Disminuir tamaño de letraAumentar tamaño de letraImprimir paginaEnviar esta pagina por e-mailAmpliar el ancho de la paginafluid-width

En defensa de la familia

Columnista huésped | 23 de Junio 2007

Comunicado de la Conferencia Episcopal de Costa Rica con relaci�n a la propuesta de regulaci�n jur�dica a la uni�n civil entre personas del mismo sexo

1. Los diputados Ana Helena Chac�n Echeverr�a, Jos� Merino del R�o y Carlos Manuel Guti�rrez G�mez, han presentado el proyecto de ley, expediente legislativo 16.390, a la Comisi�n Permanente de Asuntos Jur�dicos, en el cual se propone equiparar la uni�n entre personas del mismo sexo a la instituci�n matrimonial, con los derechos que corresponden a los c�nyuges, lo cual es totalmente improcedente desde el punto de vista del derecho natural, del derecho constitucional y, en nuestra condici�n de creyentes, del derecho divino.

2. Queremos dejar muy claro que las personas con inclinaci�n homosexual, son personas creadas por Dios. Dios ama todo lo que El ha creado y no desprecia a ninguna de sus criaturas. Por consiguiente, estas personas est�n dotadas de la dignidad inalienable que corresponde a cada ser humano y son sujetas de los derechos y deberes humanos correspondientes.

3. El respeto que se le debe a la persona con inclinaci�n homosexual no legitima la uni�n entre personas del mismo sexo. El bien com�n de la sociedad exige que las leyes defiendan, favorezcan y protejan la uni�n matrimonial como base de la familia y c�lula primaria de la misma sociedad. El matrimonio basado en la ley natural y en el plan de Dios s�lo puede ser contra�do entre una mujer y un var�n. Si se aprobara el mencionado proyecto, ser�a un mal para la sociedad, una herida mortal para la instituci�n matrimonial y para la familia y una extorsi�n del plan de Dios.

4. Hacemos un vehemente llamado a todos los se�ores diputados y se�oras diputadas, para que tomando conciencia delante de Dios y, considerando la voluntad de la mayor�a de los costarricenses al respecto, asuman la misi�n que se les ha encomendado de promover y defender los m�s altos principios morales y �ticos, que no admiten derogaciones, excepciones o compromiso alguno. A ustedes corresponde salvaguardar la tutela y la promoci�n de la familia fundada en el matrimonio monog�mico, entre personas de sexo opuesto y protegerla en su unidad y estabilidad. La familia no puede ser jur�dicamente equiparada a otras formas de convivencia, ni �stas pueden recibir, en cu�nto tales, reconocimiento legal en consonancia con los art�culos 51� y 52� de nuestra Carta Magna y el art�culo 17� de la Convenci�n Americana sobre Derechos Humanos.

Nuestra Se�ora de los �ngeles, Patrona de Costa Rica, la Madre que ama a cada uno de sus hijos, interceda ante su Hijo Jesucristo, para que ilumine con su luz y nos haga constructores de una patria m�s llena de valores y principios morales.

Dado en la Sede de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, el d�a el 22 de junio del 2007.

Monse�or Jos� Francisco Ulloa Rojas, Obispo Diocesano de Cartago y Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

Monse�or Hugo Barrantes Ure�a, Arzobispo Metropolitano de San Jos� y Vicepresidente de la Conferencia Episcopal

Monse�or Oscar Fern�ndez Guill�n, Obispo Diocesano de Puntarenas y Secretario General

Monse�or Jos� Rafael Barquero, Obispo Diocesano de Alajuela

Monse�or Jos� Rafael Quir�s Quir�s, Obispo Diocesano de Lim�n

Monse�or Vittorino Girardi Stellin, Obispo Diocesano de Tilar�n

Mons. Guillermo Lor�a Garita, Obispo Diocesano de San Isidro de El General

Monse�or Angel Sancasimiro, Obispo Diocesano de Ciudad Quesada

Columnista huésped | 23 de Junio 2007

2 Comentarios

* #2074 el 23 de Junio 2007 a las 10:21 AM Luis Paulino Vargas Sol�s dijo:

Es muy problem�tico hablar de familia en abstracto, con base en un concepto indefinido e inasible. Y lo es especialmente en tiempos cuando la “familia” deja de ser un hecho singular y homog�neo y se diversifica en una multitud heterog�nea y compleja de expresiones. Cuando los respetabil�simos se�ores obispos reflexionan desde un concepto abstracto de familia incurren en un grave error de consecuencias potencialmente muy da�inas, precisamente porque un razonamiento que se formula desde bases tan inciertas, f�cilmente conduce a una praxis pol�tica (y, en el caso de la iglesia, a una pr�ctica pastoral) que arriesga ser excluyente y discriminatoria. Pero excluyente y discriminatoria no simplemente con relaci�n a las familias constituidas por parejas del mismo sexo -respecto de las cuales los obispos no disimulan sus afanes discriminatorias- sino tambi�n con respecto a la multitud de formas que hoy asumen las familias constituidas a partir de parejas heterosexuales, o aquellas formas de familia cuya base no es una pareja propiamente dicha, sino que simplemente surgen como resultado de la confluencia de un grupo de personas que comparten techo y convivencia.

Por lo dem�s, es grave que sus excelencias los obispos incurran en tan obvias contradicciones, con lo cual desfavorecen gravemente la educaci�n de la amplia feligres�a cat�lica que escucha con atenci�n sus pronunciamientos. As�, dicen los prelados: “Queremos dejar muy claro que las personas con inclinaci�n homosexual, son personas creadas por Dios. Dios ama todo lo que El ha creado y no desprecia a ninguna de sus criaturas. Por consiguiente, estas personas est�n dotadas de la dignidad inalienable que corresponde a cada ser humano y son sujetas de los derechos y deberes humanos correspondientes”.

Notablemente, y a rengl�n seguido, se le niegan derechos (sin por supuesto disminuir los deberes) a las personas homosexuales, ya que no otra cosa -perfectamente obvia- es lo que implica la negaci�n de la posibilidad de reconocimiento y protecci�n legal de la uni�n entre parejas del mismo sexo.

Por otra parte, resulta incomprensible, por ser absolutamente contradictorio, hablar de la persona homosexual como alguien que ha sido creado y es amado por Dios para luego aseverar que “El matrimonio basado en la ley natural y en el plan de Dios s�lo puede ser contra�do entre una mujer y un var�n”. Si Dios cre� y ama a las personas homosexuales �Por qu� entonces su uni�n y su amor y apoyo mutuos contradicen el “plan de Dios” y la “ley natural”? Puesto que no es admisible pensar que Dios -que es perfecci�n- pueda incurrir en contradicci�n alguna, habr� que pensar que los que se contradicen gravemente son los ilustr�simos prelados.

Por lo dem�s, una cosa debe quedar clara: aqu� se est� hablando de brindar la protecci�n de la ley y del Estado a la uni�n de personas del mismo sexo. Estas personas son ciudadanos y ciudadanas costarricenses y, en consecuencia, deber�an ser sujetos de todos los derechos y deberes que esa condici�n comporta. No es aceptable la idea de que esos derechos puedan limitarse en funci�n de la orientaci�n sexual. Deben tener plena validez al margen de este �ltimo detalle. Quienes niegan la tutela estatal y legal a las uniones entre personas del mismo, niegan con ello el ejercicio de derechos b�sicos, definitorios del ejercicio pleno de la ciudadan�a. Pretenden, entonces, que, en funci�n de la orientaci�n sexual de cada quien, pueden existir ciudadanos de primera clase y ciudadanos de segunda. Y si ya esto es suficientemente violento para resultar inaceptable, lo resulta mucho m�s si a esos ciudadanos de segunda, en cambio se les exige cumplir con las mismas responsabilidades que se le imponen a los ciudadanos de primera. Como m�nimo, y por un imperativo de coherencia, quien tiene menos derecho igualmente deber�a tener menos responsabilidades. Mas, desde luego, ni los respetabil�simos obispos ni los pol�ticos conservadores querr�n aceptar esta �ltima posibilidad.

Finalmente, conviene no olvidar que aunque la religi�n Cat�lica es la oficial del Estado, sin embargo ello no equivale a considerar que los preceptos morales de esa religi�n deban necesariamente ser las reglas que rijan las vidas de todas las personas en este pa�s. Con seguridad, y con toda raz�n, tal posibilidad ser�a rechazada por los cristianos evang�licos, como tambi�n por los que profesan la religi�n judaica, la musulmana, el budismo o por quienes forman parte de otras iglesias cristianas, por ejemplo los luteranos. Y con el mismo derecho esa posibilidad ser�a rechazada por quienes han decidido no profesar ninguna religi�n.

Aunque el Estado costarricense sea oficialmente cat�lico, sigue siendo el estado de todos y todas las costarricenses, y no solamente el Estado de quienes profesan el catolicismo. Ese Estado deber�a proveer entonces su tutela y protecci�n a todos y todas, sin distingo y al margen del tipo de profesi�n religiosa que se tenga (o que no se tenga) y al margen, tambi�n, del tipo de orientaci�n sexual que cada quien pueda tener. Al fin y al cabo, y por encima de la confesi�n religiosa que cada quien libremente tenga, este se un asunto de derechos humanos, porque son seres humanos -y sus vidas concretas y las posibilidades concretas de vivir a plenitud esa vida- lo que est� de por medio.

Y por lo dem�s, y si tanto interesa la �tica y la moral, bueno ser�a preguntarse cu�l es la mejor forma de construir una sociedad donde prevalezca una �tica de la vida concreta �Se logra levantando barreras de odio y discriminaci�n o abriendo los brazos con respeto y solidaridad a todos los cong�neres? Si me lo pienso un poco, yo ver�a al Jes�s evang�lico haciendo esto segundo y jam�s lo primero.

* #2081 el 24 de Junio 2007 a las 08:40 PM Rosy Morales dijo:

Todo mi respeto para don Luis Paulino Vargas, quien conozco y admiro a trav�s de sus escritos; pero en el texto anterior, debemos reconocer no hay argumentos de fondo.

Publique su Comentario




Recordar mis datos?


Reglas para publicar comentarios: Antes de publicarse, cada comentario ser� revisado por el moderador. Su direcci�n de e-mail no aparecer�.