La desaparici�n de ese ejemplar ciudadano que fue Cristi�n Tattenbach es doblemente dolorosa porque, adem�s de la p�rdida normal, disminuye el n�mero de pol�ticos honorables en este pa�s.
Hombre de exquisita cultura y descendiente directo de tres gobernantes, Tattenbach particip� en la pol�tica costarricense como representante t�cito de una escuela de seriedad, de conciencia patri�tica, de preocupaci�n por el futuro y de dignidad personal.
Me toc� compartir con �l en la Asamblea Legislativa; Tattenbach como diputado de oposici�n y yo diputado de gobierno, y la verdad sea dicha con todas sus letras, era claro, evidente, indiscutible, que la posici�n desde la cual �l se enfrentaba a los proyectos del gobierno de Orlich era aut�ntica, sincera y honrada. La pol�tica era as� en la d�cada del 60. Sobre ning�n diputado de entonces se cern�an sospechas, y tanto los de gobierno como los de oposici�n sab�amos que nuestros adversarios actuaban de buena fe. De suerte que era f�cil discurrir, conversar, negociar y discutir, siempre en busca de acuerdos.
Hijo de un diplom�tico alem�n aqu� acreditado, es cierto que a Cristi�n Tattenbach le atra�a m�s la vida diplom�tica e internacional en general, que la pol�tica interna, pero dentro de ella se condujo siempre con la seriedad y el patriotismo que siempre lo caracterizaron.
Hace tiempo no lo ve�a. Pero por amigos comunes me enter� de que no estaba satisfecho con el rumbo que han tomado el pa�s y su propio partido, de manera que algunos esper�bamos un cambio y una decisi�n pol�tica de Cristi�n Tattenbach que cambiara el panorama, pero sab�amos que estaba enfermo y que en el peor de los casos la esperanza no pasar�a de ser una esperanza.
Mi generaci�n se ve mutilada por su ausencia. Era, al fin y al cabo, uno de nosotros, uno de los universitarios de los primeros a�os de universidad, de los j�venes que ingresamos a la pol�tica y a la administraci�n p�blica despu�s del 48. Quiero decir, de la generaci�n que le dio a Costa Rica en aquel entonces y sin distinci�n de partidos pol�ticos, gobiernos honestos y patriotas durante m�s de dos d�cadas durante las cuales la palabra corrupci�n no figur� en nuestro diccionario nacional.
(La Rep�blica)
Alberto F. Cañas | 19 de Mayo 2007
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