Por Heriberto Valverde Castro
S� hay posibilidad de debatir acerca del TLC. S� hay posibilidad de que la gente, los ciudadanos, puedan escuchar argumentos serios a favor y en contra del tratado. S� existe la posibilidad de que los electores tengan acceso a informaci�n v�lida, a debates serios, a la confrontaci�n de ideas respecto de un asunto que, como el TLC, ser� sometido a escrutinio en el refer�ndum convocado por el TSE para el pr�ximo 7 de octubre.
Todo esto es posible cuando se garantiza la participaci�n seria de representantes del s� y del no, cuando se procura de verdad el balance entre una y otra posici�n, cuando el p�blico que asiste al debate lo hace con un af�n de informarse, respetuosamente, cuando quienes participan en el debate representando las alternativas del apoyo y el rechazo al TLC lo hacen llenos de convicci�n y hasta de apasionamiento, pero con respeto, con fe en lo que defienden, pero con apertura, con seguridad de estar en lo correcto, pero con tolerancia hacia el pensamiento diferente.
Hace unos d�as tuve el honor de servir como moderador en un debate sobre el TLC organizado por la Universidad Interamericana en su campus de Heredia, con el auspicio del Colegio de Periodistas. Participaron el ministro de Comercio Exterior, don Marco Vinicio Ruiz, y el historiador y profesor universitario don Luis Guillermo Sol�s; el primero abogaba por la aprobaci�n del tratado, el segundo por su rechazo. Una audiencia numerosa, numeros�sima, abarrot� el auditorio: estudiantes, profesores y particulares interesados en el tema. Escuchas respetuosos, atentos, asintiendo o rechazando con gestos las diferentes ideas que iban planteando con claridad magistral los expositores.
Fue un acto c�vico, un acto acad�mico, un acto pol�tico en el mejor sentido del t�rmino, aquel en el que los ciudadanos se re�nen para informarse acerca de un asunto sobre el cual ser�n consultados mediante el voto. No hubo pancartas, ni arengas, ni gritos, menos aun ofensas o descalificaciones. No fue un acto convocado para la autoreferencia, ni para adoctrinar, ni para reafirmar verdades absolutas, anular el sentido cr�tico, ahogar la tolerancia, reforzar prejuicios o conducir a acciones gregarias e inconscientes.
No hubo mentiras ni tampoco desmentidos; no se ech� mano al histrionismo ni a las falacias, ni al autoritarismo, ni a la argumentaci�n truculenta; no se cay� en la demagogia ni en poses patrioteras; por el contrario, del respeto y la consideraci�n se pas� incluso al reconocimiento del otro, de la persona y de sus ideas y convicciones. La humildad fue protagonista, la arrogancia no apareci� en escena.
Se brind� informaci�n, mucha informaci�n, toda te�ida de elementos pol�ticos y marcada por principios ideol�gicos expuestos con transparencia; hubo planteamientos encontrados y afirmaciones rebatidas; aclaraciones, preguntas y respuestas. Prevaleci� siempre la fuerza de la raz�n y no la raz�n de la fuerza. Y al final la cosecha: nuevos saberes, muchas inquietudes, dudas saludables y algunas certezas, y una sensaci�n de democracia fortalecida, de esperanza creciente, de renovado compromiso ciudadano.
Gracias a quienes hicieron posible esta clase de civismo, y de manera especial a don Luis Guillermo y a don Marco Vinicio.
(La Prensa Libre)
Columnista huésped | 30 de Junio 2007
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