Por Mario Loaiza
Con incredulidad, enfado y escepticismo analic� unos comentarios que han venido publicando pseudohistoriadores que, tergiversando para desairar y poner en duda la honorabilidad de personajes que formaron parte de acontecimientos hist�ricos en la gesta de 1856, y espec�ficamente han puesto en titubeo la actitud valiente y patri�tica del ex presidente de la Rep�blica Juan Rafael Mora Porras.
�Era lo �nico que nos faltaba: criticar a nuestros h�roes!
La historia de Juanito Mora es sumamente interesante. En lugar de esconderse debajo de la cama, como suelen hacer muchos criticones cuando hay que defender los intereses de la patria, nuestro valiente ex presidente se fue a pelear con el prop�sito de derrotar al ej�rcito del filibustero William Walker y a sus testaferros, quienes pretend�an invadir territorio costarricense con el prop�sito de que una vez conquistado por ellos, perdi�ramos nuestra identidad, ideolog�a y cultura.
Los comentarios que han estado publicando en los peri�dicos le quieren restar importancia a la gesta gloriosa de Juanito Mora y a un grupo valiente de compatriotas que dieron su vida por nuestra independencia. No sabemos obedeciendo a qu� sentido hist�rico realizan esas publicaciones que confunden a nuestros ciudadanos y a los estudiantes, porque al eclipsar esa historia no se est�n basando en las circunstancias y los hechos que dieron vida a esa gesta hist�rica.
Esos “historiadores” nos quieren presentar a don Juanito desde una perspectiva denigrante porque, seg�n la verdadera historia relata, Walker —apoyado en esa �poca por el gobierno estadounidense— pretend�a convertir a toda Centroam�rica en una sola rep�blica esclavista y a nuestro territorio nacional en una naci�n de grandes negocios para explotar nuestros productos.
Walker logr� convertirse en el jefe del ej�rcito de Nicaragua y basado en ese poder pretend�a consolidarse en todo el territorio nicarag�ense para que una vez que lo tuviese controlado, introducirse a territorio costarricense y tener bajo su control ambos pa�ses. Sin embargo, como decimos popularmente, “aqu� no peg�”.
Sus pretensiones inclu�an apelar a los reclamos de Nicaragua contra nuestro pa�s para anular la anexi�n del Partido de Nicoya, acto que sucedi� all� por el a�o de 1824.
Juanito Mora se dio cuenta del deseo de William Walker de arrebatarle al pa�s el territorio de Guanacaste y levant� bandera, form� un ej�rcito y se fue al encuentro con el filibustero, quien fue repelido y derrotado por nuestro ej�rcito, compuesto por humildes campesinos y algunos soldados.
A quienes han querido desvirtuar los hechos hist�ricos, les aseguro que Walker fue un mercenario contratado vilmente para arrebatarles territorios a los nicarag�enses y costarricenses, lo mismo que su idiosincrasia.
Al filibustero le lleg� su fin en sus malogradas aventuras cuando en 1860 un grupo de soldados brit�nicos logr� capturarlo y entregarlo a las autoridades de Honduras, quienes optaron por fusilarlo, debido al peligro que representaba para la estabilidad de los pa�ses centroamericanos.
Recorriendo las p�ginas de la historia nos preguntamos: �cu�les son las circunstancias geopol�ticas e hist�ricas en que surgi� la figura de William Walker? Este militar aparece dentro de la doctrina del Destino Manifiesto. �Qu� significa esto? Que los norteamericanos quer�an colonizar el mundo y hacer las naciones a su semejanza. Entonces, �qu� importancia tiene la gesta de Juanito Mora, quien fue presidente de la Rep�blica en dos ocasiones y vilmente fusilado en lo que hoy d�a se conoce como el Parque Mora y Ca�as, en Puntarenas? Que es una gesta que conlleva el ser independista y latinoamericanista. Walker quer�a someter la soberan�a de los pueblos a su leal saber y entender.
�Cu�l fue el significado que tuvo la defensa que hicieron Juanito Mora y un grupo de soldados y de campesinos? El significado fue el de una gesta gloriosa que marca un hito en la historia de Am�rica Latina y que constituye la segunda independencia de Centroam�rica, por los designios norteamericanos de apoderarse de nuestros territorios para establecer sus proyectos pol�ticos y econ�micos.
Narran en los libros quienes conocieron de cerca a Juan Mora Porras, que para defender nuestra soberan�a all� por el a�o de 1856, Juanito incluso hipotec� sus bienes, finca y casa para obtener dinero y hacerle frente a Walker.
Por eso, el sentido de la gesta de pretender estoquear o “bajarle el piso” al acto heroico, patri�tico y evidente de Juanito, diciendo que fue la suya una actitud de celos pol�ticos con el resto de Centroam�rica y que fue autoritario y corrupto, miembro de la oligarqu�a cafetalera de esa �poca, constituye desconocer la historia y las circunstancias geopol�ticas de ese momento, todo lo contrario, Wiliam Walker representaba los m�s espurios intereses y el m�s enfermizo colonialismo hacia Am�rica Latina.
Por eso, en Francia y en Estados Unidos, los grupos heterodoxos dec�an que la de Juanito Mora fue una gesta valiosa porque era oponerse a la anexi�n del colonialismo, como lo hab�an hecho anteriormente Texas y California.
Si los filibusteros, encabezados por Walker, hubiesen invadido y colonizado Costa Rica, habr�a desaparecido nuestra cultura, nuestra idiosincrasia y hasta nuestra raza ind�gena, porque ellos se consideraban una raza privilegiada y que pose�an el don de colonizar e imponer su cultura al resto del mundo, algo que nunca sucedi� aqu�, porque a nuestro pa�s no lograron entrar, debido a que fueron objeto de repulsi�n y retirada por parte de nuestro glorioso Juanito y sus valientes soldados.
Es una barbaridad restarle m�ritos a la gesta realizada por un patriota nacionalista y valiente de la categor�a y calibre de Juanito Mora. Todo lo contrario, nosotros le reiteramos: �Viva Juanito Mora!, caballero que sobresali� por su haza�a de gran valor y patriotismo.
(La Prensa Libre)
Columnista huésped | 29 de Mayo 2007
14 Comentarios
Si hay pseudohistoriadores que est�n haciendo lo que don Mario dice, lo que don Mario deber�a hacer, como ciudadano responsable, es dar los nombres de esas personas.
Est� bien mordido don Ivan. Qu� se sentir� que el momento en que m�s atenci�n le dedican a uno se deba a un libro admirable que escribi� otra persona.
Evidentemente, comentarios como los del se�or Augusto C�sar son prescindibles.
Don Augusto, con todo respeto, me parece de muy mal gusto su comentario. No creo que la discusi�n y cr�tica del profesor Iv�n Molina con el libro de don Armando Vargas se puedan solamente resumir en que “est� mordido” o en que su cr�tica deviene de una especie de concurso para sobresalir en la esfera p�blica. Desde mi perspectiva, esa posici�n no ayuda en nada a entender lo valioso que pueda tener el libro de Vargas y tampoco la cr�tica que Molina le hace con fines de discusi�n acad�mica. No tiene nada que ver con el libro de don Armando, pero yo personalmente siempre he pensado que m�s vale escuchar las cr�ticas fuertes que vienen desde fuera de mi grupo de amigos y allegados porque generalmente son las que m�s aportan en t�rminos de discusi�n. A veces los amigos tienden a interpretar que el comentario de un libro que uno ha publicado debe estar colmado de bondades y no un evento para ventilar tambi�n todas las dudas, preguntas y cr�ticas que se le puedan plantear a los hallazgos con el fin de provocar con ellos futuras nuevas investigaciones. Lo otro es que en Costa Rica generalmente las cr�ticas se interpretan como celos personales y no como lo que realmente son: una dimensi�n fundamental para la producci�n de nuevo conocimiento.
Por eso, yo creo que la preocupaci�n de Molina es v�lida y la entiendo as�: los historiadores profesionales y emp�ricos deben, a pesar de la efervescencia del momento festivo (los 150 a�os de la Campa�a Nacional) y a pesar tambi�n del contexto (discusi�n del Tratado de Libre Comercio), ser fieles a Cl�o. Fidelidad en este caso significa seguir con las normas b�sicas del an�lisis hist�rico. As�, Molina invita a no abandonar la cr�tica concienzuda de las fuentes, a perseguir cierta objetividad que se vislumbre en el curso narrativo de lo que se analiza, a incluir a cada momento una conversaci�n con los estudios anteriores que se refieren al tema y al contexto estudiado, y a vincular la individualidad de los personajes hist�ricos con las otras estructuras contextuales evitando siempre el anacronismo tanto en la catalogaci�n de lo que se analiza como en el uso del lenguaje narrativo. En el fondo, y esto es quiz� lo que m�s conmoci�n genera en ciertos grupos, Molina aboga por no vincular historia y discurso patri�tico porque teme que en el fondo la �nica que pierde en ese trance es Cl�o.
Lo que tambi�n creo importante en la posici�n de Molina es que �l es finalmente uno de los pocos historiadores acad�micos que en lugar de quedarse tranquilo y c�modo en su oficina discutiendo con tres colegas y con sus estudiantes sin recibir ninguna palabra negativa a sus comentarios, decide ventilar sus dudas a nivel p�blico y en foros como este en donde sus preguntas y comentarios se pueden muy f�cilmente interpretar y distorsionar como ego�smos o celos, como lo han hecho muchos por cierto. Si Molina ha optado por esa discusi�n p�blica creo que lo m�nimo que se le debe es el respeto fundamental para re-plantearle respuestas y comentarios a sus preguntas y no un mensaje como el anterior.
A don David D�az:
Coincido con usted en que esta discusi�n debe plantearse en t�rminos de respeto y que no es adecuado reducir el planteamiento de Molina a la expresi�n de que “est� mordido”. En todo caso, creo que Molina est� en condiciones para defenderse solito y �l podr� explicar a quien le pida cuentas (a m� no me interesa lo m�s m�nimo saberlo, aclaro) sobre si sus palabras o sus acciones son indicativos de que est� mordido o no.
Expuesto eso, paso a lo que me interesa de su comentario: la exigencia de respeto. Creo que precisamente esa exigencia deber�a plante�rsele en primer lugar a Molina (y no s�lo a Augusto C�sar, que no s� ni qui�n es), pues en su comentario inicial, sostuvo que las investigaciones recientes sobre la Guerra Patria significaban un retroceso en la investigaci�n hist�rica e incluso dijo que implicaban devolverse cien a�os en la materia. �Es esa una manifestaci�n acad�mica o es un irrespeto hacia otros historiadores que tampoco se quedaron sentados en su oficina comentando asuntos con tres colegas o estudiantes, sino que publicaron libros muy bien documentados?
Y a prop�sito de esto, Molina, en su comentario inicial se refiri� s�lo al m�todo utilizado por las tres personas cuyas obras mencion�, pero no expuso ni un solo ejemplo de por qu� en esos libros se habr�a incurrido en vicios metodol�gicos. Adem�s, dej� de lado -y sigo sin leer nada al respecto- las fuentes en que se basaron las tres obras que �l se�al�. Lo m�s que hizo entonces y lo que ha hecho despu�s -seg�n lo que le he le�do- es machacar el tema de la alegada corrupci�n en la gesti�n del Presidente Mora, as� como sostener que no hay prueba directa de que Walker fuese agente del destino manifiesto.
Cierto que refiri� a May al respecto, pero con el mal tino de pasar por alto que una cosa es que no haya documentos que evidencien apoyo directo de los EUA a la empresa de Walker y otra muy distinta es que no haya infinidad de pruebas indirectas que sustenten la afirmaci�n de que hubo m�s que tolerancia usamericana hacia el infeliz. Sin embargo, de nuevo, ni una palabra le he le�do a Molina sobre las fuentes utilizadas por los autores que pretende cuestionar.
�No ser�a adecuado que �l tambi�n fuera “fiel a Cl�o” y nos dijera algo de las fuentes en que se basan las obras que mencion�? �Qu� cr�tica les cabe? �Por qu� los autores estar�an equivocados? Y, m�s importante, �qu� es lo que �l sostiene y con base en qu�?
Usted habla de fidelidad y rigurosidad, pero, hombre, si eso es precisamente lo que hicieron los autores cuestionados por Molina (y aqu� me refiero s�lo a las obras en cuesti�n que he le�do: la de don Armando Vargas y la de don Juan Rafael Quesada). De sus fuentes s�lo se deriva lo que ellos publican. �Entonces, cu�l es su falta a las “normas b�sicas del an�lisis hist�rico”?
En el caso concreto de la obra de don Armando Vargas, le pregunto: �usted ya la ley�? Si es as�, �puso atenci�n a las fuentes referidas por don Armando? Si es as�, �las conoc�a? Si es as�, �qu� cr�tica les cabe como para derivar otra conclusi�n que no sea la expuesta por don Armando?
Y si les cabe la cr�tica, �hay alguna raz�n que sustente la afirmaci�n de Molina en cuanto a que la obra significa un retroceso de cien a�os? Sobre esto no le he le�do nada a Molina. �Usted s�?
Usted dice que a Molina le preocupa que se vincule historia con discurso patri�tico, porque ah� puede salir perdiendo Cl�o. Me parece que en esto que usted -no yo- menciona, hay una clave para entender las objeciones de Molina.
Mire, si un m�todo me exige a m� casi que esperar un certificado de filibusterismo por parte de Walker, entonces lo que debo revisar es el m�todo, pues seguirlo al pie de la letra me impide ver la gran cantidad de indicios que apuntan hacia esa conclusi�n. �O es que los indicios no son prueba v�lida en historia?
Tambi�n deber�a revisarse un m�todo que me impida ver el objeto de la investigaci�n bajo examen. Digo esto porque, por ejemplo, en la obra de don Armando Vargas no interesa la gesti�n dom�stica del Presidente Mora. Cuando uno lee el libro, se da cuenta de que el propio autor lo advierte al decir que falta todav�a una obra sobre la d�cada de Mora (qui�n sabe, quiz�s a Molina le interese el tema). El objeto de la obra de don Armando era la preparaci�n para y la conducci�n de la guerra, as� como lo que esto signific� para Hispanoam�rica.
Siendo esto as�, �qu� validez tiene un m�todo que me lleva a rebatir la grandeza de su conducci�n de la Guerra Patria con el argumento de que hubo corrupci�n? Eso es una falacia y un m�todo que lleve a rebatir hechos con falacias deber�a revisarse, �no le parece? Eso s� ser�a ayuda para la academia.
Ahora bien, le confieso que estoy de acuerdo con Molina en que no puede utilizarse la historia para inventar patriotismo, ni h�roes. Pero cuidado, porque un m�todo que persiga evitar lo anterior, podr�a llevar a negar el verdadero patriotismo y los verdaderos h�roes que s� se extraen de la historia.
As� que de acuerdo con la rigurosidad hist�rica, pero, �por qu� esta nos impide reconocer en el Presidente Mora un verdadero h�roe y en Costa Rica una patria grande que supo definir ella misma su destino sin claudicar ante lo que parec�a inevitable?
Para un ensa�amiento necio, destructivo y malagradecido, un comentario mordaz. No fui yo el que inici� este pleito academicista, s�lo lo hab�a presenciado. Pero ya cansado de la necedad de algunos, coment� con humor una situaci�n jocosa: la discusi�n que se dio en los comentarios del art�culo de Rogelio Ramos muestran a una persona mordida, con todo respeto.
Pero ante la seriedad de la respuesta de Don David D�az, pong�monos serios. Concuerdo con que es necesaria la rigurosidad epistemol�gica, pero desapruebo hacer de �sta el escudo de un ataque destructivo que no reconoce el valor de una obra.
No se trata de reducir la historia a grandes hombres, sino de reconocer el papel de �stos en la historia, tanto su hero�smo como sus defectos. El Presidente Mora, como todo h�roe, tuvo manchas, las aceptamos; lo que no se entiende es el ensa�amiento necio en sus yerros. Como dijo Don Armando Vargas citando a Mart�: “El sol quema con la misma luz con que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan m�s que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz.”
Costa Rica existe hoy gracias a la guerra patria y al liderazgo del Presidente Mora en �sta. Yo le agradezco al Presidente Mora y a todos los costarricenses que lucharon, la independencia que hoy gozo y defiendo. Los malagradecidos pueden seguir mordidos.
Por cierto, no fue usted Don David quien escribi�: “Por mi lejan�a del pa�s no he podido (ni tenido el gusto) todav�a leer el libro de don Armando y por tanto no puedo opinar sobre su contenido”: Pues le informo que lo que se ha estado discutiendo con tanto ah�nco en �ste y en otros medios de comunicaci�n es justamente el libro que usted no ha le�do, y como algunos se empe�an en atacarlo.
Por �ltimo, invito a leer el art�culo de Jos� Luis Amador en �sta p�gina, quien entre otras cosas dice: “En cambio, me desagrada, s�, y mucho, cierto dejo de sorna, que se percibe en el manejo de la cuesti�n hist�rica y que ata�e al sentir de los ciudadanos de este pa�s, por el hecho de experimentar ese sentimiento que yo comparto, de ser ‘costarricense por dicha’. Como si no fuera esa la base de la identidad… Un discurso que profundiza el escepticismo creciente que ha calado en muchos aspectos de la sociedad costarricense hace un flaco favor a la academia, comparado con el efecto negativo sobre la sociedad… Si los personajes hist�ricos han sido mitificados, pongamos su pie en tierra, pero no hagamos innecesariamente que sus defectos les aplasten”.
Agradezco enormemente el comentario de don David Fallas a mis l�neas-por cierto, felicito a sus pap�s por el tino en la escogencia de tan bonito nombre. Me parece que justamente su comentario devuelve la discusi�n a un plano m�s acad�mico y anal�tico que al personal en que hab�a ca�do y en el que se hab�a deformado.
Quisiera indagar respuestas a algunas de las preguntas que don David plantea, siempre teniendo en cuenta dos elementos que limitan mi intervenci�n en esta discusi�n y que no sin pena debo aclarar: 1. Como ya lo he afirmado en otro comentario (que recuerda don Augusto en su nueva respuesta) yo no he le�do el libro de don Armando y por eso he aclarado que mis inquietudes no pueden estar dirigidas a ese trabajo en este momento. Por eso, no puedo responder preguntas acerca de sus fuentes o la forma en que don Armando las utiliza. Esto me limita mucho en mis propias respuestas a lo que don David Fallas propone y por eso he dudado en escribir esta respuesta hasta poder leer el trabajo de don Armando; no obstante, he decidido realizarla porque el problema de este tipo de foros es que muy r�pidamente, conforme avanza la llegada de nuevos art�culos, pierden el inter�s o el hilo y tambi�n porque en esencia mi intervenci�n no ha sido nunca con respecto al libro de don Armando (que no puedo juzgar sin leer) sino sobre las bases del an�lisis hist�rico del que parte Molina. (Aclaro eso s�, que el trabajo de Juan Rafael Quesada mencionado por don David Fallas s� lo le� en la versi�n electr�nica que est� en el website del MEP y aunque eso nos llevar�a a otra discusi�n que en su momento conviene tenerla, he de decir que desde mi perspectiva el problema fundamental del libro de Quesada es pasar por alto todas las preguntas y dudas que desde hace m�s de 20 a�os se le han planteado a trabajos en los que �l se basa profusamente para probar su idea de una identidad costarrique�a al final del periodo colonial; por ejemplo el libro de Jos� Luis Vega Carballo sobre la construcci�n del estado nacional costarricense que aunque propone unas muy interesantes hip�tesis, es b�sicamente una interpretaci�n secundaria que no prueba con fuentes primarias lo que afirma-pero eso, por el momento, es harina de otro costal). 2. Obviamente que el profesor Molina tiene m�ltiples recursos para defenderse solo y no va a ser un aprendiz de historiador (que es al final de cuentas lo que creo que soy), quien lo va a defender. La discusi�n no la he planteado en t�rminos de defensa sino en t�rminos de respeto y partiendo de las bases que Molina apunta y sobre el tipo de historiograf�a que �l se�ala y en la cual se basa.
Teniendo en cuenta estas limitantes, quiero decir dos cosas que avanzan m�s en el plano del m�todo que en el de los resultados y que solo pretenden aclarar cosas b�sicas sobre el trabajo historiogr�fico al que me refiero en mis comentarios y que, de ninguna manera, buscan convencer a nadie ni sentar una clase sobre la(s) manera(s) en que se escribe la historia (de las cuales por cierto yo mismo tengo mis dudas despu�s de vivir y discutir en dos mundos acad�micos tan distintos):
Primeramente, el problema pasado, estudiado desde el presente a trav�s de documentos que nos hablan acerca de �l, est� muchas veces construido desde la visi�n de alguien y, en ese sentido, conservado con base en una percepci�n de lo ocurrido que no necesariamente puede interpretarse como la realidad. La duda que tal cosa genera es si se est� haciendo an�lisis de una realidad, o si se est� reproduciendo el discurso de alguien acerca de esa realidad. Por otro lado, aquel que se acerca a descifrar las fuentes tambi�n posee un mundo que lo afecta en sus representaciones y que lo invita a leer desde varias perspectivas esos rastros. Es decir, el investigador tambi�n est� sumergido en un conjunto de valores y maneras de percibir la realidad que determinan su visi�n del presente en el que vive y, por efecto, determinan tambi�n el pasado que est� estudiando. En ese sentido es que hablo de fidelidad a Cl�o en el trabajo con las fuentes: �se reconstruye el pasado o el historiador se dise�a un pasado desde su interpretaci�n de las fuentes? En tal caso, como ya hab�a planteado un muy conocido historiador franc�s hace 50 a�os, �no habr�a posibilidades distintas de interpretaci�n del pasado como historiadores que lo estudian e interpretan sus fuentes? La �nica forma que tienen los historiadores para verificar sus constataciones es ponerlas a discusi�n en una comunidad acad�mica que las juzgue y critique, ojal� duramente, con el fin de poder retomar preguntas y comentarios para el futuro. Finalmente, en ocasiones, cuando se arma la interpretaci�n, en el resultado final avistado por la uni�n de las piezas, hay espacios incompletos generados porque no se encontraron en el camino investigativo las piezas para completarlos. Estos tres problemas son b�sicamente la tarea que se impone cualquiera que quiera descifrar el pasado. El problema con las ideolog�as (patriotismo incluido que es el ejemplo que he dado, pero tambi�n neoliberalismo y comunismo) es que dan menos margen de movimiento para este trabajo historiogr�fico m�s a�n cuando se convierten en las determinantes de los resultados antes incluso que �stos aparezcan. Con esto, lo que quiero decir es que quiz� la cr�tica de Molina tenga que ver menos con las fuentes que con su interpretaci�n y con la forma en que se llenan los vac�os entre ellas.
En el sentido anterior, estimado don David, yo comparto su posici�n de que los indicios por supuesto que se presentan como pruebas en la construcci�n de la historia. De hecho, gozamos de un excelente texto que hace a�os public� el historiador italiano Carlo Ginzburg acerca de c�mo la historia se nutre de los indicios para investigarse y escribirse: “Checking the Evidence: The Judge and the Historian” en Critical Inquiry, Vol. 18, No. 1. (Autumn, 1991), pp. 79-92. En todo caso don David, no crea que esa visi�n es la que impera en la profesi�n ni que sea la que la mayor�a de historiadores defienden con ah�nco. De hecho, estudios como los de Natalie Z. Davis (The return of Martin Guerre (Cambridge, Mass, 1983) han sido duramente criticados porque ante la ausencia de fuentes para probar ciertas cosas (el certificado de filibusterismo dir�a usted), se basan en los indicios para sostenerlas y tambi�n utiliza un lenguaje descriptivo o les adjudica ideolog�as que es imposible que hayan tenido los campesinos medievales franceses que haya analiza. En todo caso, dudo que lo que plantea Molina sea la existencia de un certificado o documento que autentique la relaci�n entre el gobierno gringo y el filibustero Walker, sino, y es lo que yo interpreto de sus comentarios, la manera en que se han llenado los vac�os. S� le puedo decir que la opini�n estadounidense estuvo dividida frente a lo que estaba haciendo Walker en Centroam�rica, como dividida estuvo frente a los problemas internos como la decisi�n de la Suprema Corte por el caso de Dred Scott (1857), la declaraci�n de la Constituci�n de Lecompton, los debates entre Lincoln y Douglas (1858) y las discusiones constitucionales sobre la esclavitud y la secesi�n que llevaron al estallido de la guerra civil. El gobierno federal estadounidense, hay que se�alarlo, no ten�a el poder legal sobre los estados en el periodo antebellum como s� lo tuvo, y ha tenido, despu�s de la guerra civil.
Cuando hablo de discurso patri�tico e historiograf�a, por supuesto, es mi interpretaci�n de Molina y no que �l lo haya sostenido. �l dir� si estoy malinterpretando sus palabras. En lo que me baso para decirlas, es que hace mucho que existe una l�nea de investigaci�n en la historiograf�a de los nacionalismos que argumenta que si queremos ser fieles con la tradici�n anal�tica de Cl�o y con la forma en que se revolucion� esta disciplina en el siglo XX, entonces debemos ser cautelosos en tomar a la Historia como una bandera del nacionalismo. En ese mismo sentido, la idea del an�lisis de c�mo se construyen hist�ricamente los nacionalismos no est� en negar el valor de los que pelearon por sacar a los filibusteros de Nicaragua y Centroam�rica (ser�a una completa injusticia hacer tal cosa) ni en negar sus padecimientos, sue�os, muertes ni nada por el estilo. En ese sentido, creo respetuosamente que el art�culo del antrop�logo Jos� Luis Amador se equivoca al valorar los estudios sobre la invenci�n nacional que, que yo sepa, nunca han tenido por objetivo negar la existencia de h�roes o que �stos hayan ofrendado su vida por los sue�os e ideales que pose�an-aunque esa sea la interpretaci�n que los opositores a esta posici�n han construido. Los estudios invencionistas solo buscan mostrar la fuerte relaci�n entre la construcci�n de un discurso nacional sobre los hechos del pasado y la modelaci�n de un proyecto estatal hegem�nico de tipo moderno a posteriori. En un ejemplo, la forma en que ciertos medios de comunicaci�n presentaron las protestas contra el Combo del ICE estaba a tono con ese poder hegem�nico que los grupos del poder hacen del pasado para hegemonizar. La manera en que muchos medios de comunicaci�n presentan la lucha contra el TLC es la misma. As� don David, no creo que el verdadero problema interpretativo radique en decir que Mora Porras fue un gran l�der de la guerra. Creo, que la cuesti�n est� encaminada hacia otro lado. Un saludo cordial.
Tanta verborrea y exhibicionismo academicista para no llamar las cosas por su nombre: hay una oculta intenci�n en querer manchar la memoria de Mora en tiempos de TLC. Casi hiede a conspiraci�n, a “asunto oficial”… Como no pueden evitar la asociaci�n que la memoria colectiva est� haciendo entre el 56 y estos tiempos de TLC, se empe�an en sacar los trapos sucios de Mora y “privilegiarlos” por encima de sus haza�as.
La verdad es que los vendepatrias pol�ticos y ricachos del SI no tienen nada que envidiar a los del ‘56. Qu� diferencia hay entre apoyar a Walker y negociar con Bush?
Lo que no logro entender es qu� pitos tocan algunos universitarios que se prestan para este sucio juego. Qu� ganan para la ciencia? Vaya Ud a saber…
Hay que decirle NO al TLC, y hay que decirle NO al uso selectivo y sesgado de la evidencia hist�rica.
La sociedad costarricense tiene un pasado que, en varios sentidos fundamentales, es excepcional en el contexto latinoamericano. No es necesario distorsionarlo para que pueda alimentar las luchas actuales por una Costa Rica m�s justa, igualitaria y democr�tica; lo que hay que hacer es conocerlo y comprenderlo cr�ticamente.
Ten�a que ser una mujer la llamada a hablar con claridad y en forma directa. Era de esperar. Posiblemente el Sr. Iv�n Molina, a quien dej� de admirar desde sus infortunados comentarios sobre don Juanito, recibi� o recibir� pr�ximamente alg�n “premiecito” de parte del Gobierno. �Ay…! �No seamos tan severos con �l…!
Don Iv�n: Estoy confundida con tantas opiniones distintas y complicadas. Qu� me recomienda leer para hacerme una idea de la Campa�a Nacional y de don Juanito? Y qu� debo evitar para no enredarme m�s? Usted menciona al Palmer, pero no se donde puedo encontrar su libro… No se que decir a mis hijos y a mis sobrinos que le han dejado una asignaci�n en el colegio.
Invito a la se�ora Rosy Morales a informarse sobre mis puntos de vista acerca del actual gobierno antes de formular presunciones como la que hizo. Igualmente, la invito a que revise lo que historiadores como Ricardo Fern�ndez Guardia, Carlos Mel�ndez, Carlos Monge, Armando Rodr�guez y Carmen Fallas han escrito sobre el gobierno de Juan Rafael Mora.
La se�ora Mariela Chaverri puede recomendar a sus hijos y sobrinos que consulten las secciones sobre la Campa�a Nacional que aparecen en los libros de texto de Estudios Sociales de la serie Hacia el siglo XXI, elaborados por la UCR por encargo del MEP.
Hay tambi�n un suplemento especial sobre la Campa�a Nacional publicado en marzo del 2006 por el semanario Universidad, el cual, seg�n entiendo, puede ser descargado del sitio del peri�dico (si no, se puede llamar al peri�dico para ver la posibilidad de conseguir una copia o fotocopia).
Finalmente, el texto original de Palmer sobre la recuperaci�n que hicieron los liberales de la Campa�a Nacional est� en el libro que editamos juntos, H�roes al gusto y libros de moda (EUNED, 2004).
Por casualidad esas gu�as de estudios sociales no son las que dirigi� el propio Iv�n Molina? Quiere decir entonces que bueno es lo que Yo digo, y malo todo lo dem�s. Por ah� se dice en corrillos que don Iv�n quiere ser aplaudido como el nuevo Brenes Mes�s, con estatua y todo.
Invito a don Jorge a que se informe qui�nes participaron en esas gu�as y qui�nes las dirigieron.