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�Con qui�n podemos dialogar?

Columnista huésped | 7 de Septiembre 2007

Por Francisco Escobar - [email protected]

�C�mo podemos dialogar? �Sobre qu� vamos a dialogar? �Vale la pena dialogar?

Los ciudadanos costarricenses, quiz� una inmensa mayor�a, respetamos las instituciones democr�ticas, aceptamos al gobierno elegido leg�timamente por el pueblo, acatamos las normas de la ley, reconocemos que han ocurrido cambios en el mundo y en nuestro pa�s que exigen una adaptaci�n de nuestra sociedad y nuestra econom�a a las nuevas circunstancias y queremos resolver los graves problemas nacionales como lo hemos hecho siempre, mediante el di�logo, el parlamento y la negociaci�n, sin violencia y sin armas. El problema es que no sabemos con qui�n podemos o debemos dialogar.

�Qui�nes son los representantes de los ciudadanos? El pa�s ha dejado de considerar a los diputados y diputadas sus portavoces, porque solo representan a sus partidos y l�deres pol�ticos. Los sindicalistas solo representan al sector laboral organizado. Los dirigentes religiosos solo representan a sus feligres�as. Los empresarios solamente a sus gremios y los colegios profesionales a sus colegiados. Los intelectuales y los acad�micos a sus universidades. Los ciudadanos que no pertenecemos a esas agrupaciones o no reconocemos a sus dirigentes como nuestros representantes nos hemos quedado con una voz, pero sin un micr�fono. Los medios de comunicaci�n social, por su car�cter de empresas privadas comerciales o de entidad estatal, no pueden ostentar la credencial de representar a una ciudadan�a que no los ha elegido para eso. Para gobernarse, un pueblo necesita ideas, no insultos ni iron�as.

�Qui�nes son interlocutores gubernamentales de los gobernados? El se�or Presidente se ha mostrado renuente al debate, la discusi�n y el di�logo, ha preferido un mon�logo autoritario y terminante. Los vicepresidentes act�an como ministros y no pueden tomar la iniciativa. El Ministro de la Presidencia es un hombre pr�ctico de negocios, no un intelectual ni un polemista. Los ministros y viceministros, incluso el ministro Garnier, que se perfilaba como el intelectual vocero del Gobierno, se han dedicado silenciosamente a su tarea administrativa y lo mismo ocurre con los presidentes ejecutivos.

Los dirigentes de organizaciones civiles que promueven el voto del S� o el del No en el pr�ximo refer�ndum se han designado a s� mismos, pero no representan a ning�n ciudadano. Han asumido la propaganda a favor o en contra del TLC, pero no el di�logo. La acci�n proselitista con recursos publicitarios es lo m�s opuesto al di�logo que se puede concebir. El Tribunal Supremo de Elecciones es un �rbitro de la votaci�n, no un interlocutor de los ciudadanos ni del Gobierno de la Rep�blica.

Sin interlocutores es imposible el di�logo.

El Presidente hizo claro desde su primer d�a, como gobernante, que el asunto del Tratado de Libre Comercio no era discutible porque no se pod�an hacer cambios al proyecto de ley. �Para qu� dialogar si no se puede llegar a acuerdos que cristalicen reformas al texto del TLC? Ser�a un di�logo de sordos y de tontos. Debatir por el mero ejercicio de la habilidad pol�mica, la elocuencia o la astucia de los debatientes, o para adquirir notoriedad y hacerse pol�ticamente interesante, no es lo que necesita el pa�s en esta hora. Y si ese asunto no puede ser debatido ni dialogado, �c�mo dialogar y discutir los dem�s asuntos nacionales?

La expectativa, la incertidumbre, la ansiedad y la frustraci�n est�n creciendo y tomando proporciones inesperadas. Este estado de �nimo nacional no propicia el di�logo, la catarsis, la reestructuraci�n de los valores, los sentimientos, las emociones, los h�bitos y las costumbres, la resistencia al cambio, la ansiedad ante lo desconocido y la transformaci�n de la conciencia nacional para emprender un nuevo proyecto nacional. Si no dialogamos, no vamos a transfigurarnos como naci�n y vamos a convertirnos en un campo de batalla de enemigos irreconciliables, que no debaten, no discuten, no negocian, no comprenden, no perdonan; solo se agraden y se disparan a muerte.

(La Prensa Libre)

Columnista huésped | 7 de Septiembre 2007

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