Por Monse�or Ignacio Trejos Picado, Obispo Em�rito de San Isidro de El General
La vida que el Se�or se ha dignado prestarnos y regalarnos como el don m�s preciado, se�al de su infinita bondad, y de la que se desprenden los m�s sagrados deberes y los m�s justos derechos, es la que hemos de estar siempre dispuestos a defender, en todos los campos de la actividad humana. S�, la que debemos compartir solidariamente unos con otros, si nos proponemos ser hermanos.
Apena, averg�enza y hasta indigna al extremo que en los actuales momentos de inicios del tercer milenio, haya personas tan endiosadas, tan pagadas de s� mismas, que no s�lo piensan, sino que tambi�n sienten y experimentan en lo m�s profundo y elevado de su ego�smo y de su orgullo, que la Patria es suya, s�lo suya, exclusivamente suya.
Se han consagrado de manera tan radical, tan absoluta, al culto de sus personas, de sus ideolog�as, de su propio clan, que pareciera se han olvidado del todo del servicio que est�n llamados precisamente a prestar a sus semejantes.
�Qu� tienen de patriotas, aut�nticos y verdaderos, quienes as� act�an?, nos preguntamos. Y para colmo de males, de tal manera pregonan serlo, a los cuatro vientos.
Si hemos luchado, y lo seguiremos haciendo, es para tratar de servir sin l�mites a quienes m�s se lo merecen de nuestra parte, y entre ellos debemos citar, en primer lugar a los ind�genas, es decir, a nuestras queridas etnias aut�ctonas que se han consagrado a respetar y salvaguardar nuestros bosques, la riqueza entera de nuestra naturaleza, de ese incomparable verdor, con el que ha querido regalarnos el Creador.
Luchamos igualmente por nuestros campesinos, los agricultores, quienes luchan en todo tiempo contra los embates de la naturaleza y el escaso apoyo con que siempre han contado de parte de los gobiernos de turno. Son ellos, los peque�os agricultores, precisamente, los que con el sudor de su frente, riegan nuestros campos para procurarnos el alimento de hoy y de todos los d�as. Sin embargo, ser�n ciertamente ellos, quienes se ver�n afectados con el tan tra�do y llevado TLC.
En la lucha contra el “Combo del ICE”, esa campa�a patri�tica, prolongada y dif�cil, que sostuvimos durante siete a�os desde el Valle de El General, para defender a Costa Rica con esas siete heroicas familias de Miraflores de General Viejo de P�rez Zeled�n, que se opusieron a vender sus tierras, le hicimos frente a la defensa del caudal acu�fero de los r�os Chirrip� y El General.
Se ignoraba en otros sitios del pa�s la lucha que en aquellos retirados rincones se estaba dando. Quien no lo ignoraba era precisamente el Presidente de la Rep�blica, que se ocupaba de enviarnos emisarios para que depusi�ramos tan ardua tarea.
Fueron vanos los intentos presidenciales, como consta en los anales recientes de nuestra historia, correspondiente a aquel marzo del 2000. La batalla se libr� y tambi�n se gan� la guerra, demostrando que cuando Costa Rica quiere, ella tambi�n puede y lo sabe hacer pac�ficamente.
Uno de esos enviados presidenciales, en su oportunidad y a los precisos inicios de nuestra querella, nos manifestaba al escuchar nuestros razonamientos: “Cierto, a ustedes les asiste toda la raz�n, pero �qu� vamos a hacer si nuestros gobernantes quieren llevar al pa�s por caminos diferentes, como ellos se lo proponen?”
Por mi parte, le expres� al instante: “Eres un verdadero irresponsable, pues, dices servir a Costa Rica como funcionario p�blico y est�s vali�ndote de tu jugoso salario para cumplir las �rdenes de quienes precisamente la traicionan. Te equivocas. Nosotros s� sabemos lo que nos corresponde hacer, lucharemos hasta el fin”. Y as� lo hicimos.
Y esta “Lucha sin fin”, en la que vivimos empe�ados y nos tiene aqu� presentes, es la que queremos y debemos librar por Costa Rica y todas su instituciones, si la amamos de verdad. Y as� ciertamente lo estamos haciendo en este “S�per combo” llamado TLC, tal como nos lo est�n proponiendo.
Si de veras nos llamamos cristianos y queremos comportarnos como tales, debemos seguir el ejemplo que el Divino Pastor Jesucristo nos dio. �l vino, como claramente nos lo manifiesta en el Evangelio, no para ser servido sino para servir. En efecto, es �l, precisamente, el m�ximo Servidor de todos los tiempos y de todas las latitudes. Por lo mismo pudo decir: “Ejemplo les he dado, para que as� como yo lo he hecho, lo hagan tambi�n ustedes”. Por nosotros derram� su sangre, entreg� su vida, muri� y resucit�; vive y vivir� por los siglos de los siglos.
�Qu� ser�a de nosotros si a Cristo se le hubiera ocurrido desistir de la Cruz, dej�ndola botada camino del Calvario? Sencillamente vivir�amos para siempre sin esperanza.
Es este Cristo, quien hizo suyas en su propia carne, en su propia vida, las dolencias de la humanidad, el que est� aqu� presente ante el altar de la Patria, que es nuestro coraz�n, para alentarnos diciendo: ��nimo, no tengan miedo, yo he vencido al mundo!
Columnista huésped | 28 de Julio 2007
4 Comentarios
Me parece muy acertado su ensayo, impl�citamente, as� es: Costa Rica, nuestra querida Patria, est� y deber� as� estarlo, por encima de cualquier clan, nefasto y arrogante que nos gobierna. Dios est� con el pueblo de Costa Rica, eso lo deben de recordar nuestros “gobernantes”.
Un cordial saludo de su ex-alumno en San Crist�bal Norte.
Lo felicito en la forma m�s efusiva por su valent�a e intachable trayectoria y las muchas y patri�ticas luchas libradas a traves de su vida. Siempre le he admirado y apoyado en su postura. Deseo hacerle saber que como yo, hay much�simos miles y miles de verdaderos costarricences que le apoyamos.
Estar� siempre a sus �rdenes. Un cordial saludo.
Excelente mensaje para los cristianos. Es necesario estos pronunciamientos de aut�nticos l�deres religiosos, haciendo conciencia de las consecuencia que traer�a el tlc en las condiciones en que fue negociado.
Excelente comentario don Ignacio, en verdad usted es un autentico lider cristino.
Ojala, los demas sacerdotes y altas autoridades cat�litas de este pais, levantaran sus voces para defender a nuestro pueblo, y dejaran de permanecer tan callados como lo han hecho hasta hora.
Que Dios lo bendiga y lo ilumine, siempre.