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Or�genes

Columnista huésped | 2 de Julio 2007

Por Hilda Chen Apuy

Los seres humanos, desde tiempos remotos, nos hemos preguntado qui�nes somos, por qu� estamos aqu� y cu�l es nuestro origen. Tambi�n yo he tenido esa curiosidad a lo largo de mi vida, sobre todo por ser el producto de un mestizaje de un padre asi�tico y una madre costarricense. Algunas veces he pensado por qu� un joven chino en el siglo XIX, como tantos otros inmigrantes que cruzaron el Oc�ano Pac�fico para asentarse en estas tierras, desembarc� en un peque�o puerto costarricense llamado Puntarenas. Supongo que fue el azar el que hizo que bajara en un sitio sobre el cual no ten�a la menor idea de su geograf�a o de su ubicaci�n en estas costas.

Desconozco los detalles de los primeros a�os que pas� en Puntarenas. �l dec�a que hab�a llegado a los 16 a�os de edad; y a veces me cont� que hab�a quedado hu�rfano siendo ni�o, por lo cual su abuelita paterna lo cri�. Viv�an en una peque�a aldea pobremente, hasta que su abuelita muri� y �l decidi� buscar fortuna allende el mar, saliendo de la parte meridional de China para embarcarse hasta llegar a nuestras tierras.

M�s de una vez me he preguntado qui�nes fueron los antepasados del joven inmigrante, a quien el destino ancl� en esa peque�a tierra llamada Puntarenas. Pasaron los a�os y ese joven trabaj� y ahorr� hasta llegar a ser un hombre con suficientes medios. Arraig� en Puntarenas y ayud� a j�venes parientes para venir ac� a probar fortuna.

El siglo XIX fue una �poca dif�cil en el Imperio Chino. Los comerciantes ingleses obligaron a China a abrirse al comercio del opio, droga prohibida en el Imperio. Ca�onearon el puerto de Cant�n y al ganar esta guerra llamada La Guerra del Opio, lo humillaron, exigieron indemnizaciones cuantiosas y la isla de Hong Kong. Adem�s, lograron obtener la apertura de varios puertos para comerciar libremente. Inglaterra era ya una naci�n industrializada con armamento muy superior al que ten�an los ej�rcitos chinos.

No s� mucho de los antepasados de mi padre, aunque s� he investigado sobre sus or�genes en viajes a China, Hong Kong y otros lugares, donde pude encontrarme con una gran red familiar y bibliograf�a importante.

En cuanto a mi madre costarricense, tambi�n hu�rfana de padre a muy temprana edad, fue hija �nica, de modo que en mi infancia no conoc� t�os ni ning�n otro pariente, excepto a mi abuela, que muri� siendo yo escolar. A veces me he preguntado por qu�, en un momento dado, pap� y mam� tuvieron que encontrarse para formar una pareja desigual por la diferencia de edades, or�genes, lengua y cultura. A pesar de eso se quisieron y respetaron mutuamente, fue un matrimonio estable y un hogar en que tuve cari�o, cuidados y las condiciones que me permitieron estudiar para ser una persona �til en el pa�s, que acept� al joven inmigrante venido de otro continente, para dar origen a una familia que ha servido en distintos campos profesionales a esta patria.

Con frecuencia he recordado a mis padres con profundo amor y gratitud. Pap� no quiso que yo me sintiera extranjera, por lo cual se neg� a ense�arme su lengua a mi petici�n, con la excusa de que yo nunca ir�a a China; sin embargo, me dio un nombre chino que siempre he valorado. A veces me dec�a que yo era su “joyita”, sobre todo cuando se alegraba con mis buenas calificaciones escolares. Mam� tambi�n quiso que sus dos hijas estudiaran para que tuvieran “un machetito” con que defenderse en la vida, es decir, un diploma. Su m�xima aspiraci�n era que yo me convirtiera en maestra de escuela.

�C�mo agradecer a esos padres lo que hicieron por sus hijos? Por eso siempre he pensado que mi vida es la respuesta.

(La Prensa Libre)

Columnista huésped | 2 de Julio 2007

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