Por Heriberto Valverde Castro Este comentario no tiene nada que ver con el TLC, pretende ser una reflexi�n y tal vez, si se me acepta, una llamada de atenci�n sobre la moral pol�tica, algo de mucho mayor trascendencia que un tratado comercial e incluso que un proyecto de pa�s, a los que deber�a sustentar.
Entiendo por moral pol�tica ese conjunto de principios y valores que fundamenta el discurso y encarrila las acciones de personas o grupos cuyo cometido es tener alguna injerencia en la vida de otros, en la vida social. Siendo c�mo es toda convivencia humana, interpersonal o intergrupal, una lucha de poder, una intenci�n solapada o expresa de dominio, nos encontramos con que en todo proceso de convivencia humana est� de por medio la moral social.
�Cu�l ha sido la caracter�stica de la moral social en la historia de nuestro pa�s? No ha de ser f�cil sostener la teor�a de que seamos muy diferentes del resto de la humanidad, aunque s� hay quienes afirman que somos una realidad muy diferente recurriendo como primera argumentaci�n al perfil sui generis del primer conquistador, Juan V�squez de Coronado. Sin embargo, nuestra historia oficial y ni qu� decir de la no oficial, est�n plagadas de hechos y acciones que nos acercan a lo bueno y a lo malo de la humanidad, a lo excelso y a lo abominable.
Los medios de comunicaci�n han tra�do un cada vez mayor acceso de la poblaci�n al conocimiento de lo especial de sus acciones y tambi�n de lo que conforma su cotidianidad, y el desarrollo y extensi�n de esos medios han acrecentado esas opciones de acceso al conocimiento de la propia realidad y de la de otros. Por eso hoy conocemos m�s de nuestros l�deres y de quienes pretenden serlo. Y ni qu� decir de la revoluci�n causada por Internet, ese medio que se salta todas las barreras y corre desbocado por doquiera.
Pues bien, estos medios nos han permitido acercarnos m�s a la moral p�blica, una moral que, actuando como causa y siendo tambi�n consecuencia, es actor y v�ctima de un trastoque o inversi�n de valores. No hay espacio para ahondar aqu� en esta realidad, pero creo que estaremos de acuerdo en que algunos valores muy preciados para nuestros antecesores y aun para muchos de nosotros, han perdido vigencia para una parte importante de la poblaci�n que hoy, en cambio, gu�a sus actos y sus vidas por otra clase de faros que m�s que alumbrarles les deslumbran. No tengo fundamento para fijar en fecha ni a�o todo lo dicho, pero los �ltimos a�os y particularmente los �ltimos meses nos han tra�do un suntuoso men� de antivalores, que no tiene exclusividad en ning�n grupo contendiente y que parece dominar el escenario pol�tico nacional. La mentira, la descalificaci�n, la t�ctica del terror, la exageraci�n de los errores ajenos y el disimulo o la negaci�n de los propios, la amenaza, la violencia verbal y f�sica, la invenci�n apocal�ptica y el af�n por esconder intereses mezquinos o resentimientos lejanos tras a�ejos discursos patrioteros, el manique�smo, la intolerancia, la incapacidad de escuchar y menos de atender argumentos ajenos, el chantaje, la apropiaci�n o expropiaci�n de sentimientos que nos pertenecen a todos. Y esto lo hemos visto por todas partes, sin distingos de grupo. Primero lo vimos con incredulidad y cautela, y luego con profunda preocupaci�n.
Hace un par de semanas recib� por Internet una lista comparativa de personajes de los grupos contendientes. Era el fiel reflejo de lo mencionado arriba: guerra de la inteligencia y el bien contra la estupidez y el mal. Me asust� comprobar a lo que llegan algunas personas cuando el odio irracional se adue�a de sus mentes y almas. Pero todav�a faltaba la cereza en el pastel y no tard� mucho en llegar. Casas y S�nchez se encargaron de ponerla… y muy bien puesta.
Lo m�s doloroso de esta reflexi�n es saber que en uno y otro bando hay gente valiosa que pudo evitar llegar donde estamos. Lo esperanzador es que esa gente todav�a puede mostrar su val�a enmendando el rumbo de este pa�s antes de que sea demasiado tarde.
(La Prensa Libre)
Columnista huésped | 17 de Septiembre 2007
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