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Criterios �ticos para el refer�ndum

Columnista huésped | 1 de Agosto 2007

Por Monse�or Hugo Barrantes Ure�a, Arzobispo Metropolitano. Selecciones de la homil�a Visita Arquidi�cesis de San Jos� a la Bas�lica de Los �ngeles.

Aqu� estamos, con nuestros gozos y esperanzas, con nuestras tristezas y angustias.

No podemos sustraernos a la realidad. En lo social y en lo econ�mico, muchos costarricenses experimentan la pobreza y la pobreza extrema, sin que falten los tugurios y cuarter�as. Es impresionante el �ndice de rezago social en las zonas rurales.

La inseguridad ciudadana y la violencia son noticia diaria.

La familia sufre un proceso de desintegraci�n: muchos ni�os y j�venes est�n creciendo sin un norte moral, sin valores. Los padres han renunciado a su misi�n de educar; han dejado esa tarea en manos de los medios de comunicaci�n. Ya no se cree en Dios y en las verdades que ense�a la Iglesia, pero se cree en cualquier persona y en cualquier cosa. Todo depende de la moda.

Pero debemos mirar el futuro con esperanza y echar las redes.

Ante un mundo que sufre, la Iglesia aparece como una instituci�n generadora de ilusi�n y de esperanza. Ella sabe que la historia del mundo est� en manos de Dios. La misi�n de la Iglesia no es primordialmente pol�tica, es religiosa y evangelizadora. Ella ofrece fuerzas para unir los grupos y para asumir responsabilidades hist�ricas, sobre todo a la hora de tomar decisiones que afectan a toda una colectividad.

Ella desea transformar al individuo, potencialmente manipulable, en persona due�a de sus actos, a la vez, quiere transformar la masa en comunidad responsable y solidaria.

La Iglesia es una comunidad y fraternidad responsable de la salvaci�n del mundo.

Los cristianos no podemos instalarnos en un individualismo insolidario, ni en el peque�o mundo de los intereses de grupo.

El cristianismo no es una religi�n del individuo, sino una religi�n de la comunidad.

Cada cristiano es guardi�n de su hermano, y en el juicio final nos preguntar�n qu� hemos hecho por los dem�s. O sea, el cristianismo es una religi�n de responsabilidad hist�rica, nos ofrece la luz y la fuerza para construir un mundo mejor.

Son iluminadoras las palabras del Papa Benedicto XVI: “La Iglesia no puede ni debe emprender por cuenta propia la empresa pol�tica de realizar la sociedad m�s justa posible. No puede ni debe sustituir al Estado. Pero tampoco puede ni debe quedarse al margen en la lucha por la justicia. Debe insertarse en ella a trav�s de la argumentaci�n, racional y debe despertar las fuerzas espirituales, sin las cuales la justicia, que siempre exige tambi�n renuncias, no puede afirmarse ni prosperar. La sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la pol�tica.

No obstante, le interesa sobremanera trabajar por la justicia esforz�ndose por abrir la inteligencia y la voluntad a las exigencias del bien” (Deus Caritas est, 28).

Una palabra iluminadora

Aqu� cabe una palabra orientadora sobre el Refer�ndum del pr�ximo 7 de octubre. Ya los obispos hemos, reiteradamente, iluminado el tema del TLC, ofreciendo “criterios que faciliten un an�lisis objetivo y desapasionado, superando lo puramente ideol�gico y los intereses personales y grupales, pensando en aquello que favorezca el bien com�n y la paz social” (Mensaje CECOR, 9-11-06).

Todos los costarricenses inscritos en el Padr�n Electoral debemos ir a votar el pr�ximo 7 de octubre. Es un deber de conciencia, el futuro del pa�s lo exige. Hay que hacerlo en un ambiente de respeto, sin descalificar al otro. En Costa Rica el voto es secreto y soberano, debe ser ejercido de una forma libre, despu�s de informarse debidamente, pensando en el bien del pa�s. Confiamos plenamente en el Tribunal Supremo de Elecciones y acataremos el veredicto final que emane del mismo.

La necesidad de criterios �ticos para iluminar un Tratado de Libre Comercio nace del hecho de que, sin bien el mercado tiene su propia l�gica y fomenta la eficiencia, no tiene su propia �tica para asegurar de por s� un desarrollo humano integral. “Si la globalizaci�n se rige por las meras leyes de mercado aplicadas seg�n las conveniencias de los poderosos, lleva a consecuencias negativas” (Ecclesia in Am�rica 20 ).

Algunos criterios �ticos, a la luz del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia, que ya los obispos hemos ofrecido para iluminar la mente y mover los corazones a fin de que el voto sea un acto responsable, son los siguientes:

El criterio �tico principal para juzgar un TLC es ver si la dignidad de la persona humana es su eje principal. S�lo cuando un TLC se fundamenta en los principios de justicia y solidaridad:

• Puede ser un instrumento de aut�ntico desarrollo humano que consiste en “el paso, para todos y cada uno de condiciones menos humanas a condiciones m�s humanas” (Pablo VI ). • Se vuelve capaz de producir una reducci�n real de la creciente brecha entre ricos y pobres. • Logra un efecto positivo en la vida y en la dignidad de las familias y en las de los trabajadores pobres y vulnerables. • Permite articular los valores de eficiencia y competitividad –tan exaltados en la cultura actual- con los de justicia social, equidad, b�squeda del bien com�n y respeto a la persona. • Produce un uso compartido de las riquezas, como consecuencia de la “hipoteca social” que pesa sobre todos los bienes. • Se vuelve capaz de transformarse en un instrumento, no s�lo para producir y exportar mucho y muy bien, sino tambi�n para redistribuir mucho y muy bien.

No olvidemos que los obispos hemos estado insistiendo en la necesidad de un debate y di�logo nacional de parte de todas las partes interesadas.

Realmente para el episcopado nacional el problema m�s de fondo es la falta de una Agenda o estrategia nacional de desarrollo. Se necesita definir el pa�s y la sociedad que queremos. “�Hacia d�nde” y “por d�nde” queremos que se desarrolle el pa�s?

Columnista huésped | 1 de Agosto 2007

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