Por Dionisio Cabal A.
La descarga riflera que el 30 de setiembre de 1860, seg� la vida del Presidente leg�timo de Costa Rica, don Juan Rafael Mora Porras, resuena hasta hoy. Durante ciento cuarenta y siete a�os la lluvia que bendice a Costa Rica no ha borrado una sola gota de la sangre del Pr�cer Heroico, vertida en holocausto en la ciudad de Puntarenas.
Ante la disyuntiva de qu� hacer con el cad�ver de don Juanito (lanzarlo al mar fue la primera opci�n), la Providencia se present� en la persona de Juan Jacobo Bonnefil, c�nsul franc�s, quien solicit� le fueran entregados los restos del expresidente, asegurando que los enterrar�a en sitio escogido a discreci�n.
As�, Bonnefil libr� a los asesinos de Mora de tener que enfrentar una masiva peregrinaci�n del pueblo doliente al sitio donde fuese enterrado.
Acompa�ado por seis personas, Don Juanito fue transportado en la embarcaci�n del capit�n Roger y enterrado en los manglares, no lejos de un antiguo y r�stico camposanto semi abandonado. Dos d�as despu�s, Bonnefil deposit� all� mismo los restos del gran Jos� Mar�a Ca�as.
Es fama que antes de enterrarlo, como postrer homenaje, Bonnefil extrajo el coraz�n de don Juanito. Nada macabro. Era muy de la �poca hacerse con el coraz�n de los grandes hombres para guardarlos, en calidad de reliquia, en una soluci�n antecesora del formaldeh�do. Desde entonces, las pistas para encontrar el frasco que contiene el m�sculo cordial de don Juanito, han resultado fallidas. Incluso hay quien ha puesto en duda que a�n exista, y quien opina que ello no tiene la menor importancia.
�Se extravi�? �Se destruy�? �Estar� en alg�n museo gabinete, nacional o extranjero?
Yo pienso que los costarricenses merecemos despejar la duda. Los restos de Mora y Ca�as estuvieron ocultos por mucho tiempo. Al cabo de seis a�os, Bonnefil los exhum� clandestinamente. Les rindi� honores militares aprovechando la presencia de la dotaci�n de un barco franc�s surto en Puntarenas. Se los llev� para su casa, donde por a�os, secretamente, les dio homenaje de admiraci�n con la complicidad de los m�s resueltos moristas, constituyendo una especie de cofrad�a patri�tica que conmemoraba su muerte y las fechas gloriosas de la Campa�a Nacional. Finalmente, tras azarosa peripecia, que incluy� esconderlas en el antiguo Sagrario de la Catedral de San Jos�, las osamentas residuales de los dos patriotas, hermanos en la lucha y en la muerte, tardar�an casi dos d�cadas en llegar al Cementerio General.
Muerto, Mora lleg� a convertirse en pesadilla para los oligarcas golpistas. El desprestigio sufrido ante el pueblo costarricense y ante la at�nita Hispanoam�rica, les oblig� a reescribir la historia, para justificarse y bajar el perfil de los inmensos m�ritos de don Juanito.
Mora se convirti� en un maldito. Alrededor de su nombre se teji� una ingeniosa y abultada leyenda negra cuyos estertores a�n remarcan las tesis de noveles historiadores. Pero el cargo de conciencia de la clase que lo asesin� est� plasmado en el testamento donde el general M�ximo Blanco se arrepiente dram�ticamente. Como apunt� alguna vez don Cleto Gonz�lez V�quez, no exist�a nada que pudiera justificar aquel magnicidio.
En ese contexto habr�a sido desastroso hacer p�blica la existencia del coraz�n de Mora. Porque la carga simb�lica que tanto ayer como hoy ten�a y tiene ese coraz�n, devendr�a en metonimia superlativa (si cabe la expresi�n). Es decir, el coraz�n de Mora equivale a todo su ser entero, a su carne total y a su esp�ritu total. La existencia real de ese coraz�n se asumir�a como la existencia real de don Juanito. Y en esto no habr�a falsificaci�n, porque el imaginario colectivo se estar�a afincando en una aspiraci�n �tica, y por tanto las consecuencias ser�an reales.
Coherentemente, al cumplirse ciento cincuenta a�os de las Campa�as del 56 y el 57, las celebraciones oficiales fueron vergonzantes y omisas. Es el efecto de la desvirtuaci�n entronizada por la oligarqu�a. Y claro est�, en el contexto del TLC, celebrar en grande la memoria de nuestras glorias resultaba tremendamente contraproducente. �Podemos imaginarnos a Oscar Arias hablar de Mora sin tartamudear y sonrojarse?
Hoy, los j�venes costarricenses repiten una expresi�n que se propala con el favor del viento de la historia: “Juanito Mora vive, la lucha sigue, sigue”, est� en las paredes, camisetas, panfletos y pegatinas, la escuchamos en versos, discursos y canciones.
El pr�ximo 30 de setiembre, el pueblo de Costa Rica agrupar� las fuerzas de su optimismo, su fe, su dignidad y su coraje, preparando el asalto decisivo a la fortaleza filibustera que se encuentra bien pertrechada de dinero, miedo, propaganda y manipulaci�n.
El 30 de setiembre, UN inmenso coraz�n de corazones, latir� con fuerza inaudita.
La pregunta ser� resuelta: el coraz�n de don Juanito jam�s desapareci�, sigui� latiendo en el amor imperecedero de nuestro pueblo. Este 30 de setiembre diremos al un�sono: “ �Don Juanito, todos somos su coraz�n!”. Y entonces, lo veremos sonriendo, elegante, sobrio y fuerte, subir a su montura, para conducirnos nuevamente a la victoria.
El domingo 7 de octubre, Mora y el coraz�n de la Patria ser�n reivindicados. Ese d�a, como dice la canci�n: “�Vamos a poner banderas en todos los montes, para que al amanecer, el mundo se asombre!”
Columnista huésped | 26 de Septiembre 2007
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