Por Fernando Dur�n Ayanegui
Hace varios a�os. Una aeronave aterrizar� en cat�strofe en el aeropuerto Juan Santamar�a porque su tren de aterrizaje no funciona. Un canal de televisi�n interrumpe la programaci�n regular para darle espacio a un “avance” de su noticiario.
La periodista de turno comenta el incidente desde antes de que el avi�n sea, en la pantalla, apenas un montoncito de puntos destacado contra el tel�n de fondo de un atardecer alajuelense. Finalmente, el aparato se distingue con nitidez y se puede ver c�mo, atrapado por la gravedad, se despanzurra en la pista, recorre algunos centenares de metros en medio de un aterrador estruendo, se detiene, no se incendia como se tem�a y entre los ocupantes nadie resulta herido.
La comunicadora describe lo que ya hemos visto y, para concluir, comete un desliz que pone al descubierto su �ntima frustraci�n: informa que el aparato ha tocado tierra, no se ha incendiado y “desafortunadamente no hay v�ctimas que lamentar”. Obviamente, ella se so�aba ya en todas las pantallas del mundo dando la noticia de una cat�strofe, lo cual solo habr�a sido posible si hubieran quedado por ah� algunos cad�veres chamuscados…
Hace varios d�as. Tras el terremoto de Per�, la Comisi�n Nacional de Emergencias (CNE) acata las recomendaciones del centro internacional de advertencia sobre tsunamis y, poniendo en estado de alerta a las poblaciones de la costa del Pac�fico, sabiamente sugiere que, durante pocas horas, todas las personas se mantengan lejos de la l�nea de marea o ubicadas en sitios convenientemente elevados.
El pa�s entero est� preocupado, pero el proceder de la Comisi�n tranquiliza bastante. Lo m�s probable es que no ocurra nada grave, se piensa, pero pocos dudan de que las previsiones adoptadas sean necesarias.
De pronto, en el cuartel general de la CNE se presenta un atildado comunicador que, bas�ndose en inciertas noticias procedentes de Chile o de Per�, le pregunta de manera imperiosa al presidente de la Comisi�n “por qu�” no ha levantado la alerta. El funcionario le explica que es su deber ce�irse al protocolo internacional que, con criterio t�cnico y cient�fico, dispone que la alerta no se levante mientras no se emita la recomendaci�n correspondiente desde el centro autorizado para ello, situado en Haw�i.
El tozudo periodista insiste en saber m�s que toda la ciencia del mundo, repite y repite su interrogatorio rayano en la tortura y, a decir verdad, nadie se explica de d�nde saca paciencia el agobiado vocero de la CNE para soportar la aut�ntica cat�strofe de la noche: un incontenible tsunami de vano protagonismo.
(La Naci�n)
Columnista huésped | 19 de Agosto 2007
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