Por Lisbeth Quesada Trist�n, Defensora de los Habitantes de la Rep�blica
Los y las costarricenses podremos vivir una nueva fiesta en los pr�ximos meses cuando recurramos a las urnas electorales para definir si estamos o no de acuerdo con que el pa�s ratifique un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, Centroam�rica y Rep�blica Dominicana.
Esa decisi�n del “s�” o del “no” ser� la voluntad de todo un pueblo responsable que, a trav�s de un proceso democr�tico, definir� realmente si cree o no conveniente el contenido plasmado a trav�s de ese instrumento internacional, sustituyendo en este caso particular la potestad de legislar que otorga la Constituci�n Pol�tica a los(as) se�ores(as) diputados(as).
Sin embargo, antes de llegar hasta ese d�a clave de la votaci�n, las y los habitantes debemos estar muy atentos de analizar toda la informaci�n existente de tal manera, que la decisi�n que tomemos sea realmente la que creamos pertinente para beneficio de nuestra naci�n. Es un derecho de todos y todas tomar una posici�n, y es una obligaci�n de respetarnos en las distintas posiciones.
Recientemente me llam� la atenci�n una noticia transmitida por un medio de comunicaci�n televisivo en el sentido de que algunas personas que repart�an informaci�n o propaganda a favor del TLC recib�an alg�n tipo de presi�n por parte de estudiantes del grupo opositor en un centro de educaci�n universitario. Indistintamente de la decisi�n de cada quien, debemos respetar las posiciones y criterios sobre el TLC para que este proceso de consulta popular o refer�ndum se realice con orden, con calma, pero sobre todo, con absoluta libertad de expresi�n y pensamiento tanto a favor como en contra.
Recuerdo mis a�os en la UCR, all� por el 11 setiembre de 1973, d�a del golpe de estado en Chile, �poca en que cursaba la carrera de teatro y de historia y geograf�a, cuando un conocido profesor defendi� a capa y espada el “golpe” y derrocamiento del presidente Salvador Allende, aplaudiendo la actuaci�n del general Pinochet. Qu� dolor y qu� decepci�n escuchar a un historiador, humanista, defender un golpe de estado como ese, sin medir las consecuencias que traer�a al pueblo chileno la dictadura. No s� si a�os despu�s, �l cambio de posici�n con los miles de muertos y desaparecidos, con la corrupci�n y la pavorosa violaci�n de derechos humanos de la dictadura. Lo que s� comprendo hoy es que aunque yo creyera que estaba equivocado, �l tambi�n ten�a derecho de disentir de mi posici�n. Pod�amos debatir, pero siempre en el marco de respeto de nuestros derechos. Dec�a el Gran Maestro Benito Ju�rez: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”.
Por las personas y razones que sean, este TLC tiene dividida a la sociedad costarricense. Es por esto que como Defensora de los Habitantes hago un vehemente llamado a la tolerancia, al respeto, y al debate de altura, dentro y fuera de las aulas. Tenemos derecho a decir un “s�” o un “no” sin que medie forma alguna de discriminaci�n, o intimidaci�n. Para unos y para otros, “derechos sagrados, la patria nos da”.
(La Rep�blica)
Columnista huésped | 7 de Julio 2007
1 Comentarios
Lamentable comentario el de la Se�ora Defensora de los Habitantes. Ciertamente los costarricenses somos ante todo, respetuosos de la opini�n ajena. Es m�s… demasiado respetuosos. Esa virtud nos caracteriza y nos llena de orgullo. Pero una cosa es el respeto, y otra, muy distinta, la estulticia. De repente la Se�ora Defensora se convierte en ingenua criatura al dar por cierto que los pobreciticos muchachos del SI, en el seno de la Universidad, son irrespetados e intimidados… por los del NO, al punto de no poder expresarse… Vaya candidez. Deber�a la Se�ora Defensora ser m�s reflexiva. �O ser� que ha recibido “presiones”?. Por otra parte, los �ltimos acontecimientos de nuestro pa�s no se pueden reducir a la obediencia ciega y a la credibilidad absoluta. Cinco tristes magistrados, de dudosa honorabilidad, decidiendo la calidad de vida y hasta el destino de 4 millones y medio de costarricenses, no constituye una alternativa en la coyuntura que vivimos.
Pareciera que la Se�ora Defensora ya acab� con su defensa de los ciudadanos. O pareciera confundida en sus responsabilidades.
Se�ora Defensora, los ciudadanos y ciudadanas de este pa�s, quienes no somos parte de los pol�ticos-empresarios ni de las trasnacionales, los que somos simplemente asalariadas, patriotas, madres, luchadoras, las que creemos que la justicia debe ser el sendero que transitemos todos, tenemos fe en usted. Esperamos que, junto a nostras, de nuestro lado, luche. Esperamos tambi�n que, como mujer y como madre, sepa discernir de qu� lado debe estar, sin ninguna ambig�edad.