Por Arnoldo Mora
Nada ha sacudido m�s a la opini�n p�blica costarricense que el reciente fallo de la Sala Constitucional declarando por mayor�a (5 a 2) que el TLC no adolec�a de inconstitucionalidades. Con ello, dejaba las puertas abiertas para que el Tribunal Supremo de Elecciones prosiga con la organizaci�n de un refer�ndum a celebrarse el pr�ximo 7 de octubre. Sin duda, el mencionado fallo ameritaba esa expectativa, tanto por la trascendencia del asunto en s�, como porque de dicho fallo depend�a en gran medida que se pudiese llevar a cabo algo tan novedoso en nuestro medio como un refer�ndum. En efecto, si la Sala IV aceptaba que hab�a inconstitucionalidades en el TLC, como lo reconocieron dos ilustres magistrados (Alp�zar y Cruz) y lo vienen sosteniendo no pocos distinguidos juristas, este TLC se ca�a y, en el mejor de los casos, habr�a que negociar uno diferente.
Pero la Sala Constitucional dijo lo contrario. Ahora solo cabe esperar que se haga p�blico el texto completo para saber cu�les fueron las razones que adujeron los cinco magistrados que hicieron o�dos sordos a las innumerables voces autorizadas que expresaron en un enorme legajo los alegatos de inconstitucionalidad. De mi parte, solo me cabe destacar que este fallo trasciende el �mbito de lo meramente jur�dico y se convierte en una p�gina lamentable de la historia pol�tica de este pa�s. Que sea la historia la que juzgue a sus protagonistas.
Por eso, m�s que ahondar en el an�lisis del fallo, lo cual pienso que es improcedente mientras no se tenga el texto completo del mismo, me limitar� a se�alar, una vez m�s, la m�s grave deficiencia que, en mi opini�n, sufre el sistema democr�tico costarricense tal como viene funcionando en las dos �ltimas d�cadas. Una democracia aut�ntica se funda en valores. Pero, para que los valores se conviertan en realidades tangibles y rijan la vida de los ciudadanos no bastan las leyes, si bien estas son indispensables, sino que es necesario que haya instituciones que las apliquen en el d�a a d�a de la convivencia social. Cuando las instituciones fallan, se genera un vac�o de poder que, como lo se�alaba Hegel aludiendo a la Revoluci�n Francesa, solo puede engendrar el terror. Y as� se da la dolorosa paradoja de que, defendiendo supuestamente los m�s altos y nobles principios, se cometen y —lo que es peor— se justifican los m�s atroces atropellos a esos mismos valores que se dicen defender, como sucedi� con la Inquisici�n (que, dicho sea de paso, tambi�n era un tribunal) en la Edad Media.
Lo que hoy vive Costa Rica y que es la expresi�n m�s pat�tica de la crisis que sufre nuestro sistema democr�tico, es lo que se ha llamado la judicializaci�n de la pol�tica. Actualmente tribunales como la Sala IV se arrogan el “derecho” (?) de tomar por los costarricenses las m�s trascendentes decisiones, como fue modificar la Constituci�n para permitirle a Oscar Arias reelegirse. Hoy hace otro tanto legitimando el TLC. Con ello se ha ahondado la ruptura del contrato social b�sico en que se funda nuestro sistema pol�tico. La �nica salida que queda ahora es que el Soberano retome su derecho a gobernarse, lo cual solo se dar� cuando la crisis que hoy vive la democracia costarricense se convierta en conciencia colectiva.
(La Rep�blica)
Columnista huésped | 10 de Julio 2007
1 Comentarios
Lamentablemente concuerdo con don Arnoldo. Ahora s�lo le queda al pueblo, el �nico y aut�ntico soberano, el defenderse de los abusos y atropellos que esta administraci�n est� cometiendo en contra de nuestros derechos, de nuestros legados y bienes comunes.
Malditos mercaderes que nos gobiernan, no somos m�s que mercanc�a para ellos. No somos m�s que un medio para enriquecerse m�s, pues asalariados como somos, nos quitan lo que tanto nos cuesta ganarnos, mediante una y mil patra�as legales. Maldito su dinero, sus empresas y sus mesas, espejismo de bienestar, pues en realidad se llevan a la boca mentiras, dolor, enga�o y sudor ajeno.
Malditos quienes los respaldan y los justifican mediante artefactos legales. Antes que la historia, ser� su propia conciencia la que los juzgar� y los traicionar�, pues est�n anteponiendo el beneficio de pocos por el de muchos, est�n despreciando ese mismo legado social del que se han servido y que les ha permitido llegar a donde est�n ahora. Est�n reprobando y excluyendo a la misma academia donde otrora llenaron sus mentes de ciencia y saber. La ignoran y contrarian no s� si por vanidad o por ignorancia. En vez viejos sabios, est�n demostrando ser viejos enfermos, ciegos y sordos.
Lamentablemente concuerdo con don Arnoldo. Lamentablemente porque no creo en el Soberano tampoco. No en este momento. Lo veo, lo escucho y lo vivo todos los d�as…el Soberano est� enfermo, de vanidad, de estupidez, de desinter�s…el Soberano es un bruto adolescente que babea, sin personalidad, ni deseos de educarse. En estos momentos cr�ticos y determinantes, la sandez es la �nica soberana y las aves de rapi�a llegaron en el momento preciso.