Por Fernando Dur�n Ayanegui - [email protected]
Cuando, joven, estudiaba en Europa, cada vez que sal�a de viaje familiar en mi estrecho “abej�n” Volkswagen calmaba el desasosiego claustrof�bico de mis hijas invent�ndoles alg�n cuento para el que ellas mismas escog�an el tema. Un desplazamiento, pongamos por caso, entre Lovaina y Aquisgr�n me daba tiempo para relatarles las aventuras de, por ejemplo, un rat�n que ansiaba –y para su desdicha lo lograba– convertirse en elefante. En cierta ocasi�n, entre estaci�n y estaci�n de un largo viaje de vacaciones les propin� una novela “por entregas” (premonici�n de los culebrones televisivos, supongo) de la que he olvidado casi todo, aunque recuerdo el escenario: un peque�o pa�s, unido a una gran potencia por un tratado que le permiti� a esta instalar, en el diminuto reino, un gigantesco conjunto de antenas de uso militar, lo que a su vez trajo como consecuencia un ensombrecimiento del territorio que obligaba a la poblaci�n a mantener la luz artificial perennemente encendida y a usar aparatos de gas para secar la ropa.
Aquel relato infantil vino precisamente a mi mente un d�a de estos, cuando me preguntaba a m� mismo por qu� la conmemoraci�n de la Campa�a Nacional contra los filibusteros result� tan minuciosamente deste�ida, pr�cticamente inadvertida en nuestro sistema escolar y hasta vilipendiada por algunos como victoria del pueblo de Costa Rica. Record� entonces un comentario de Milan Kundera relacionado con la experiencia estalinista de Checoslovaquia: “El olvido es una forma de muerte que siempre est� presente en la vida… Pero el olvido es tambi�n el gran problema de la pol�tica. Cuando una gran potencia quiere despojar a un peque�o pa�s de su conciencia nacional, acude al m�todo del olvido organizado. La naci�n que pierde conciencia de su pasado tambi�n va perdiendo gradualmente la conciencia de s� misma. Y, as�, la situaci�n pol�tica arroja una luz brutal sobre el problema metaf�sico ordinario del olvido, el que estamos enfrentando todo el tiempo, todos los d�as, sin prestarle atenci�n. La pol�tica desenmascara la metaf�sica de la vida privada, la vida privada desenmascara la metaf�sica de la pol�tica”.
En fin, el caso es que, mientras yo les contaba la hoy olvidada historia del pa�s privado de la luz solar, mis peque�as hijas me interrump�an a veces para exigirme que les dijera por adelantado de qu� manera sus habitantes recuperar�an el derecho a disfrutar del astro rey. Y la verdad es que tampoco recuerdo c�mo fue que, en mi historia, el peque�o reino oblig� a la gran potencia a irse con sus antenas a otra parte. Si es que lo hizo.
(La Naci�n)
Columnista huésped | 16 de Julio 2007
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