Por Hilda Chen Apuy, profesora em�rita UCR, Premio Mag�n de Cultura
El a�o de 1941 fue crucial para muchos costarricenses y tambi�n para m�: la Universidad de Costa Rica abre sus puertas por primera vez y muchos j�venes ilusionados entran a esa instituci�n. Yo soy una de ellos. Estamos en �poca de guerra, aunque no parezca afectarnos por el momento.
San Jos� es una ciudad peque�a y tranquila, sin peligro para quienes caminamos por sus calles poco concurridas, sin miedo de los peligros que m�s de sesenta a�os despu�s agobian a los costarricenses de hoy.
Fue en 1941 cuando conoc� a tres intelectuales que generosamente se convirtieron en maestros y amigos: Don Joaqu�n Garc�a Monge, Don Roberto Brenes Mes�n y Don Abelardo Bonilla. No recuerdo c�mo llegu� por primera vez a la oficina de Don Joaqu�n, Director del Repertorio Americano; es como si siempre hubiera estado all� y me ligara a �l una vieja amistad de alumna a maestro. S� que �l me invit� a que publicara en el Repertorio mis peque�as prosas que ya aparec�an desde meses antes en la revista Ariel de Don Froyl�n Turcios.
Yo acababa de cumplir mis dieciocho a�os y Don Joaqu�n me recib�a siempre con su sonrisa y sus modales sencillos y muy afables. Me hablaba de las famosas poetisas latinoamericanas del momento: Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Alfonsina Storni y su amiga salvadore�a Claudia Lars, a quien tuve la dicha de conocer en San Salvador muchos a�os m�s tarde. Don Joaqu�n tambi�n me hablaba de Indoam�rica y de otros temas de un verdadero latinoamericanista. En alg�n momento Don Joaqu�n me dijo: “Hay que mirar m�s all� del Pac�fico. Alg�n d�a China va a despertar”.
Pens� que Don Joaqu�n tal vez se refer�a al hecho de que China estaba en guerra, defendi�ndose de la invasi�n japonesa que hab�a comenzado a�os atr�s. Tambi�n en alg�n momento me regal� un librito de su colecci�n El Convivio, El jardinero de amor de Rabindranath Tagore; tambi�n, en otra oportunidad, me obsequi� la traducci�n al espa�ol del poema original en lengua s�nscrita titulado Savitri que es parte de la obra �pica Mahabharata de la India.
Mi relaci�n con Don Joaqu�n dur� por varios a�os, aunque interrumpida durante el tiempo que permanec� como estudiante universitaria en los Estados Unidos, a�os que correspondieron a la peor etapa de la Segunda Guerra Mundial. Recuerdo con cari�o y gratitud a ese viejo maestro que fue amigo y mentor de tantos j�venes costarricenses que acud�an a su oficina por diversas razones.
(Semanario Universidad)
Columnista huésped | 31 de Agosto 2007
0 Comentarios