Es triste tarea —pero conforme pasan los d�as se me hace m�s frecuente— esa de recordar, de rememorar a los amigos y compa�eros que nos van dejando inexorablemente, aumentando as� la sensaci�n de soledad creciente que nos acomete conforme vamos envejeciendo.
A Marco Guti�rrez, que falleci� el s�bado, lo encontr� cuando ambos and�bamos por los 20 a�os o acabando de remontarlos. Era limonense, y a m� me hab�a tocado por ese entonces y por razones sentimentales y rom�nticas, andar mucho por Lim�n. Pero mi amistad inicial fue con su hermana Alicia (encantadora e inolvidable confidente m�a), y a trav�s de ella llegar a intimar con �l.
Nos encontramos en un momento en que ambos transcurr�amos por crisis existenciales propias de ese salto de la adolescencia a la edad adulta, en las que sentimos que se juega nuestro porvenir como si fuese una cosa de escudo o corona.
Pero el esp�ritu juguet�n, indisciplinado de Marco Guti�rrez (esp�ritu que no me atrevo a calificar de diab�lico porque estaba m�s cerca del Cuijen que del solemne Satan�s) imped�a que esos a�os de transici�n fuesen para �l sombr�os o pesimistas. Y Marco mismo se convert�a en un mensaje de optimismo para sus amigos, para el grupo que fuimos formando, que nos encontr�bamos por las noches en el parque Moraz�n y al que dediqu� mi libro La exterminaci�n de los pobres, todos acongojados por problemas generacionales, amorosos, existenciales y hasta puramente econ�micos.
Marco Guti�rrez se convirti� en el hombre indispensable para una fiesta, para una parranda, para una juerga, para una tomatinga o para una broma de caracteres considerables a alguna persona mayor que nos repudiara, por ejemplo como candidatos a yernos. Luego, conforme los de aquella barra insoportable fuimos encontrando nuestro camino sentimental, nuestra novias se fueron haciendo m�s amigas de Marco que nosotros mismos. En lo que a mi casa se refiere, la amistad de Marco con mi esposa fue mayor que la amistad conmigo, de suerte que de mis viejos cuates de juventud, Marco fue el que sigui� frecuentando mi casa… hasta har� cosa de una o dos semanas.
Inteligencia brillante, clar�sima, privilegiada la de Marco Guti�rrez, que le permiti� llegar a ser uno de los mejores publicistas y relacionistas p�blicos que ha tenido este pa�s. En ese terreno hizo carrera y de pronto particip� en cosas pol�ticas, cuando se convirti� en el jefe de propaganda de Daniel Oduber, que hab�a sido al fin y al cabo un miembro de la barra veintea�era.
M�s que un pol�tico, era un consejero de pol�ticos. Y los fundadores del PAC encontramos m�s de una vez que una consulta a Marco Guti�rrez produc�a respuestas pr�cticas, inteligentes y de buen efecto.
A todo eso, hay que agregar algo: era un amigo incondicional, leal, invariable. Quienes contrajimos su amistad a los veinte a�os, la pudimos sostener durante sesenta sin escollos, tropiezos ni incidentes. Gran amigo, gran caballero, gran costarricense. Adem�s, last but not least, ejemplar tanguero y amante de la poes�a. �Qu� m�s se puede pedir?
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 26 de Septiembre 2007
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