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Vieja y “nueva historia”

Columnista huésped | 20 de Junio 2007

La Campa�a Nacional se constituy� en crisol o fragua de la nacionalidad costarricense

Por Juan Rafael Quesada C., historiador - [email protected]

La Naci�n del 12 de mayo public� un art�culo que, m�s que un ejercicio de cr�tica acad�mica, pareciera estar motivado por razones de otra naturaleza, que no alcanzamos a entender. Ostenta un esp�ritu propio de nuevo Olimpo (acad�mico). Con un tono francamente peyorativo y hasta con cierto “aroma” macartista, hace una caricatura de mi obra Clar�n Patri�tico: la guerra contra los filibusteros y la nacionalidad costarricense (Museo Juan Santamar�a, Colegio de Licenciados y Profesores, 2006, 312 p.). Al respecto, y por consideraci�n a las personas que hasta el momento han adquirido el libro y a todas aquellas que me han escuchado hablar del tema, me permito hacer las siguientes puntualizaciones.

Quien haya le�do mi investigaci�n o tenga la intenci�n de hacerlo podr� comprobar los alcances de esas (des)calificaciones, pero especialmente podr� verificar si aporta conocimientos a la comprensi�n de la Campa�a Nacional. Nuestra obra es un estudio razonado y documentado de la nacionalidad costarricense desde la perspectiva de proceso. Por razones de espacio, solo podemos decir, desafortunadamente, que esto significa tener en cuenta, al menos, la herencia colonial, la conformaci�n de Costa Rica como naci�n moderna, o sea, el adquirir los atributos de la modernidad pol�tica (la soberan�a popular, la divisi�n de poderes, el republicanismo y el constitucionalismo).

Ense�anza de valores

Despu�s de 1821, es imperativo analizar los mecanismos mediante los que los constructores del Estado nacional se esforzaron en desarrollar sentimientos de lealtad entre los habitantes del pa�s (ense�anza de valores c�vicos, organizaci�n de tertulias patri�ticas, adopci�n de s�mbolos nacionales, instauraci�n de fiestas patrias o efem�rides). Igualmente, es necesario valorar el impacto de las disputas territoriales del pa�s con Colombia y Nicaragua, ya que el espacio o territorio es el elemento de identidad pol�tica por excelencia.

Gracias a la interacci�n din�mica y diacr�nica de los factores se�alados, la conciencia nacional ya hab�a adquirido un arraigo importante antes de 1856. La Campa�a Nacional se constituy�, entonces, en el crisol o fragua de la nacionalidad costarricense pues los peligros, triunfos, glorias y hasta derrotas consolidan a las naciones. Ya lo dec�a el pr�cer sudamericano Manuel Belgrano: “Bien puede tener nuestra libertad todos los enemigos que quiera, en verdad nos son necesarios para formar nuestro car�cter nacional”. En el caso costarricense, el car�cter o temple nacional se forj� al enfrentarse al filibusterismo, pues la poblaci�n, salvo un pu�ado de traidores, se uni� en torno a la defensa de tradiciones seculares y a los valores de libertad, autonom�a y solidaridad.

No tiene asidero cuestionar el significado nacional de la guerra antifilibustera porque existieran contradicciones sociales en la Costa Rica de 1856, y que los derechos pol�ticos –que no es lo mismo que ciudadan�a– estuvieran limitados para un sector de la poblaci�n, seg�n la naturaleza del sistema electoral establecido por la Constituci�n “reformada” de 1848, impulsada por Castro Madriz. Lo cierto es que, a pesar de la diferenciaci�n socioecon�mica y pol�tica de la Costa Rica de hace 151 a�os, en esa dif�cil coyuntura se demostr�, como dec�a Jos� Mart�, que la patria se defiende en las “trincheras de piedra” y en las “trincheras de ideas”. As�, comprobamos c�mo los diversos sectores de la poblaci�n hicieron notables esfuerzos para preservar la tierra que los vio nacer.

Mujeres e ind�genas

Demostramos, documentalmente, c�mo las comunidades en cabildo abierto optaban por incorporarse a la guerra y cooperar con los gastos b�licos. �Qu� hermoso, por ejemplo, el gesto del alajuelense Francisco Arias, quien voluntariamente ofreci�, en noviembre de 1856, 50 pesos “y cuanto m�s pueda ratificando el ofrecimiento de mi persona y la de mis tres hijos”. �Qu� decir de las mujeres –sin derechos pol�ticos del todo– que doblaban su cintura en los campos de trabajo en ausencia de sus maridos! Y eso que tuvieron que esperar casi un siglo para tener derecho al voto.

El ejemplo m�s contundente de que la guerra contra el expansionismo del Destino Manifiesto cristaliz� el sentimiento nacional, lo expresa la actitud de los ind�genas. Ellos, a pesar de ser el sector m�s marginado de la sociedad costarricense –�ha cambiado eso?–, no dudaron en manifestar su disposici�n a “ayudar al supremo gobierno a arrojar del suelo centroamericano a los salvajes filibusteros”, decisi�n que tomaron “sin necesidad de excitaci�n alguna de autoridad”.

La lucha contra los filibusteros requiri� tambi�n las “trincheras de ideas”. A esa cuesti�n nos referiremos en otra oportunidad.

(La Naci�n)

Columnista huésped | 20 de Junio 2007

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