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Chisporroteos

Alberto F. Cañas | 2 de Junio 2007

De acuerdo con lo que me hab�a prometido, fui a ver M�s abajo del aire, pieza de Sergio Mas�s que la Universidad Nacional present� durante una breve temporada en el Teatro de la Aduana.

Se trata de una de las muestras m�s claras de la decadencia en que est� sumido, por falta de rigurosidad, el movimiento teatral costarricense, con la complicidad de las instituciones p�blicas, y se refiere a un tr�gico incidente ocurrido en 1911 en las minas de oro de Abangares, explotadas por una empresa en la que participaba, inevitablemente, Minor C. Keith. Por razones o pretextos que en la pieza no se explican, la compa��a “import�”, es de suponer que de Lim�n, un n�mero de jamaiquinos, parece que con la intenci�n de que ayudaran a la polic�a a mantener la “disciplina” entre los trabajadores, lo cual desemboc�, sin que la pieza entre en detalles o lo explique, en una matanza de los negros por parte de los mineros.

Este hecho horrible, tal vez (lo dudo) pueda dar lugar a una buena pieza teatral, pero �sta requerir�a de un dramaturgo de mucha experiencia y sensibilidad teatral, no solo social, y todav�a no se ha escrito. En 1989, siendo yo director de la Escuela de Artes Dram�ticas de la UCR, se me someti� para el Teatro Universitario un drama sobre el mismo tema titulado Sangre Negra en Tierra de Oro, cuyo autor, V�ctor Quir�s, ya ha fallecido, y la rechazamos por el marcado car�cter racista que ten�a. Esta de ahora es ligeramente m�s suave, pero se limita a hablar de los negros, (vemos una muestra), sin dar raz�n de sus personas, o motivaciones, ni decir qu� clase de seres humanos eran. La obra divide el mundo en buenos y malos, dentro del manique�smo m�s flagrante, y mueren los malos. No hay conflicto dram�tico. S�lo un conflicto social, de manera que tenemos panfleto, no teatro. Los personajes no son tales sino arquetipos, y no se desarrolla la personalidad de ninguno. Est�n all� para decir y hacer lo que el autor quiere que digan y hagan. En realidad son intercambiables, porque son mu�ecos.

Si el texto es pobre, la producci�n lo es m�s, hasta llegar al disparate. Todos los personajes hablan y est�n vestidos a la manera del 2007. No hay entre esos campesinos ni un solo sombrero de palma, ni un delantal, ni unos pantalones de dril, ni un pie descalzo. El uniforme de los polic�as evoca, pero no reproduce, el que usaban los de San Jos� y contiene hasta galones. Adem�s, todos hablan el idioma de nuestros d�as: para referirse al patrono (que no se quita unas botas de montar charoladas) emplean la palabra “gringo” desconocida en Costa Rica hasta la d�cada de 1950, y que en 1911 no hab�a salido de la Argentina, donde la empleaban para referirse a los italianos. Y alguno suelta un “ac�” de esos que ha inventado la televisi�n costarricense en los �ltimos tiempos para no decir “aqu�”. El jefe de la compa��a no se aparta de un tel�fono, cuando en 1911 los tel�fonos de Costa Rica iban de Cartago a Alajuela, puede que ya para entonces con una extensi�n a Puntarenas, y pare usted de contar, porque a Abangares no llegaron sino cuando los asumi� el ICE. Y para peor de males, no habla por un tel�fono de pared con manigueta de los que se usaban entonces, sino por uno manual de una sola pieza, de los que aparecieron cerca de 1940. De paso, no falta alg�n personaje que en el curso de la acci�n se acomode el zipper de sus pantalones, sin enterarse de que el zipper fue inventado en la d�cada de 1920. La cabellera de los mineros de 1911 es sorprendentemente similar a la de los estudiantes de 2007, con lo cual se completa la espantosa cantidad de anacronismos que pueblan el escenario. De paso, los j�venes estudiantes-actores no han aprendido todav�a a proyectar su voz, y buena parte de lo que dicen no logra el espectador entenderlo. Decididamente no son estudiantes que est�n preparados para subir al escenario, aunque las mujeres lo est�n un poquito m�s.

Francamente, un espect�culo deplorable. Mejor suerte la pr�xima vez, y un poquito m�s de discriminaci�n y exigencia por parte de los administradores del Teatro de la Aduana.

(La Rep�blica)

Alberto F. Cañas | 2 de Junio 2007

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