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La mentira al d�a

Columnista huésped | 5 de Mayo 2007

Por Silvia Hopenhayn, periodista literaria, responsable de la secci�n “La palabra escrita” del programa Primeras luces, en Radio Nacional (Argentina).

La iron�a puede servir a distintos fines. Si proviene del placer denigratorio, deja un sabor amargo, incluso en aquel que la practica. Resulta entonces da�ina, y su efecto obedece a un impulso destructivo, disfrazado de deleite verbal, m�s que a un af�n de poner en evidencia una realidad insensata. Sin embargo, cuando apunta a desmantelar alg�n asunto, puede ser tan eficaz como necesaria y su �xito reside en la complicidad que establece con el lector. Estos argumentos llevaron al escritor irland�s Jonathan Swift a elegir la s�tira como medio de expresi�n de los valores de su tiempo. No es f�cil olvidar –ni digerir– su “Modesta proposici�n: para prevenir que los ni�os de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el pa�s, y para hacerlos �tiles al p�blico”, pero resulta menos conocida su intenci�n de perfeccionar la mentira al servicio de los pol�ticos de su �poca. A la manera de Oscar Wilde en su Elogio de la mentira, Swift desnud� el ejercicio de la misma en la lucha por el poder. As�, cuando la incipiente pol�tica parlamentaria iba perfilando las modalidades que a�n hoy sostienen el sistema democr�tico, el escritor irland�s y sus sat�ricos amigos descubrieron la siguiente verdad: el mentir bien a los ciudadanos no es cosa que se improvise; es un arte con todas sus reglas. El peque�o libro El arte de la mentira pol�tica, recientemente editado, es casi un manual de uso –y abuso– del enga�o discursivo, que, parad�jicamente, garantiza la creencia de los pueblos, “considerando la natural propensi�n del hombre a mentir y de las muchedumbres a creer”, seg�n Swift.

Entre los a�os 1710 y 1714, �ste se acerc� al conde de Oxford, Robert Harley, y a sus ministros, convirti�ndose en una suerte de propagandista oficioso del gobierno, conocido como el “pr�ncipe de los panfletistas”. En ese entonces, era editor de algunas p�ginas de The Examiner, peri�dico fundado por el ministro tory para favorecer la suerte pol�tica del gobierno. En este diario public� un art�culo –incluido en el libro referido en estas l�neas– donde se pregunta: “Qui�n fue el primero que hizo de la mentira un arte y la aplic� a la pol�tica es algo que la historia no aclara. De ah� que me limite aqu� a estudiarla en su forma moderna”. Y contin�a con una po�tica y pat�tica genealog�a: “La mentira pol�tica puede nacer, a veces, de la cabeza de un pol�tico derrotado y luego ser entregada a la chusma para que la cuide y mime. Otras veces nace deforme y se perfecciona con lametazos. Tambi�n puede venir al mundo completamente hecha y las leng�etadas la echan a perder. S� de una mentira cuyo ruido molesta a medio reino y que, a�n siendo ahora demasiado orgullosa y grande para reconocer su paternidad, naci� como cuchicheo. Para concluir sobre la natividad del monstruo: cuando viene al mundo sin aguij�n, nace muerto; y cuando pierde el aguij�n, muere”.

Esta descripci�n tan ilustrativa –e ir�nica, para retomar el �mpetu– permite viajar en el tiempo, remitiendo la met�fora a nuestro presente, dado que, como escribe el autor de Los viajes de Gulliver, “hay una cosa esencial que distingue la mentira pol�tica: ha de ser ef�mera, le resulta imprescindible para poder ir ajust�ndose a las circunstancias”.

Leer para descreer.

(La Naci�n – Buenos Aires)

Columnista huésped | 5 de Mayo 2007

1 Comentarios

* #1757 el 6 de Mayo 2007 a las 07:37 PM Carlos Roberto Lor�a dijo:

Magn�fico art�culo que educa e invita a la reflexi�n a quienes tendemos a abusar de la iron�a para descalificar al adversario. En cuanto a Swift, la mentira pol�tica y el panfletismo mercenario, la publicaci�n en nuestro medio no puede ser m�s oportuna. Solo le falt� incluir las medias verdades y los silencios c�mplices, igualmente da�inos. Gracias por incorporarlo a Tribuna Democr�tica.

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