Por Dante Caputo, secretario de Asuntos Pol�ticos de la OEA
La pol�tica y la democracia nunca tuvieron un desaf�o semejante: el contexto actual en el que las democracias latinoamericanas deben afianzarse y echar ra�ces constituye una novedad hist�rica sin precedentes. Mientras la secuencia cronol�gica por la que atravesaban las sociedades era desarrollo, riqueza, crecimiento, libertades y, finalmente, pr�ctica democr�tica, en nuestra regi�n la democracia debe construirse en condiciones de alta pobreza y alta desigualdad.
El tri�ngulo democracia-pobreza-desigualdad es un elemento nuevo en la historia del mundo. Ser ricos y democr�ticos es completamente diferente a ser pobres, desiguales y democr�ticos. La naturaleza de los desaf�os institucionales, pol�ticos y econ�mico-sociales es otra y la conquista de la legitimidad democr�tica deviene mucho m�s compleja.
La democracia tiene como condici�n necesaria las elecciones libres y transparentes; sin ellas, no habr�a ejercicio democr�tico. Sin embargo, la democracia va m�s all� de la existencia de elecciones libres y transparentes. La sustentabilidad democr�tica —es decir, la prolongaci�n en el tiempo de la democracia y su capacidad para autorregenerarse— estar� determinada por la legitimidad democr�tica.
Siendo que el objetivo de la democracia es la transformaci�n de los derechos nominales escritos en nuestras constituciones, en nuestras leyes y en cientos de otras normas que pertenecen a los ordenamientos positivos, en la vida cotidiana, la legitimidad de la democracia aumentar� en la medida en que �sta pueda producir mejoras concretas en la calidad de vida de las latinoamericanas y latinoamericanos.
En este sentido, algunas de las conclusiones del Informe La democracia en Am�rica Latina producido por el PNUD-Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo que tuve el honor de dirigir en 2004 reflejaron los desencantos de una mayor�a de los ciudadanos de 18 pa�ses de la regi�n. Este paso entre el derecho nominal y la realidad es la construcci�n de ciudadan�a, entendida como el derecho vivido por los hombres y por las mujeres de nuestros pueblos.
Por lo tanto, la democracia no es solamente un sistema para elegir qui�n gobierna, sino un sistema para organizar la sociedad de tal manera que los derechos se conviertan en realidades. Que mi derecho a un trabajo decente, como sostiene la OIT, se traduzca en una realidad de un trabajo decente y que mi derecho a la integridad f�sica se corporice en la realidad de mi integridad f�sica.
�Por qu� la democracia es el mejor sistema para organizar a la sociedad con el objetivo de construir ciudadan�a?
No s�lo porque hasta ahora no se ha inventado un sistema mejor, y esto no constituye una afirmaci�n axiom�tica, sino porque la democracia tiene como objeto b�sico organizar el poder en la sociedad. Si no hubiera quien organice el poder en la sociedad, es dif�cil imaginar que los m�s d�biles pudieran gozar de sus derechos, o que las minor�as fueran tratadas con los mismos derechos por las mayor�as.
Entonces, si tenemos que construir ciudadan�a en situaciones de alta desigualdad (Am�rica latina posee un coeficiente Gini de 0,51 contra uno de 0,46 para �frica, es decir que es m�s desigual que esta �ltima) y de extrema pobreza ( el 40% de las poblaciones, en la mayor�a de los casos, est� por debajo de la l�nea de pobreza), es imprescindible resolver un desaf�o que es, a mi juicio, el nudo central de la agenda pol�tica latinoamericana: el Estado es necesario para las nuevas democracias de nuestra regi�n.
En el pasado tuvimos un Estado que absorbi� las capacidades individuales obtur�ndolas. Omnipresente, un se�or detr�s de un escritorio decid�a, entre otras cosas, desde el precio de la cebolla hasta d�nde hab�a que realizar inversiones estrat�gicas. Ese Estado, que eliminaba la creatividad que conlleva la libertad econ�mica, se agot� y nos agobi�. Luego vinieron las grandes reformas de los 80, y sobre todo, de los 90, impuestas, en muchos casos, a trav�s de metodolog�as no democr�ticas. Sin embargo, tiramos el agua de la ba�era con el ni�o adentro y nos quedamos sin Estado; esto es, nos quedamos sin poder para democratizar, para construir ciudadan�a.
�C�mo se hace para organizar el poder si las mayor�as eligen un poder que no tiene poder en el Estado? �Qu� sucede cuando el gobierno que ocupa un Estado que no tiene poder no puede organizar “el poder” en una sociedad? Este debate no est� suficientemente elaborado y mucho menos est�n resueltos sus interrogantes.
�O alguien podr�a creer que el narcotr�fico en Am�rica latina es una consecuencia del exceso de Estado? �O podemos afirmar que Latinoam�rica tiene la tasa de homicidios dolosos m�s alta del mundo porque sobra Estado? �Los problemas migratorios que experimentan muchos de nuestros pa�ses se producen porque sobra o falta Estado? �Las inseguridades cotidianas son consecuencia del exceso o de la falta de Estado? Incluso, y aunque suene un tanto desafiante y provocador, �nuestras imperfecciones de mercado son muestras de la “falta de Estado” o de su excesiva presencia?
El voto es un instrumento que tiene que ser lo m�s perfecto posible para alcanzar el poder y desde el poder transformar nuestras sociedades y hacer que los derechos se conviertan en realidad. Sin embargo, para alcanzar el poder tiene que haber poder p�blico, tiene que haber Estado. No el Estado del pasado, que nos agobi�, sino el Estado que precisamos para una democracia de ciudadanos. Organizar las condiciones para que la democracia sea creadora de ciudadan�a es, a mi juicio, el desaf�o m�s urgente de nuestra Am�rica latina. Cuando la democracia transforma en realidad los derechos nominales, nos acercamos a la democracia de bienestar.
(Clar�n – Buenos Aires)
Columnista huésped | 2 de Agosto 2007
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