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Walker, los ‘buenos’ y los ‘malos’

Columnista huésped | 3 de Junio 2007

Por Lowell Gudmundson – profesor en Mount Holyoke College (EE. UU.), autor de Costa Rica antes del caf� (1986) y coeditor de Caf�, sociedad y poder en Am�rica Latina (2001) - [email protected]

Para los amantes de la pol�mica historiogr�fica, las conmemoraciones del sesquicentenario de la Campa�a Nacional han dado una oportunidad para contribuir a un mundo cada vez menos interesado en temas hist�ricos. Los intercambios algo acalorados entre Iv�n Molina, Juan Rafael Quesada y Armando Vargas sirven de pretexto para se�alar aqu� dos errores lamentables, no con el af�n de apagar las llamas de la controversia, sino para especificar sus profundas bases ideol�gicas y pol�ticas. Primero, entre varias cr�ticas acertadas, Molina ha insistido en que el estudio de Robert May demuestra que –contra lo insinuado por Quesada y por Vargas– el gobierno de los Estados Unidos no apoyaba oficialmente los esfuerzos filibusteros. Dicha afirmaci�n resulta tan cierta como enga�osa o incompleta.

Molina se�ala la tendencia a simplificar para alinear a todos “los villanos” mediante el uso de un lenguaje m�s nacionalista –al estilo decimon�nico– que anal�tico. Sin embargo, en vista de la hipocres�a de la pol�tica exterior estadounidense desde tiempos de Walker –recordemos la c�nica pr�ctica de “negaci�n convincente” de Kissinger y Nixon o los mal llamados “conflictos de baja intensidad” de Reagan–, �qu� ganamos al repetir, fuera de contexto, la bien fundamentada afirmaci�n de May?

Ser�a m�s que ingenuo pensar que la pol�tica de Reagan en Nicaragua se basaba en los pronunciamientos oficiales o que, sin el esc�ndalo Ir�n-Contra, jam�s se hubiese llegado a documentar su profunda duplicidad, evidente para todos, pero perfectamente borrada de los archivos oficiales.

M�s importante para la pol�tica real en tiempos de Walker, ser�a resaltar las contradicciones que llevaron al magnate estadounidense Cornelius Vanderbilt (cuyos derechos en el lago de Nicaragua fueron lesionados por actos del gobierno de facto de Walker) a contribuir con las fuerzas centroamericanas y su causa, que traer a cuentas esta o aquella posici�n oficial norteamericana. Entonces, como ahora, la pol�tica oficial era la arena de intensos conflictos e innumerables proyectos, privados o p�blicos, en busca del aval p�blico en caso de triunfar.

�Qui�n no recuerda el proyecto no oficial encargado primero a Oliver North en el s�tano de la Casa Blanca, revelado durante el esc�ndalo Ir�n-Contra y continuado con sus interminables candidaturas y programas de radio y televisi�n? M�s importante que las posiciones oficiales en frenarlo, fueron las revelaciones en serie de la primera administraci�n Arias y sus aliados en el Congreso norteamericano.

El hecho de que varios de los implicados en el programa “no oficial” Ir�n-Contra hayan vuelto a ocupar cargos claves dentro de la administraci�n Bush (hijo) demuestra la poca relevancia de cualquier posici�n oficial estadounidense. El Destino Manifiesto en 1856 –al igual que el anticomunismo m�s reciente y la lucha contra el terrorismo ahora– cobijaba un sinn�mero de agentes particulares y sus siniestros proyectos.

Segundo, el nacionalismo heroico, rom�ntico y a veces simplista de los escritos de Quesada y de Vargas puede ser comprensible y hasta loable en la situaci�n actual con un nuevo filibusterismo, esta vez plenamente oficial de parte del Gobierno norteamericano en Iraq, pero con una suerte tan deshonrosa como la de Walker.

No obstante, es ir�nico que dichos autores procuren tapar el Sol con un dedo. En su af�n por establecer comparaciones directas entre las amenazas que ven en el TLC actual y el filibusterismo decimon�nico, no parecen reconocer que la presidencia de Juan Rafael Mora, su h�roe, se identific� intensamente con la pol�tica econ�mica liberal, el equivalente de un TLC.

Eso ocurri� mediante la privatizaci�n de las tierras comunales como �nica f�rmula hacia el progreso basado en las exportaciones del caf� all� producido. Su pol�tica gener� numerosos y airados opositores en San Jos� y Alajuela, por lo que la ca�da de Mora tuvo m�s que ver con este descontento que con lo que algunos hoy presentan como una traici�n confabulada por unos cuantos malos hijos de la Patria.

El nacionalismo historiogr�fico costarricense ha tendido a glorificar el patriotismo emotivo y sus supuestas bases en la amplia distribuci�n de la propiedad privada de la tierra, base del ser nacional y su idiosincrasia. Sin embargo, la propiedad privada de la tierra tiene ra�ces hist�ricas; combinan complejas tendencias, muchas veces opuestas (no son simplemente positivas o democr�ticas).

Hay por lo menos tres elementos contradictorios que apuntan contra una lectura tan morista y heroica de la Costa Rica de mediados del siglo XIX. Varios autores ya se�alaron la relaci�n entre la elecci�n de Mora y el intento por restringir el voto a propietarios m�s pudientes con la Constituci�n de 1848. Adem�s, Mora y Jos� Mar�a Montealegre –su principal contrincante– se beneficiaron en lo personal de la privatizaci�n de las tierras ejidales del oeste inmediato de la capital.

En esas privatizaciones (reforzadas con la ley de cabezas de familia de 1864), la pol�tica de concesiones de tierras p�blicas a particulares en zonas de colonizaci�n elimin� casi por completo a las mujeres cabezas de familia como beneficiarias directas, a diferencia de las pr�cticas previas de concesi�n en censo o alquiler que s� las inclu�an.

Otra vez vemos procesos contradictorios; por un lado, la ampliaci�n social del n�mero de varones capaces de ser propietarios y votantes, a la par del intento –nada exitoso– de restringir el sufragio; el aumento radical en el n�mero de varones beneficiados con tierras p�blicas por un lado y, por otro, mayor rigidez patriarcal.

Mora Porras, entonces, ser�a el arquitecto de un patriarcado m�s democr�tico, o de una democracia de m�s propietarios.

�Por qu� los historiadores debemos prestar m�s atenci�n al contexto y al c�lculo que a los eternos favoritos del nacionalismo rom�ntico, el car�cter y la conciencia de los padres de la Patria? Aunque pesen cuestiones de car�cter y conciencia, m�s convincente es trazar los cambios en circunstancias, contexto y c�lculo. De seguir con la misma clase de errores, los historiadores del siglo XXI, al tratar del presidente �scar Arias, polemizar�n sobre si contemplan al “bueno” de la pol�tica desafiante a Reagan y Premio N�bel, o al “malo” reelegido –seg�n algunos– inconstitucionalmente y dedicado al tr�mite del TLC contra viento y marea.

Los futuros lectores estar�an con pleno derecho de cambiar el orden de las palabras bueno y malo, basados exclusivamente en sus convicciones ideol�gicas, al igual que con la figura de Mora Porras actualmente. La pol�mica podr�a ser interesante, pero, en el mundo real, los buenos y los malos no se alinean en forma tan complaciente y simple: h�roes y sus fieles seguidores por ac�, villanos y s�trapas por all�.

No reduzcamos la historia a las moralejas de un nacionalismo a�ejo, ni a un casuismo documental que a contribuir�a a la popularidad de su mensaje en tiempos de marcada polarizaci�n como el actual.

(Revista “Ancora” – La Naci�n)

Columnista huésped | 3 de Junio 2007

16 Comentarios

* #1928 el 3 de Junio 2007 a las 09:09 AM Armando Vargas Araya dijo:

Complace que historiadores de los Estados Unidos comenten la producci�n historiogr�fica costarricense m�s reciente. Esto es un paso adelante.

El profesor Gudmunson ha hecho contribuciones significativas al conocimiento de la Costa Rica anterior al auge del caf� en el siglo XIX. Merece mayor reconocimiento por esos aportes.

Dicho lo anterior, se imponen algunas apostillas.

En el prefacio de mi trabajo “El lado oculto del Presidente Mora”, advierto: “Este libro es una exploraci�n de algunas dimensiones externas de nuestra epopeya; no es un estudio sobre las campa�as de 1856 y 1857, o un an�lisis de la extraordinaria d�cada morista, ni un ensayo biogr�fico sobre el Presidente Mora”. El enfoque est� sobre algunas repercusiones internacionales de la Guerra Patria: el rol de las administraciones Pierce y Buchanan de los Estados Unidos, la disputa brit�nica-usamericana sobre el dominio del istmo, las derivaciones de la Guerra de Crimea en Centroam�rica, las iniciativas diplom�ticas de solidaridad hispanoamericana, la promoci�n del inter�s de Francia en la regi�n. As� como no se le pueden pedir peras al olmo, tampoco se puede esperar que este libro sobre aspectos externos de la Guerra Patria se refiera a todas las facetas, positivas o negativas, del Presidente Mora.

En el mismo prefacio tambi�n advierto: “Cabe anotar que los acontecimientos aqu� estudiados suceden entre 1850 y 1860. Su extrapolaci�n con otros periodos resultar�a arbitraria, aunque ciertas l�neas maestras persistan. Costa Rica y los Estados Unidos han superado etapas y mantienen relaciones normales de dos rep�blicas democr�ticas”. Es una liviandad argumental —“cheap shot”, que dicen en ingl�s—, querer involucrar mi trabajo con otros debates actuales. Nada que ver…

Una palabra sobre el profesor May. Cuando este distinguido estudioso del filibusterismo visit� Costa Rica el a�o anterior, dije en la Canciller�a, al finalizar su conferencia en el Instituto Manuel Mar�a Peralta, que es t�cnicamente correcta su conclusi�n sobre la documentaci�n oficial de los archivos de los Estados Unidos en que no se halla prueba de la complicidad directa con la falange de Walker. Pero tambi�n dije que esa conclusi�n es insuficiente para comprender lo que sucedi� en la Guerra Patria. Es de lamentar que, como ha escrito el profesor Rafael de la Cova, el libro del profesor May se base �nicamente en fuentes en idioma ingl�s y solo en papeles de los Estados Unidos. �No se debe estudiar un conflicto internacional desde las perspectivas de los diversos actores?

Si la narrativa de “El lado oculto del Presidente Mora” parece decimon�nica a los ojos de algunos especialistas, ellos est�n en su derecho de opinar as�. A lo mejor, los centenares de costarricenses que adquieren el libro, lo leen y lo comentan, lo perciben de manera diferente y tambi�n est�n en su derecho.

En fin, podr�a desdecir de la argumentaci�n del profesor Gudmunson el af�n de catalogar a otros investigadores como “buenos” y “malos”. Cada quien trata el tema y la �poca desde su enfoque y estilo. Del contraste de todos los puntos de vista, es posible aproximarse a una comprensi�n m�s cabal. Nadie tiene el monopolio de la verdad.

De estos y otros aspectos espero ocuparme el mi�rcoles 6 a las 6 de la tarde en la conversaci�n a que he sido convidado por la Escuela de Administraci�n P�blica, Facultad de Ciencias Econ�micas, Universidad de Costa Rica.

* #1930 el 3 de Junio 2007 a las 01:45 PM Mauricio Rojas dijo:

Gudmunson y May son historiadores de Estados Unidos, que viven en Estados Unidos y defienden a los Estados Unidos. Son patriotas de los Estados Unidos.

* #1947 el 4 de Junio 2007 a las 06:40 PM Iv�n Molina dijo:

Uno de los cuestionamientos b�sicos que he hecho al libro de don Armando Vargas es que el autor dej� de lado o subvalor� aquella evidencia que no apoya sus puntos de vista. As�, en un libro que, como �l dice, se concentra en explorar algunas dimensiones externas de la guerra de 1856-1857, no hay un an�lisis sofisticado de la pol�tica exterior estadounidense. En vez de recuperar las complejidades de esa pol�tica (incluidas las medidas que el gobierno federal de Estados Unidos tom� en contra de las actividades de Walker), Vargas decidi� dejar esta informaci�n de lado. Ante este cuestionamiento, la respuesta de Vargas ha sido enfatizar que May no encontr�, en los archivos de Estados Unidos, prueba directa de la complicidad del gobierno estadounidense con Walker. Con tal respuesta, sin embargo, lo �nico que hace es volver a eludir el asunto de fondo: la evidencia que May s� encontr�. Deber�a quedar claro, por tanto, que la objeci�n planteada al libro de Vargas se ubica en el campo epistemol�gico y no en el de la casu�stica documental, como lo sugiere don Lowell Gudmundson. Comparar la pol�tica estadounidense hacia Centroam�rica de la d�cada de 1850 con la del decenio de 1980 podr�a evidenciar algunas semejanzas; pero, sin duda, son m�s importantes las diferencias. Las actividades de Walker en Nicaragua no fueron una iniciativa del gobierno federal y, como lo se�ala May, ese gobierno actu� en contra de Walker. En contraste, en la d�cada de 1980 el gobierno estadounidense estableci� bases militares en Honduras, ayud� a los gobiernos guatemaltecos y, sobre todo, salvadore�os a contener las ofensivas revolucionarias y procur� derrotar militarmente al r�gimen sandinista mediante el apoyo a la contra. Por el lado de la respuesta costarricense, tambi�n resaltan las diferencias. Mientras el gobierno de Juan Rafael Mora desarroll� una activa pol�tica exterior en contra de los filibusteros (incluso dentro de Estados Unidos), la administraci�n de Luis Alberto Monge (1982-1986) combin� la declaraci�n de neutralidad con un apoyo sistem�tico a la pol�tica estadounidense hacia el resto de Centroam�rica. La participaci�n de Lowell Gudmundson en este debate deber�a verse como expresi�n del profundo y sincero inter�s que �l siempre ha tenido por Costa Rica, pero no como un paso adelante en el sentido en que lo plantea Vargas, ya que desde hace bastantes a�os la producci�n historiogr�fica costarricense es comentada en revistas acad�micas de Europa, Estados Unidos, Canad� y otras partes de Am�rica Latina. Habr�a que indicar tambi�n que, como resultado de la profesionalizaci�n del gremio, un grupo cada vez m�s amplio de historiadores e historiadoras costarricenses publica los resultados de sus trabajos de investigaci�n fuera de Costa Rica y participa sistem�ticamente en eventos acad�micos internacionales. Adem�s, algunas de estas personas han hecho ya contribuciones significativas al conocimiento del pasado de otros pa�ses de Centroam�rica o de fuera de la regi�n (como Roberto Mar�n).

* #1948 el 4 de Junio 2007 a las 08:17 PM Elena Delgado dijo:

Don Ivan: hace d�as que espero que usted comente sobre otras cosas de El Lado Oculto del Presidente Mora. Yo fui a la presentaci�n del libro y me impresion� escuchar a do�a Mar�a Amoretti decir que en este se usaban fuentes de archivos y publicaciones de muchos pa�ses, m�s de 70 diarios y publicaciones peri�dicas, como 40 textos de diversos protagonistas, 145 libros como fuentes secundarias, una docena de tesis acad�micas, 50 art�culos, ensayos y folletos, y otras obras de referencia. M�s de 400 fuentes consultadas no pueden ser una invenci�n o una selecci�n antojadiza.

Yo siempre lo he tenido a usted como un historiador serio. Por eso me extra�a que no haya hecho usted menci�n de toda esa otra parte del libro en la que revela la dimensi�n internacional que le dio esa guerra a nuestro pa�s. Don Ivan, yo me le� el libro completo y me siento muy orgullosa de saberme parte de esa Costa Rica grande. No creo que el autor se haya inventado un editorial del New York Times donde le reconoce a Costa Rica su gloria y as� otras fuentes.

Don Ivan, no nos decepcione, ni quede usted como esos censuradores que buscan el pelo en la sopa para ver solo lo malo. El libro tiene otras dimensiones mucho m�s importantes que usted no ha mencionado todav�a. Al Cesar lo que es del Cesar y Dios lo que es de Dios. D�ganos, don Iv�n, tendr� algo bueno este libro? Porque a m� me encant�.

* #1950 el 4 de Junio 2007 a las 08:50 PM Antonieta Castro dijo:

Fui dos veces a la Internacional hasta que logr� comprar el libro del se�or Vargas porque cada vez que llegaba se agotaba. El vendedor me dijo que es el best seller tico. Lo le� dos veces y acabo de comenzar la tercera. Se lo he recomendado a familiares y amistades. Esta buen�simo.

* #1952 el 5 de Junio 2007 a las 09:49 AM Jose Murillo Ch. dijo:

Da la impresi�n de que el Sr. Molina quiere pintar a don Armando como a un ignorante. Eso est� m�s cerca de los celos que del conocimiento. La arrogancia es evidente. Acharita.

* #1970 el 6 de Junio 2007 a las 08:33 PM Iv�n Molina dijo:

Un comentario m�s amplio del libro de don Armando Vargas saldr� publicado pr�ximamente en el Semanario Universidad. Desde ya invito a don Armando a un debate serio y respetuoso, basado en argumentos fundamentados en evidencia hist�rica (debate que, en estos t�rminos, no he podido, hasta ahora, tener con �l).

En relaci�n con lo planteado por do�a Elena acerca de la cantidad de fuentes consultadas por don Armando, deber�a tenerse presente que no s�lo cuenta el n�mero, sino la profundidad del an�lisis. Lo mismo aplica al tiempo invertido en una investigaci�n: investigar un tema por d�cadas no asegura, autom�ticamente, la calidad anal�tica del resultado.

Finalmente, el favor de los lectores tampoco es un indicador de la calidad de un libro. Ahora bien, si el libro de don Armando y la pol�mica asociada con �l han logrado interesar a cada vez m�s personas en el conocimiento del pasado costarricense, no puedo estar m�s que satisfecho con eso.

* #1974 el 7 de Junio 2007 a las 02:47 PM Armando Vargas Araya dijo:

Agradezco la invitaci�n de don Iv�n, la cual declino en tanto sea una iniciativa interesada suya y no una instancia institucional con reglas claras. No se vale salir a la prensa a dar de cachiporrazos contra la obra de un autor y luego, en actitud aparentemente caballerosa, proponerle un debate. La seriedad y el respeto que ahora presume don Iv�n, es lo que reclam� desde el primer momento. Sin analizar mi libro “El lado oculto del Presidente Mora”, don Iv�n lo censur� y lo conden�. El desd�n ol�mpico evidente en sus intercambios con varias personas en este foro, descalifica su invitaci�n.

Siempre he respetado a don Iv�n, como persona, como investigador y como escritor. Desde hace a�os leo sus publicaciones, con cuyas tesis coincido unas veces y otras no. Cuando ha incursionado en otros g�neros, tambi�n lo he le�do. Lamentablemente, pareciera que la hidalgu�a le es extra�a.

El sabio dec�a, s�lo s� que no s� nada. La actitud que don Iv�n proyecta es lo contrario.

* #1979 el 8 de Junio 2007 a las 09:31 AM Iv�n Molina dijo:

El d�a de ayer envi� una respuesta al comentario de don Armando, la cual, hasta ahora, no ha sido publicada. Ignoro si eso obedece a una falla del sistema o a otra raz�n.

NOTA DE LOS EDITORES - seguramente falla del sistema, porque todos los comentarios suyos han salido bien. S�rvase reenviarlo.

* #1984 el 8 de Junio 2007 a las 06:08 PM Alvaro J. Garc�a dijo:

Donde se consigue el libro de don Iv�n, el que revisa la campa�a del 56? Quiero compararlo con el de don Armando, a ver qu� ser� la cosa. He preguntado en tres lados y no me saben decir.

* #1988 el 9 de Junio 2007 a las 11:15 AM Iv�n Molina dijo:

Me satisface enormemente que el debate en curso sobre la guerra de 1856-1857 haya despertado el inter�s de algunas personas por conocer m�s acerca del pasado costarricense.

La s�ntesis que escrib� sobre la Campa�a Nacional fue publicada por el Museo Hist�rico Cultural Juan Santamar�a con el fin de contribuir a las labores de difusi�n de dicha instituci�n. El libro se puede conseguir en el Museo, en Alajuela, o en la librer�a de la Universidad de Costa Rica, en San Pedro. Tambi�n se puede llamar al Museo al 441 4775 para preguntar en qu� otros sitios est� a la venta.

Aunque comparar mi libro con el de don Armando Vargas, el de don Juan Rafael Quesada o el de Ra�l Arias S�nchez puede resultar un ejercicio interesante, se deber�a tener presente que mi s�ntesis de la Campa�a fue escrita hace casi diez a�os y est� dirigida primordialmente a un p�blico colegial.

Dado los t�rminos en que se ha planteado el debate hasta ahora, m�s conveniente puede ser comparar el libro de don Armando con el de Carmen Mar�a Fallas, Elite, negocios y pol�tica en Costa Rica (tambi�n publicado por el Museo), el libro de Carlos Mel�ndez sobre Jos� Mar�a Montealegre y el libro de Robert E. May. Estos dos �ltimos libros deber�an poder ser consultados en la biblioteca del Museo.

* #1989 el 9 de Junio 2007 a las 12:43 PM Iv�n Molina dijo:

�Gudmundson calumniador?

Hasta ahora, al responder a Lowell Gudmundson y al suscrito, don Armando Vargas ha escogido llevar el debate en torno a su libro sobre Juan Rafael Mora a un terreno caracterizado por un lenguaje violento, afrentoso y, en algunos casos, de car�cter religioso, y por injustificados ataques personales. A Gudmundson acaba de presentarlo como un calumniador (La Naci�n, 7-6-2007, 28 A).

�Por qu� don Armando necesit� proceder as�, en vez de demostrar, simplemente, que las conclusiones a que llegu� sobre su libro son incorrectas (algo que, por cierto, no ha podido hacer)?

He invitado a don Armando a responder, con razonamientos basados en evidencia hist�rica, a un comentario m�s amplio que hice de su libro y que ser� publicado pr�ximamente en el Semanario Universidad. Espero que aproveche esta segunda oportunidad para debatir con la seriedad y el respeto que debieron caracterizar sus respuestas desde el inicio.

Finalmente, cuando don Armando afirma que un distinguido profesor extranjero es un calumniador, �qui�n calumnia a qui�n?

* #1992 el 9 de Junio 2007 a las 10:42 PM Jos� Murillo Ch. dijo:

En espa�ol, calumnia es una acusaci�n falsa.

Don Armando solicit� en La Naci�n, que digan en qu� p�gina de su libro se menciona el TLC. Eso es todo. Si no dicen en qu� p�gina se habla del TLC, entonces quedan como mentirosos. Asi de simple.

Le� otra vez el libro entero y encontr� esto en la 288 y la 289: “Si bien hay factores de poder pol�tico y econ�mico que favorecen el filibusterismo, ciertamente algunos en el Gobierno podr�n tolerarlo mas no alentarlo de manera oficial”.

A cuento de qu� don Iv�n se ha ensa�ado contra el libro del Sr. Vargas? Ese capricho deja un mal sabor.

* #1993 el 9 de Junio 2007 a las 10:55 PM Alvaro J. Garc�a dijo:

Gracias, don Iv�n. Ya le� el libro El lado oculto del Presidente Mora. Me gust� porque presenta hechos desconocidos sobre el impacto internacional de la guerra. Lo que quiero es ampliar y comparar con otro libro que estudie la importancia de la guerra afuera. Lo oculto de don Juanito que hallo es eso, las gestiones y la importancia que le dieron en otros pa�ses. Como el libro que usted public� se llama una visi�n de la Campa�a Nacional desde el siglo XXI, incluye tambi�n esos asuntos? Esos otros libros que usted dice, tratan tambi�n del tema? O sea, mi inter�s es saber m�s de la cuesti�n internacional de la Campa�a.

* #1998 el 10 de Junio 2007 a las 12:12 PM Armando Vargas Araya dijo:

“Con la verdad como escudo, ni ofendo ni temo”.

Con todo respeto para los lectores de Tribuna Democr�tica, en ninguna parte de mi libro hay referencia alguna al TLC.

�Qui�n enga�� al bueno de Mr. Gudmunson?

�De d�nde le sali� al distinguido acad�mico usamericano afirmar que hay en mi trabajo un “af�n por establecer comparaciones directas entre las amenazas que ven en el TLC actual y el filibusterismo decimon�nico”?

La verdad es que en ninguna parte de mi libro se habla del TLC.

Don Iv�n, tenga la bondad de decir, �en qu� p�gina de mi libro se menciona el TLC?

Don Iv�n, �puede proporcionar usted la direcci�n postal de Mr. Gudmunson para remitirle un ejemplar de mi libro, de manera que cuando lo lea no se deje enredar m�s?

Calumniador es el que miente, no quien rechaza la mentira.

La calumnia es una acusaci�n falsa, hecha maliciosamente para causar da�o. En el Derecho, es la imputaci�n de un delito hecha a sabiendas de su falsedad.

�Qui�n embauc� al bueno de Mr. Gudmunson?

* #2005 el 11 de Junio 2007 a las 12:01 PM Iv�n Molina dijo:

Don �lvaro, si a usted le interesa comparar el libro de don Armando con otros libros que enfaticen el an�lisis de la dimensi�n internacional de la guerra de 1856-1857, le sugiero que consulte, de Clotilde Obreg�n, El r�o San Juan en la lucha de las potencias, los cap�tulos VI, VII, y VIII de la Historia diplom�tica de CR, t. I, de Jorge F. S�enz Carbonell, La pol�tica exterior del Per� en la era de Ram�n Castilla, de Rosa Garibaldi, y el libro de Robert E. May, tantas veces citado en este debate. La mayor�a de estos libros deber�an estar disponibles en la biblioteca del Museo Juan Santamar�a.

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