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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 12 de Septiembre 2007

Regreso de un breve viaje de inter�s familiar a los Estados Unidos, y lo primero que debo hacer es lamentar la desaparici�n de dos notables costarricenses que me distinguieron con su amistad.

El doctor Fernando Urbina —con quien luego tuve la fortuna de emparentar— fue uno de los m�dicos que le dieron prestigio y seriedad a la Caja Costarricense de Seguro Social antes de que comenzara la infiltraci�n. Como director del Hospital Calder�n Guardia se empe�� en quebrar y liquidar disposiciones est�pidas (como las limitaciones de acceso) y, lo cito aunque no fuese tan importante, en limpiar las paredes del hospital de los avisos, letreros y anuncios que la inundaban, para dotar a la instituci�n de un ambiente grato. Tambi�n tuvo una participaci�n destacada a la par del Presidente Ejecutivo Guido Miranda, en el orden y perfeccionamiento de la administraci�n misma de la Caja en lo que ata�e a compras, licitaciones y similares.

Poca gente sabe que era un estupendo lector y un hombre �vido de incrementar y perfeccionar sus conocimientos, a extremo de que, pasada ya la cincuentena y sin desatender sus otras obligaciones, sigui�, hasta graduarse, la carrera de ciencias pol�ticas en la Universidad de Costa Rica. Muestra indudable de su inter�s y preocupaci�n por la pol�tica y destino de su Patria.

Recordar� siempre las largas y fecundas conversaciones que tuve con �l sobre este pa�s y sobre el mundo, siempre fertilizadas por su agudeza y sus conocimientos.

El otro notable ciudadano que ha desaparecido: el arquitecto Edgar Vargas, fue un hombre profundamente preocupado por el patrimonio cultural de nuestro pa�s, y por sus tradiciones y cultura.

Ven�a de una familia musical, nieto que fue del compositor y maestro de m�sicos Jos� Joaqu�n Vargas Calvo, y durante mucho tiempo fue parte de la Orquesta Sinf�nica Nacional. Pero su mayor actividad en los �ltimos quince o veinte a�os, la despleg� en la defensa de nuestro patrimonio, de nuestros �conos y monumentos, de nuestra riqueza ind�gena, colonial y en general hist�rica, actividad a la que se dedic� con empe�o y fruici�n, pero tambi�n (y esto es importante en un pa�s que hasta vicepresidentes de la Rep�blica se ha dedicado a improvisar), con el pleno conocimiento de causa que le proporcionaba su amplia cultura.

Tuve la suerte de coincidir con Edgar Vargas durante muchos a�os en la Junta Directiva del Teatro Nacional y all� pude aquilatar no s�lo la extensi�n e intensidad de su cultura, sino tambi�n su amor por las instituciones y por la herencia cultural y art�stica que recibimos.

Aunque no de la misma edad, estos dos costarricenses pertenecieron a la generaci�n a cuyo cargo estuvo Costa Rica desde la revoluci�n del 48 hasta la aquiescencia a la anti-costarricense estupidez del Fondo Monetario Internacional en la segunda mitad de la d�cada del ochenta. Generaci�n a la que me enorgullezco en pertenecer como uno de sus �ltimos sobrevivientes.

Descansen en paz mis dos buenos amigos Edgar Vargas y Fernando Urbina. Dejan mucho qu� recordar y ojal� este pa�s no lo olvide.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 12 de Septiembre 2007

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