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La mordaza

Columnista huésped | 29 de Agosto 2007

Por Rodrigo Madrigal Montealegre, polit�logo

Voltaire detestaba el dogmatismo, la intolerancia y el fanatismo, y se supone que a esas aberraciones se refer�a cuando, en la abundante correspondencia que mantuvo con intelectuales y monarcas, al final de cada carta sol�a agregar un anatema en forma enigm�tica: “�Aplastemos al infame!”.

Es realmente lamentable que el jefe de Estado nunca tom� la iniciativa de renegociar el TLC, como un noble gesto de tolerancia, respeto y conciliaci�n hacia una enorme masa que se opone a que el pa�s sea lanzado a la fosa de los leones, con la valent�a que tanto le admiramos cuando impidi� que nos arrojaran a la hoguera b�lica que devoraba a la regi�n, porque perdi� la oportunidad de unir a la naci�n.

Mediante el refer�ndum y como �nica depositaria de una soberan�a que usualmente delega en sus representantes, la ciudadan�a debe asumir la seria responsabilidad de tomar una decisi�n que, por su vital importancia, involucra el destino de las futuras generaciones, reviviendo la antigua democracia directa, tolerante y participativa de los antiguos atenienses.

Pero, para tomar su decisi�n, el pueblo necesita verificar si el TLC es realmente un pacto digno, solidario, magn�nimo y fraternal entre dos pueblos hermanos, e inspirado en la lealtad, la hidalgu�a y la buena voluntad, con el que la naci�n grande, opulenta y poderosa es generosa con el pa�s pobre, diminuto y d�bil.

Debe saber si, por el contrario, es un negocio entre gitanos que nos trata como a viol�n prestado ya que, para venderles nuestro b�rtulos, entregamos las aduanas, los mercados, las riquezas naturales, el mar territorial, las telecomunicaciones, las instituciones m�s venerables y los escombros de soberan�a y que solamente omite el jus primae noctis o derecho de pernada de los se�ores feudales.

Para que los ciudadanos voten, plenamente informados de las alternativas, sus implicaciones y sus consecuencias, es necesario que los protagonistas de ambos bandos –encabezados por el jefe de Estado, el abanderado del TLC y su rival electoral– se enfrenten en debates serios en los que, como gladiadores ideol�gicos, defiendan sus postulados con seriedad, claridad y convicci�n.

Si en vez de duelos entre mentes privilegiadas de ide�logos e intelectuales en la palestra de las ideas, nos ofrecen discusiones bizantinas sobre el sexo de las �ngeles o cu�ntos caben en la punta de un alfiler, que solo confunden y desorientan, los ciudadanos votar�n a ciegas y los recintos electorales se convertir�n en casinos, donde los votos en las urnas ser�an como apuestas en las ruletas.

M�s grave a�n es la intoxicaci�n saturada de fanatismo y satanizaci�n, as� como la manipulaci�n que atiza las fobias, las filias y las pasiones m�s primitivas, en un clima de pan y circo, donde las promesas se disipan como los espejismos del desierto. Los alambiques que, en lugar de ideas, solo destilan odio, miedo y veneno, est�n provocando la confrontaci�n m�s grave desde 1948.

Pero lo m�s burdo y peligroso es la paranoia de quienes se quedaron nadando en las arenas de un macartismo trasnochado que, con la aviesa intenci�n de provocar una cacer�a de brujas y una degollina pinochetista, estigmatizan como rojos a quienes defienden las conquistas e instituciones m�s nobles que nos legaron don Pepe y el Doctor.

Otro recurso repugnante es la mordaza. Por eso, causa profunda alarma e indignaci�n que –como un homenaje a la libertad de pensamiento–, el canal 13 clausure el programa Diagn�stico, donde un eminente intelectual dirig�a debates inteligentes y penetrantes. Igual suerte corri� el programa Prisma Pol�tico en el que, con Dionisio Cabal, disfrutamos el ingenio de don Alberto Ca�as, a Jorge Guardia y a eruditos de todos los credos. Pero la censura se impone donde se perpetra el grave delito de reflexionar, debatir y disentir.

M�s grave a�n es la sordina que, recurriendo a la intimidaci�n, le impusieran a la Iglesia Cat�lica porque, fiel a los postulados medulares de conmiseraci�n, justicia y solidaridad humana, cometi� la osad�a de emitir juicios adversos al TLC.

Ahora tratan de aplicarle la mordaza a la Universidad de Costa Rica porque su rectora defiende su autonom�a, la libertad de c�tedra y la obligaci�n de mantenerla como un faro y un foro de reflexi�n, tanto en sus claustros, como en sus radioemisoras o en el semanario Universidad, cuya lectura es esencial para comprender plenamente el TLC.

Este intento adicional de castraci�n mental evoca a Mill�n Astray, el general franquista que, con su guardia pretoriana, profan� la Universidad de Salamanca, espetando el insolente grito de “�Muera la inteligencia!”. La sabia respuesta de don Miguel de Unamuno, el anciano fil�sofo y rector, se inici� con una frase lapidaria que nos recuerda a Voltaire: “�Ustedes podr�n vencer –porque cuentan con la fuerza bruta–, pero jam�s lograr�n convencer!”.

(La Naci�n)

Columnista huésped | 29 de Agosto 2007

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