las transnacionales norteamericanas en alianza con los capitalistas y pol�ticos nacionales. Por eso ellos no ven el da�o social que causar�a al pueblo, frente al cual Nicol�s Gallegos sentenciaba en 1845: “Todo lo que sea en grave perjuicio del p�blico no debe ser permitido”. Y agregaba, al desenmascarar a los que dec�an defender su pa�s: “En toda sociedad hay patriotas de nombre, generosos por conveniencia propia y caritativos por el mismo estilo, que dejan de serlo al punto que pierden la esperanza de ser recompensados”.

Como en el per�odo del enclave, ahora con el TLC, Costa Rica proporcionar� a las empresas for�neas empleo barato, peones inform�ticos y perder� acci�n judicial contra aquellas que no cumplan las leyes nacionales. Los Arias insisten en aprobarlo porque los intereses de sus empresas y los de su grupo coinciden con las transnacionales. Quieren el progreso con intercambio desigual.

Si lograran aprobarlo, es mucha la propaganda, habr� que incluir en el Himno Nacional este editorial del peri�dico Eco de Iraz� (1854): “Llega un d�a en que los pueblos lloran sus errores y se arrepienten de sus faltas. Tarde. El mal se ha consumado, reconocen su culpabilidad tan solo cuando la desdicha los abruma o el l�tigo de un dictador los azota (…). El yerro de que hoy fundamentalmente nos quejamos, proviene de ese desprecio fatal de los deberes y los derechos de los ciudadanos, de ese indiferentismo de la mayor�a por la causa p�blica, que no solo permite, sino que obliga y justifica el que los gobiernos reasuman facultades inmensas”.

Hoy no hay indiferencia, ni neutralidad, como lo dijo la Rectora de la UCR, sino la facultad inmensa de un gobernante por utilizar los recursos p�blicos para sus intereses privados. Todas las fuerzas econ�micas de los Arias, la empresa privada y el periodismo (no todo) suman su voz para apoyar el tratado. Unos lo hacen directamente, con el dinero que es poder, y en otros no se ve, pero se siente, como el viento. De aprobarse, nuevamente, habr� que esculpir en el Monumento Nacional lo que escribi� Emilio Segura, espa�ol que particip� en la Guerra Patria de 1856: “Hubo un tiempo de triste recordaci�n para Costa Rica en que, a cambio de un corto n�mero de bienes, se vio agraviada por un inmenso c�mulo de males”.

El TLC como tratado comercial subordina servicios p�blicos, salud, educaci�n y ambiente, al comercio. Ahora debemos demostrar, advirti� Ignacio Trejos Picado, Obispo Em�rito de San Isidro de El General, “que nuestras pol�ticas econ�micas, sociales y ambientales que protegen la vida, no afectan al comercio”. Frente a este absurdo, cobra actualidad este otro editorial del Eco de Iraz� en 1854: “Nunca creeremos que los intereses materiales por s� solos puedan constituir la ventana de un pueblo. No. El hombre necesita mucho m�s para existir. Su inteligencia tiene m�s altas aspiraciones —su coraz�n m�s nobles y activos sentimientos”.

�C�mo persuadir a los del S�? Manuel Arg�ello Mora, Juez y Magistrado de la Corte Suprema, escrib�a en 1858: “La raz�n es un medio de convencer a lo que de buena fe, pero equivocadamente o sin suficientes datos sostiene un error”. Luego a�ad�a: “Mas el que defiende una falsedad estando convencido de que lo es, el que estando al cabo de los acontecimientos procura desfigurarlos, el que teniendo certeza que una cosa es de un modo, asegura que es de otro, �merecer� se tome uno la pena de probarle lo que �l sabe mejor que ninguno?” Agregaba este recto funcionario del Poder Judicial: “Si un majadero se empe�ase en probarnos que en Costa Rica anochece a las tres de la tarde, �emplear�amos la argumentaci�n seria para obligarle a confesar que no es as�? No, porque entonces se dudar�a cu�l de los dos era m�s loco, si el que negaba la luz del d�a, o el que quer�a probar que exist�a”. En esta batalla est�n los opositores al TLC.

(La Prensa Libre)

Columnista huésped | 15 de Septiembre 2007

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