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Universidad para la Paz

Columnista huésped | 4 de Julio 2007

Por Luis Thenon, profesor titular, Universit� Laval, Qu�bec, Canada

Cuando un barco se hunde, las ratas son las primeras en abandonarlo, ellas saben ponerse r�pidamente a salvo, camuflarse en el medio ambiente y reciclarse bajo la forma de se�ores decentes y pac�ficos. Antes fue el Banco Mundial, y ahora parece que la Universidad para la Paz les brinda una nueva ocasi�n para blanquearse.

Y el barco se est� hundiendo en Irak desde hace mucho. �Que tiene que ver Irak? me pregunta alguien de repente. Que parece que el se�or Maresca ha tenido mucho que ver con ese barco. Claro que eso no es nuevo. Primero fueron los halcones de la Casa Blanca los que anunciaron al mundo que la paz de Medio Oriente pasaba por el exterminio de todos cuantos no cre�an ni pensaban lo mismo que ellos, y los gendarmes universales volvieron una vez m�s a las andadas. Claro que a esos gendarmes les falta un poco de legitimidad, no los eligi� nadie. Las Naciones Unidas s�lo pudieron observar impotentes como los grandes tiranos de la democracia decid�an y hac�an seg�n sus mezquinos intereses. Y pensar que hay en Am�rica Latina quienes le creyeron y apoyaron en esa escalada del neocolonialismo.

No falta incluso quien siga pensando que sin Guant�namo, sin las torturas y las violaciones sistem�ticas a los derechos humanos, no se puede salvar el mundo y la democracia no tiene porvenir. Pocos fueron en ese mundo los que objetaron el juicio al ex-presidente de la desaparecida Yugoslavia; no es que �l estuviera en las salas de tortura ni que dirigiera en el campo de batalla las limpiezas �tnicas, s�lo tomaba, como m�ximo jerarca, las decisiones que sus subordinados generales llevaban a cabo, con permiso expl�cito o sin �l, en el lugar de operaciones. Y no dud� la comunidad internacional en acusarlo, y no dud� la comunidad internacional en llevarlo a juicio, y no dud� nadie en comprender que el grado de responsabilidad ven�a de arriba hacia abajo.

Y los dirigentes mundiales (reyes, presidentes y primeros ministros) que son tambi�n comandantes en jefe de sus fuerzas armadas �no son responsables de nada? Lejano est� el d�a en que el mundo deje de funcionar seg�n el orden de �dos pesos y dos medidas�. Sabemos que la historia suele ser implacable con ellos, pero cierta categor�a de dirigentes mundiales suelen gozar de muy buena salud internacional mientras est�n vivos, sobre todo si son miembros del club de los vencedores.

Guant�namo cerrar� sin dudas en alg�n momento, no porque est� mal, no porque su existencia es un oprobio al derecho y a la vida, cerrar� simplemente porque le hace da�o a la �imagen� internacional de los Estados Unidos de Am�rica. No he escuchado a ning�n dirigente de ese pa�s decir otra cosa.

Y si de terrorismo se trata, pongamos pronto los puntos sobre la �es. La oposici�n al terrorismo deber�a ser uno de los principales objetivos de la Universidad para la Paz. A todos los terrorismos. No puede la idea de la paz sustentarse en ninguna violencia, y el terrorismo, el internacional tanto como el terrorismo de estado (como el que vivieron los pa�ses del sur de Am�rica, o Guatemala, o El Salvador), no puede quedarse en el tintero. El terrorismo no tiene espacio, bajo ninguna de sus formas, en el universo ideol�gico de la paz.

Todos estamos cansados del manejo del discurso del terror. Todos estamos hastiados de que algunos iluminados se crean con permiso para matar a cuantos se les ocurra para llamar la atenci�n sobre sus discursos pol�ticos, religiosos, �tnicos y toda la panoplia de aberraciones integristas. Y cuando las instancias internacionales caen tambi�n en el discurso igualmente iluminado de la democracia dirigista y de los derechos �democr�ticos� inherentes a las �seguridades nacionales�. Y mientras los estados poderosos (econ�mica y militarmente poderosos) pretendan seguir manejando el mundo como si se tratara de una finca privada, seguir�n produci�ndose el mismo tipo de aberraciones y seguir� aumentando la distancia entre el ejercicio de la democracia y los discursos sobre la democracia.

Ser�a quiz�s necesario crear un ONG bajo la forma de �democracia sin fronteras�, aunque ello no garantizar�a que este organismo no cayera tambi�n entre las garras de las �guilas y los halcones.

Pero volvamos, despu�s de este rodeo al tema que me induce a romper mi silencio. La Universidad para la Paz. Qu� lindo nombre. Qu� hermosa idea. Cu�nta falta hace en este mundo.

Y por eso me rebelo, se me cristaliza el alma, se me acaban las razones para seguir call�ndome. �C�mo pueden algunos hacer que sea tan indigna la tierra de Walt Whitman? �C�mo puede alguien pensar que la idea de la paz seguir� eternamente siendo una mercader�a de escaparates? �De las armas al petr�leo y del petr�leo a la paz? Como itinerario me parece altamente dudoso. Y si de nombrar a alguien de los Estados Unidos se trata, pienso aqu� que una persona digna como un Jimmy Carter podr�a ser un mejor candidato para el puesto.

Desde mi condici�n de acad�mico con casi treinta a�os de labor en el espacio universitario, me siento como un reo al que le han amurallado la �ltima ventana. Desde mi condici�n de ciudadano canadiense, me averg�enzan algunos silencios de mi pa�s. Como hombre, me hierve la sangre ante tanta ignominia y tanta mentira.

Desde su implantaci�n, parece que la semilla de esperanza que deb�a ser la Universidad para la Paz no ha germinado y no ha producido necesariamente la flor que se esperaba. Siempre hay quienes confunden estas cosas y creen que pueden arremeter con su implacable econom�a de mercado en cada rinc�n de la existencia.

Entonces, se confundi� la Universidad para la Paz con un reducto para ejercer nuevas influencias pol�ticas para viejos deseos hegem�nicos y para nuevas ideas comerciales, con testaferros y socios acostumbrados al beneficio r�pido. Y ahora se est� tramando, casi en silencio, la salida expeditiva del territorio costarricense de este instrumento para la paz en el que muchos creyeron y del cual mucho se esperaba.

Costa Rica tiene verdaderamente en el mundo una imagen envidiable. La que le dio a lo largo de la historia del siglo XX su magn�fica idea de trocar las armas y los uniformes por libros, escuelas, hospitales, centros de salud para todos y planes de integraci�n social raros en esta parte de nuestro continente. Todo ello, hechos concretos en el camino para la construcci�n de una democracia real siempre deseada y sostenida por la mayor�a.

Estoy tentado de imaginar que la mayor�a de los premios N�bel del planeta, juntos, podr�an tener alg�n peso pol�tico. Da la casualidad de que el actual Presidente de Costa Rica es uno de ellos, y no el de menor prestigio en ese �mbito. Y Rigoberta Mench� y Perez Esquivel, juntos con Arias, como una paloma de tres cabezas latinoamericanas por la paz, podr�an intentarlo.

Yo no s� si las �guilas saben volar hacia atr�s, pero estoy seguro que saben volver a su guarida cuando la presa es demasiado dif�cil de tomar. Y para que ello suceda, no importa que la presa sea grande o peque�a, lo que importa, es que sepa defenderse, y para ello, creo que ser�amos muchos los que estar�amos dispuestos a ayudarla. Porque la paz no puede eternamente seguir siendo una palabra vaciada de su significado, un simple comod�n para un juego de cartas siempre marcado para que ganen los mismos cada vez.

Si empec� este escrito pensando la actualidad de los derechos humanos, del territorio ocupado por la Corte Internacional de Justicia y de la realidad ignominiosa a la que el pueblo iraqu� sigue estando sometido, no es por pura casualidad o por un impulso a�ejo de caer en los discursos anti-imperialistas del pasado. Es porque no me pasa por la garganta que existe la posibilidad de que uno de los art�fices de lo que hoy pasa en Irak y del universal negocio petrolero se blanquee asumiendo el cargo de rector de la Universidad para la Paz.

En su columna, don Julio Rodr�guez hace menci�n de la posibilidad de elegir a alguien como el Dr. Dur�n. No conozco al Dr. Fernando Dur�n, pero por su condici�n de ex Rector de la UCR, y por su simple condici�n de ciudadano costarricense, acad�mico y cient�fico, comprometido con la sociedad y los ideales de esta Costa Rica, me parece tener ya amplias facultades para ejercer ese cargo. En todo caso, mucho m�s que el curr�culo alimentado por el militarismo y el conocimiento del gas y del petr�leo en Asia del se�or Maresca, �militar, embajador en Irak y experto en el manejo de empresas petroleras en Asia� tal como lo afirma don Julio Rodr�guez en La Naci�n del 27 de junio del 2007.

Y para terminar, si no me equivoco, el Se�or Maurice Strong, actual rector de transici�n de la UPAZ es canadiense, como yo. Claro que no alcanza tener una reconocida nacionalidad para asumir ciertos cargos con el honor y el compromiso necesarios al ideal de la paz. La paz de todo el mundo, la paz de los m�s peque�os, la paz con may�sculas que tantos esperamos. Canad� dice siempre ser un pa�s pac�fico. Claro que desde hace siglos no ha dejado de participar en cuanta guerra ha habido por el mundo.

Mi memoria me dice que tom� mi pa�s la clara y honor�fica decisi�n de no participar en la guerra contra Irak. Mi memoria me dice tambi�n que los soldados canadienses mueren a diario en el sur de Afganist�n, a pesar de que la mayor�a de los canadienses se opone a la presencia de nuestro pa�s en esa guerra. El ir y venir de la guerra y la paz, eternamente, como un fluido espont�neo, no tiene f�cil soluci�n. Pero mi pa�s, si de verdad est� de alguna manera comprometido con la paz, deber�a hacer hoy algo concreto. Decir basta, ejercer el poder que le confiere ser parte del club de los vencedores y oponerse a que una instituci�n como la Universidad para la Paz caiga tan bajo, o siga estando tan abajo.

La paz necesita acciones concretas. Como la democracia, necesita para existir que m�s all� de las palabras, las acciones se�alen el camino sin retorno. No se puede vivir siempre de las apariencias y las mentiras. Y el mundo no puede ser solamente un negocio.

Columnista huésped | 4 de Julio 2007

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