Quiero destacar aqu� —y me complace reconocer que ya otros lo han hecho— la conducta de mi respetada y querida amiga Sadie Bravo, que, obligada por circunstancias familiares a separarse de su curul de diputada, ha renunciado al aumento en su pensi�n de educadora a que, seg�n la ley, tiene derecho.
Alg�n pensador a quien le� en mi adolescencia, sosten�a que la renunciaci�n, y la decisi�n de practicarla, eran probablemente la distinci�n m�s clara y terminante entre el ser humano digno e imitable, y el que no lo es. En la Costa Rica de becerro de oro que soportamos, donde la �nica virtud p�blica ha terminado por ser la legalidad, un pensamiento como el que acabo de rememorar, y una conducta como la de Sadie Bravo, parecen cosa extra�a, ajena, ex�tica, cuando deber�an ser plato cotidiano. Y una ciudadana como ella, algo as� como la representante de una especie zool�gica en v�as de extinci�n, que deber�amos todos (como nos lo dicen a veces sobre las especies zool�gicas) apresurarnos a cuidar, a proteger y a empe�arnos en que no desaparezcan.
Dec�a mi recordado don Chico Orlich, que “en las posiciones p�blicas hay que estar pegados con saliva”. Es decir, dispuestos a renunciarlas por el m�s nimio de los motivos En el caso de do�a Sadie, de lo que se trata no es de que haya decidido, por respetabil�simas razones, separarse de la Asamblea Legislativa, (cosa nacionalmente lamentable), sino la forma en que lo ha hecho y el agregado que le ha puesto a su renuncia.
La verdad es que, seg�n me percato ahora, la cita que hice de don Chico no me vino a prop�sito de do�a Sadie, sino de otros que ya deber�an estar en sus casas, y recluidos en sus habitaciones particulares.
Es una l�stima que perdamos una diputada como ella. Pero la verdad es que, dentro o fuera de la Asamblea Legislativa, el pa�s sabe que cuenta con una ciudadana de primera categor�a para quien el pa�s est� antes que los intereses propios o de grupo.
Esta columna m�a de hoy, m�s que despedida, es lamentaci�n. Comprendo las razones de mi buena amiga, pero habr�a querido que no fuesen tan fuertes. En todo caso, no conozco a la dama que viene a sustituirla, pero personas que s� la conocen me dicen y aseguran, que ser�, como do�a Sadie Bravo una diputada de primera categor�a. Esto, admit�moslo, en una Asamblea como la actual, muy criticada por algunos porque no nos abruma aprobando leyes, leyes y m�s leyes, sino que medita, discute, y obstaculiza aquello en que no cree, y en la que hay excelentes diputados, tal vez en mayor cantidad que en muchas Asambleas anteriores. Lo cierto es que la aut�ntica manera de evaluar la labor de un Poder del Estado es la calidad y no la cantidad de lo que de �l emana.
Buena suerte, amiga Sadie, y gracias por su labor.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 18 de Septiembre 2007
1 Comentarios
Comparto con don Beto todo lo por �l expresado. Conozco a Do�a Sadie y no esperaba menos de ella, siempre comprometida, cumplida, disciplinada e inspiradora para nosotros. A mi amiga y compa�era de lucha le deseo lo mejor siempre, ya que su coraz�n honesto es lo que la identifica como una de las mujeres m�s valiosa que tiene Ott�n Sol�s y el Partido Acci�n Ciudadana en sus filas.